Cuándo las personas se acercan al consejero buscando ayuda, ¿qué perciben? ¿Qué sienten? ¿Ven en él una persona que los quiere escuchar? ¿Perciben al
EL MÉTODO DE JESÚS COMO FUNDAMENTO PARA EL MINISTERIO DE LA CONSEJERÍA
Cuándo las personas se acercan al
consejero buscando ayuda, ¿qué
perciben? ¿Qué sienten? ¿Ven en él
una persona que los quiere escuchar?
¿Perciben al consejero como una persona
que tiene un interés genuino por ellas?
Los evangelios registran que cuando
la gente se acercaba a Jesús, experimentaban el poder sanador y restaurador que
fluía de él. Jesús se prodigaba en atenderles, viendo en cada persona esa oveja que
necesitaba ser atendida, consolada y sobre todo amada. El trato personal fue determinante en el ministerio de Jesús,
acompañando a aquellos que se acercaron a él en busca de consejo y respuesta
para sus vidas.
Lamentablemente, la tendencia hoy
en día, es buscar el éxito por medio de actividades masivas, dejando a un lado el
trato personal. Se miden los resultados de
acuerdo a las cantidades de personas que
asisten a determinada actividad. Hay una
marcada efervescencia por la cantidad,
casi a un nivel obsesivo y, en la mayoría de
los casos, el énfasis está más en la multitud, en la masa, que en el individuo. Es posible que este modelo, basado en el énfasis a las masas, produzca resultados temporales y superficiales. Pero no pasará de
ahí.
El trato personal como método clave del señor Jesús
En su ministerio, Jesús trató también con
las multitudes. Prueba de esto es que las
multitudes le seguían, de Capernaum, Jerusalén, Decápolis y otros lugares. En unas ocasiones fueron cuatro mil las personas,
en otras cinco mil, las que le escuchaban.
Él simpatizó con las multitudes, les habló,
les enseñó, les alimentó, les sanó. En algunas ocasiones su actividad tomó el matiz
de un gran movimiento popular, especialmente después de ciertos actos de sanidad y en el momento de su entrada triunfal a la ciudad Jerusalén. A pesar de todo
esto, Jesús no fomentó el que las masas le
siguieran. De hecho, más bien le incomodaba, procuraba huir de las multitudes y
refrenaba las manifestaciones de la multitud en su favor.
El énfasis en el ministerio de Jesús no
fue hacia las masas. Su énfasis fue hacia las
personas. Él estaba evidentemente más
interesado en que las personas recibieran
y entendieran su mensaje y no en que la
multitud le siguiera de una manera superficial. En los tres años de ministerio invirtió la mayor parte de su tiempo tratando
con individuos o grupos pequeños. Los
hechos más sobresalientes de su ministerio se dan en el marco de las relaciones
con personas y grupos como el de sus
amados doce discípulos. Sus enseñanzas
más importantes se las confío a individuos o grupos pequeños. Podemos citar
por ejemplo sus encuentros con Nicodemo y la mujer samaritana, la experiencia
de la transfiguración con tres de sus discípulos como testigos, o la celebración de la
última cena con sus discípulos, en la pascua, antes de ir a la cruz.
Encuentros cotidianos que transformaron vidas
El método de Jesús para redimir al mundo
no fue el de esperar grandes ocasiones o
los momentos más dramáticos. Más bien
él utilizó cualquier oportunidad que se le
presentara, en los lugares y eventos más
comunes de la vida cotidiana. Entre las
personas con quien trató podemos hacer
una larga lista: Zaqueo, la mujer adúltera, el joven rico, Lázaro, Marta y María las
hermanas de Lázaro, el centurión, Bartimeo el ciego, la mujer con el flujo de sangre, l a mujer sirio fenicia, el endemoniado
Gadareno, los griegos que querían verle y
hablar con Él, el leproso, el paralítico, Jairo,
el jefe de la Sinagoga, los mensajeros de
Juan el Bautista, María Magdalena, el
hombre de la mano seca, el ciego de Betsaida, Simón el fariseo, entre otros. Al encontrarse con ellos, Jesús tuvo la oportunidad de conocerlos mejor, saber sus necesidades, responder a sus inquietudes.
