Así entonces, una iglesia —grande o pequeña—, hará un bien para sí misma (y para el reino) si se decide a elaborar un manual de funciones y procedimie
PASOS PARA LA ELABORACIÓN DE UN MANUAL DE FUNCIONES EN LA IGLESIA
En el artículo anterior nos referimos a
qué es un manual de funciones y su
importancia para la iglesia. Agradezco a quienes lo leyeron, a quienes se tomaron el tiempo de reflexionarlo y a quienes
pidieron una segunda parte. Por eso hoy
navegaremos un poco más adentro, para
responder las preguntas que encabezan el
título de este artículo, y para dar continuidad a la serie.
Comencemos, pues.
1. Por dónde empezar
Lo primero es tener certeza de saber si su
iglesia necesita o no un manual de funciones. Hay dos caminos claros al respecto. El
primero es pensar que porque la congregación es pequeña, y, por tanto, con pocos departamentos o ministerios, no es necesario un manual que instruya las funciones, procedimientos y obligaciones de
los colaboradores; tal cosa es un error.
Una iglesia, aunque sea «pequeña», necesita orden. El segundo camino es pensar
que porque la congregación es grande, y,
por tanto, con muchos departamentos o
ministerios, no necesita de un manual de
funciones porque, «de todos modos, hemos crecido, guiados por Dios y no por el
hombre». El problema con este tipo de
pensamiento es que hay verdad mezclada
con mentira. Lo cierto es que la iglesia ha
crecido por gracia divina, y sí se necesita
de la inteligencia humana para contribuir
al engrandecimiento de la obra.
Así entonces, una iglesia —grande o
pequeña—, hará un bien para sí misma (y
para el reino) si se decide a elaborar un manual de funciones y procedimientos
para sus ministerios. De esa manera todos
sabrán qué hacer y qué no hacer en su servicio al Señor:
«Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría» (Rom. 12:4-8 RVR60).
Deseo terminar este primer punto
con una afirmación: ¡Empiece a formular
ya un manual de funciones para su iglesia!
No espere a crecer más, elabore los primeros deberes y responsabilidades para sus
líderes de Escuela Dominical, Juventud,
Damas, Varones, Adoradores, etc. Oriéntelos, direcciónelos, corríjalos, edúquelos;
pero sea justo con ellos: deles sus asignaciones por escrito, con detalles, con instrucciones claras; solo así podrá exigir excelencia de los trabajadores del reino.
2. Qué guía seguir
Sabiendo que lo que voy a decir sonará a
básico, demasiado fundamental para algunos, es precisamente lo que busco de
mis lectores, ¡que piensen eso de mí! Por
tanto, declaro: Usen la Biblia como guía
para la elaboración del manual de funciones para su iglesia.
Ahora bien, ¿hay en las Sagradas Escrituras versículos bíblicos que nos hablen
de cómo elaborar un manual de funciones? No, no los hay, al menos no exactamente. Pero sí hay principios, ideas sagradas que pueden servirnos como base.
Recordemos el pasaje escritural cuando Pablo instruye a Timoteo sobre cómo
debía ser un ministro de Jesucristo (1 Tim.
3:1-7). El apóstol estaba dándole indicaciones al novato pastor Timoteo sobre
cómo debía ser y hacer un pastor; y no
solo eso, en los versos siguientes (8-13),
también le da instrucciones sobre cómo
los diáconos (otros líderes) debían proceder en su vida diaria y eclesiástica. Todo
esto es, sin lugar a dudas, una especie de
manual de funciones, rudimentario, pero
funcional. Pablo estaba poniendo orden
en la naciente iglesia de Éfeso, donde había instalado a su joven discípulo como
cabeza pastoral de esa congregación.
Por lo que sigue, será necesario que
los ministros o líderes que deseen elaborar un manual para sus ministerios, dediquen tiempo, energía mental, concentración, investigación y mucha oración, para
escarbar en la Biblia y encontrar en ella los principios que los ayudarán en la construcción de sus manuales de funciones.
¿No le entregó Dios a Moisés un decálogo
mayor y luego 613 mandamientos específicos para que el pueblo hebreo supiera
cómo vivir en la tierra que Él les daría? ¿No
siguió Salomón los planos que David, su
padre, le entregó para la edificación del
templo? ¿Será que Jesús, nuestro Señor,
no seguía un orden al ir de pueblo en pueblo a predicar el evangelio? ¿No dio él instrucciones específicas a sus apóstoles? La
Biblia, queridos lectores, contiene sustancia suficiente para guiarnos en la elaboración de un manual de funciones; solo hay
que buscar los diamantes en las profundidades de las Escrituras.
3. Dónde encontramos recursos para elaborarlo
La Biblia es el libro mayor para extraer estos recursos, pero existen también otros
recursos que pueden ayudarnos en la elaboración de los manuales de funciones.
Recurramos, pues, al Internet y veremos
allí cómo algunas iglesias han subido generosamente —y con libertad para leer
sus escritos—, los manuales de funciones
que tanto trabajo les costó formular. En la
web, hablo a título personal, he visto preciosos manuales de diferentes denominaciones evangélicas y algunas fundaciones
cristianas (no los nombro aquí para prevenir cualquier situación, y también para
obligarles a ustedes a buscar, investigar,
preguntar).
Por otro lado, si no desean usar el Internet como recurso, les animo a dirigirse
a los líderes de congregaciones serias y
preguntarles si poseen algún material que
les ayudaría a elaborar su propio manual
de funciones. Si esos líderes (pastores,
obispos, supervisores, superintendentes)
no son egoístas, seguramente compartirán con ustedes sus investigaciones y trabajo. Lo que sí puedo hacer por ustedes es
brindarles un enlace de un artículo mío,
de hace años, el cual viene muy a propósito con este escrito: <https://is.gd/cSYKtk>.
Deseo terminar este aburridísimo
tema (lo reconozco, estos temas no son
populares ni del gusto de la hermandad),
agradeciendo que lo hayan leído hasta el
final, y animándolos a —si usted tiene a
cargo personas en su ministerio— considerar la elaboración de un manual de funciones. Al escribirlo, verá que el orden
eclesial y la limpieza organizacional vendrán a su campamento como la shekiná
de Dios cuando se paseaba en medio de
Israel.
Por Gabriel Gil (gabrielgilarancibia@gmail.com)
Gabriel Gil es de nacionalidad chilena, casado hace 29 años
con la misma mujer, Fabiola, y padre de dos hermosas hijas.
Es pastor por vocación, teólogo de profesión y escritor por
mandato de Dios, con doce libros publicados y un décimo
tercero en camino. Sus clases, charlas y artículos diarios recorren América Latina y varios países del mundo.