La iglesia como refugio para las familias no tradicionales: Al cerrar esta serie, acerca del «desafío del crecimiento de la iglesia en una era de fami
LA IGLESIA COMO REFUGIO PARA LAS FAMILIAS NO TRADICIONALES
Al cerrar esta serie, acerca del «desafío del crecimiento de la iglesia
en una era de familias rotas», y
después de haber revisado algunos tópicos, tales como la disfuncionalidad de
la familia actual, las crisis con sus causas
y consecuencias, y la oportunidad que
la iglesia tiene para extender el amor redentor de Dios a estas familias, podemos concluir que:
- La iglesia está constituida por familias no perfectas —incluso desde los tiempos bíblicos—.
- Dios redime a estas familias, y todos sus integrantes pueden perfectamente servir al Señor, por su gracia y misericordia.
- Porque Dios es un Dios de segundas oportunidades y que no rechaza para siempre; ya que Dios ve lo que el hombre no ve.
Algunas consideraciones básicas acerca de la familia
La familia fue creada y existe para cooperar con el propósito eterno de Dios
de tener una familia de muchos hijos semejantes a Jesucristo. En consecuencia:
1. Dios es el Creador de la familia.
Dios creó todas las cosas. Hizo al hombre y a la mujer y los unió en matrimonio. Él instituyó el matrimonio para todas las generaciones. Él es quién da los
hijos. Es autor y creador de la familia.
«Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas…» (Rom.11:36 RVR60).
2. Dios es el dueño de la familia.
Todo lo creado pertenece a Dios. Por lo
tanto, la familia le pertenece. De modo
que podemos afirmar que no es nuestra
familia, sino su familia; no son nuestros
hijos, sino los suyos. «La tierra es del Señor y todo lo que hay en ella; el mundo
y todos sus habitantes le pertenecen»
(Sal. 24:1 NTV).
3. Dios ha determinado un propósito para la familia.
Dios hizo todas las
cosas con un fin preestablecido. Esto significa que también la familia tiene
una intención determinada. De antemano Dios le asignó propósito y meta.
«En Cristo también fuimos hechos herederos, pues fuimos predestinados según el plan de aquel que hace todas las
cosas conforme al designio de su voluntad» (Ef. 1:11).
4. La familia existe para Dios.
Todo
ha sido creado para Dios. Por lo tanto, la
familia existe para Él, y no para nuestro
propio beneficio. «Por esta causa doblo
mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre
toda familia en los cielos y en la tierra»
(Ef. 3:14-15 RVR60).
El fin supremo de la familia —aun
entendiendo la diversidad de estas,
como lo son las familias monoparentales, ensambladas, de madres o padres
solteros, adoptivas, familias sin hijos, familia de acogida, por nombrar algunas—, es la gloria de Dios.
«Y mayormente a los de la familia de la fe»
Es necesario mostrarnos vulnerables y
entonces aprender a ser hermanos, padres, madres e hijos los unos de los
otros en la familia de Dios, ayudando a suplir en lo posible las necesidades de
otros hogares. El apóstol Pablo escribió
a los de Galacia.
«No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe» (Gál. 6:10 RVR60).
Esto se logra con una congregación madura, de crecimiento espiritual y de desarrollo eclesial.
¿Cómo debe ser la iglesia en una era
de familias rotas?
1. Debe ser una iglesia redentora para las familias rotas
El término «redentor», tiene un significado trascendental en el cristianismo,
donde Jesucristo es considerado el Redentor por excelencia.
La Biblia nos enseña, por ejemplo, el
carácter redentor de Booz, en la vida de
Rut. Él era un hombre bueno, bondadoso, generoso y honorable de palabra. En
el diálogo con Rut, expresa lo siguiente:
«¿Quién eres? —preguntó—. Soy Rut, su sierva —contestó ella—. Extienda sobre mí el borde de su manto ya que usted es el redentor de mi familia» (Rut 3:9 NTV).
Como miembros participantes de
una iglesia, el carácter redentor debe
trascender en nosotros y ser personas
que «redimimos» (rescatamos, salvamos, liberamos, libramos…) a otros, especialmente del pecado. Ser agentes de
bendición y de protección con las personas que llegan a nuestras congregaciones, que han sido abandonadas, con dolores y heridas en el alma, sufriendo
soledad y rechazo, etc.
2. La iglesia debe ser acogedora para las familias rotas
«Por tanto, acogeos los unos a los otros, como también Cristo nos acogió, para gloria de Dios» (Rom. 15:7 RVR77).