En fin, se identificó con ellos, conociendo
de primera mano sus realidades.
Jesús no pronunció discursos preparados en ocasiones formales. Ya fuera en
el hogar, en la sinagoga, en el monte o junto al mar, el enseñó de una manera natural e informal, comenzando con los intereses y necesidades de las personas. Su relación con las personas comenzó no con
creencias formuladas o tradiciones, sino
con la experiencia y la vivencia diaria de
ellas.
Jesús tomaba la ley y los profetas, buscando el cómo aquellos principios contenidos en las Escrituras pudieran ser de inmediata aplicación respondiendo a la situación humana que vivían las personas.
Les aceptó tal y como eran, y procuró dirigirlas a donde él deseaba que fueran.
Como en la ocasión cuando un doctor de
la ley le preguntó sobre el «qué debía de
hacer» Jesús lo remitió la ley (Lc. 10:25-
26). O en su conversación con la mujer
samaritana, comenzó con el agua, un elemento con el cual la mujer estaba familiarizada conduciéndola al «agua viva» (Jn.
4:10). O cuando se levantó en la sinagoga
para leer y anunciar su ministerio, comenzó con el conocido pasaje de Isaías que
culmina con la esperanza del advenimiento del mesías (Lc. 4:16-30).
En sus relaciones con las personas y
los grupos, Jesús siempre les invitaba al
descubrimiento personal. Esta es la razón
por la que, muy frecuentemente, sus respuestas a las preguntas de la gente eran
otras preguntas. Esta también es la razón
por la que la gente que le oía, a veces, encontraba sus palabras difíciles de entender y aplicar.
La consejería, una herramienta de restauración en la iglesia
¿Cómo aplicar la experiencia de Jesús a la
labor de consejería hoy? Se enumeran varias propuestas a manera de conclusión:
- La consejería es una valiosa herramienta por medio de la cual la iglesia continúa siendo significativa y pertinente, para dar respuesta a las necesidades que atraviesa el ser humano de nuestra sociedad.
- Se podría decir que la consejería es un modo de traducir las buenas nuevas del evangelio en el lenguaje de las relaciones humanas, permitiéndole al consejero compartir el mensaje de sanidad integral (espíritu, alma y cuerpo) a las personas en sus luchas cotidianas.
- Los consejeros, cualquiera que sea su capacitación, no gozan del privilegio de decidir si quieren aconsejar a una persona o no. Porque, la elección no es entre aconsejar y no aconsejar, sino entre hacerlo de una manera disciplinada y con las herramientas apropiadas, o hacerlo de una manera indisciplinada.
- Hoy día el consejero debe ser un ministro que guíe a la gente en la búsqueda de la solución de sus problemas. Se enfatiza la frase «que guíe», ya que la consejería no es imponer, sino el llevar a la persona que descubra en el proceso de acompañamiento y consejería la voluntad de Dios para su vida.
- Un programa efectivo de consejería y acompañamiento en la iglesia, en el cual los consejeros debidamente capacitados sirvan como instrumentos de sanidad y crecimiento, transforma el clima de las relaciones interpersonales en la congregación, haciendo que la iglesia sea un lugar donde las personas se nutran y crezcan plenamente.
La consejería es más que dar respuestas; es un espacio de escucha, sanidad y
guía. Siguiendo el ejemplo de Jesús, el consejero debe ver a cada persona como valiosa y digna de acompañamiento. Un ministerio de consejería bien dirigido puede
transformar vidas y fortalecer la iglesia
como un refugio de restauración.
Por Mauricio Valverde (mauriciovalverded@gmail.com)
Licenciado en Teología y en Comunicación y Periodismo,
actualmente cursa un Doctorado en Teología con énfasis en
Eclesiología en UNELA. Desde 2001, ha servido en la Federación Alianza Evangélica Costarricense (FAEC), desempeñándose como coordinador de comunicación, director del
Plan de Capacitación por Extensión y del Colegio Pastoral,
hasta asumir en 2021 la Dirección Ejecutiva. Ha sido docente en la Universidad Nazarena (UNAZA), ESEPA y UNELA.
Desde 1997, es pastor de la iglesia Hacienda del Rey en Moravia, San José, Costa Rica.