En la Biblia, la palabra «acoger» tiene un significado profundo que va más
allá de simplemente recibir a alguien en
nuestras iglesias. También conlleva la
práctica del amor, la hospitalidad y la
aceptación, como principios fundamentales en nuestra práctica de la fe.
Debemos acoger a las personas tal
como son. No deben importarnos sus
circunstancias ni las condiciones que las
rodean, sean estas económicas, familiares, culturales, educativas, etc. Rechazarlos sería una falta de justicia y de
amor.
3. Una iglesia debe mostrarse vulnerable frente a las familias rotas
«Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús…» (Fil 2:5 LBLA).
La relación se construye desde la
vulnerabilidad. Jesús era perfecto por
cuanto era Dios, sin embargo, se acercó
a tal nivel con la gente, que comía con
los pecadores y publicanos.
La vulnerabilidad es un concepto
que se refiere a la capacidad de una persona para ser abierta y receptiva a sus
emociones, así como a las experiencias
de la vida. Esta apertura implica reconocer tanto las debilidades como las
fortalezas, lo que a menudo se traduce
en una mayor autenticidad en las relaciones interpersonales. Ser vulnerable
no es un signo de debilidad, sino más
bien una fortaleza que permite a las
personas conectar de manera más profunda y significativa con los demás.
En la vida cotidiana, la vulnerabilidad puede tener un impacto profundo
en diversas áreas, tales como: en la salud
emocional, en el crecimiento personal y
en las relaciones interpersonales donde
se fomenta la confianza y la empatía entre amigos, familiares y parejas.
4. Una iglesia de carácter empático con las familias rotas
«Al verla, el Señor tuvo compasión de ella, y le dijo: No llores» (Lc. 7:13 NBLA).
La compasión es un valor humano
que conjuga la empatía y la comprensión hacia el sufrimiento de los demás.
La empatía es la capacidad de identificarnos con lo que el otro siente o
piensa, de compartir sus sentimientos y
emociones. Saber escuchar es una característica fundamental de la empatía.
Consiste en prestar atención plena a lo que la otra persona está comunicando,
sin interrupciones, y mostrando un interés genuino por sus palabras y emociones. A las personas empáticas les
gusta establecer relaciones enriquecedoras y constructivas. De allí que sea
una habilidad social sumamente relevante en nuestras relaciones familiares,
profesionales y eclesiásticas.
Diferentes miembros: una iglesia, un servicio
La iglesia es una familia espiritual. Constituida por diferentes miembros —cada
uno con sus propias historias—. Debe
ser el lugar donde puedan encontrar
apoyo emocional, compañía, consejo
sabio y dirección espiritual. Es en la congregación donde se comparten las tristezas, dolores y también las alegrías. En
momentos de crisis, divorcios, abandonos, separaciones, pérdidas de seres
amados o enfermedad, la iglesia debe
convertirse en un refugio donde las familias —especialmente las rotas—, encuentren el consuelo, la aceptación y el
amor de Dios.
Pertenezco a una congregación que
ha abierto sus espacios acogiendo a hermanos que provienen de familias rotas.
Indudablemente, en el proceso restaurador han sido acompañados por personas idóneas en el evangelio y en la
mentoría cristiana. Después de un tiempo transformador y sanador, desarrollan sus servicios en diferentes áreas de
la iglesia local. Por ejemplo:
- Madres solteras pertenecen y trabajan en el staff de maestras de la escuela dominical.
- Esposos de familias ensambladas desarrollan su servicio en el equipo audiovisual de la iglesia.
- Matrimonio de familia ensamblada trabaja con los grupos de preadolescentes.
- Madre separada con su hija desarrollan su ministerio de orden y aseo en la iglesia.
- Padre viudo desarrolla su servicio en la escuela de deportes de la iglesia.
Creamos en la obra redentora de Jesús, no juzguemos y seamos solícitos
con aquellos que han vivido la ruptura
familiar y personal. Démosles la oportunidad porque han comenzado una nueva historia:
«Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha comenzado!» (2Cor.5:17 NTV).
Por Ricardo Tapia & Ana María Olivero (anyyricardo@gmail.com)
Ricardo Tapia, escritor cristiano, y su esposa Any han desarrollado por más de 30 años el ministerio de consejería y restauración familiar Pelead por Vuestras Familias. Actualmente pertenecen a la Iglesia Cristiana Iberoamericana (ICI), en
Maipú, Chile.

