Son pocos los pastores que no sirven con un exceso de compromisos, superados por las demandas impuestas por su entorno. Mientras viven al borde del ag
HERRAMIENTAS PARA UN MINISTERIO PASTORAL EQUILIBRADO
Son pocos los pastores que no sirven
con un exceso de compromisos, superados por las demandas impuestas
por su entorno. Mientras viven al borde
del agotamiento, sienten a la vez la compulsión de seguir agregando más sin entender por qué. La solución tiene un aspecto técnico y relativamente fácil de implementar, sin embargo, contiene un elemento clave que es sumamente difícil y
personal a la vez.
Por un lado, es necesario ordenar la
vida, utilizando las herramientas a mano
para no pasar por alto los detalles de la
vida complicada del ministro. El uso sabio
de la agenda es parte de la solución. Pero es imprescindible un análisis de las causas
que han llevado al pastor al estado de crisis, las que pueden resultar en el burnout,
problemas de salud y abandono del ministerio.
Priorizar lo principal
Llama la atención que repetidamente Jesús se retiraba, alejándose de la gente demandante, a fin de reconectarse con su
Padre Celestial y recobrar una perspectiva
eterna sobre lo que hacía. (Mt. 14:23; Mr.
6:30- 32, 46; 8:10; Jn. 18:1-2) Su ejemplo invitaba a los discípulos, y a nosotros también, a seguir el patrón. Sólo al ver lo
eterno podemos ordenar lo terrenal.
El retiro espiritual es invalorable para
analizar las prioridades, identificando lo
más importante en la vida y ordenando
las actividades. La oración y la reflexión
bíblica, tal vez junto con el ayuno, permiten ver lo que Dios quiere, fortalecen el espíritu para enfrentar el futuro y agregan
fuerzas para emprender los desafíos con
renovada energía.
Con un cuaderno en mano, uno puede anotar los pensamientos, atento a lo
que Dios le dice al reflexionar sobre la
vida, de dónde ha venido y a dónde va.
Sirve para «soñar en voz alta» y grabar lo
aprendido para la referencia futura.
Entre las cosas para evaluar serán los valores de la vida, muchos de ellos aprendidos de las páginas de las Escrituras y lo
más caro que el Señor ha enseñado a lo
largo de la experiencia. En base a estos
será necesario reafirmar las relaciones interpersonales más importantes, tales
como el matrimonio, la relación con los
hijos y los padres, las amistades. Frente a
esto, conviene reflexionar sobre cómo
esas relaciones priorizadas entran en conflicto con otras áreas de la vida. ¿Cómo se
puede reducir la fricción? ¿Cómo se puede dar gloria a Dios a través de ellas?
Luego, uno puede analizar los dones y
llamado. ¿Cómo está utilizándolos? ¿Está
aprovechando al máximo lo que Dios le
ha dado a hacer? Recordemos las palabras
de Pablo a Timoteo: «No descuides el don
espiritual que está en ti…» (1 Tim. 4:14) y
«No descuides el don espiritual que está
en ti…» (2 Tim. 1:6) El hecho de que tuvo
que recordarle dos veces puede indicarnos el peligro de olvidar esa prioridad en
el fragor del ministerio.
Finalmente, se puede analizar las funciones en el ministerio. Van a variar según
la persona y la situación, pero requerirán
un cuidadoso análisis para evitar superponer las prioridades ya mencionadas.
Notemos que estas se derivan de lo que
uno es, cree y puede hacer para el Señor y
que no deben ser impuestos por presiones ajenas. Las expectativas de otros tienen que subordinarse a la voluntad de
Dios y el rumbo que Él fija para el ministro.
Planificar continuamente
En vista de las prioridades, uno puede planificar el futuro. Una herramienta sumamente útil para este proceso es la agenda.
Lamentablemente, muchos utilizan la
agenda sólo para tomar apuntes de reuniones y no sacan ventaja de su propósito
principal, que es ordenar el manejo del
tiempo. De manera que para maximizar el uso será necesario primero armarse del
compromiso de utilizarla con dedicación
y esmero a largo plazo a fin de justificar la
inversión.
Se recomienda comprar una agenda
que tenga los días divididas en incrementos de 30, o mejor 15 minutos para anotar
compromisos y evaluar el uso posterior
del tiempo. Un calendario mensual, además de espacio para apuntes y direcciones o números de teléfono útiles será importante.
Conviene tomar 5 minutos al comenzar cada día para repasar las prioridades
prefijadas a fin de planificar a la luz de
ellas.¹ Luego, se puede anotar los compromisos y las tareas a realizarse. Se debe
apartar un tiempo para proyectar cada
semana, cada mes, y cada año. ¡Cuanto
más se planifica con anticipación, cuánto
más se va a poder lograr para el Señor! (Ef.
5:15-16)
Suele ser una trampa llenar los días
con actividades, lo que lleva al incumplimiento, la impuntualidad y la frustración.
Hay que dejar márgenes adecuados para
el transporte, como así también para las
interrupciones, mejor conocidas como
«citas divinas». Descansos periódicos durante el día también van a aumentar la
productividad. No hay que olvidar que el
pastor también necesita su día de descanso, su «shabbat», como así también sus
vacaciones.
No toda tarea es de igual importancia, de manera que conviene anotar su valor con números o letras a fin de dedicarse
a lo más importante en los momentos de
mayor provecho. Luego piense: «¿Qué
aportan estas actividades a cumplir con
lo que Dios me ha llamado a hacer?».
Lleve la agenda consigo permanentemente, anotando lo que se realiza en cada
hora. Esto permitirá un análisis de la mayordomía del tiempo al final del día o, a
más tardar, al final de la semana. Ajustes
pueden ser hechos oportunamente para
mejorar y mantener el enfoque y equilibrio.
Pelear por el corazón
El equilibrio en la vida no se realiza sólo
con el buen uso de una agenda. Es meramente una herramienta para ser más eficaz en el ministerio. Lo que se requiere,
más bien, es el arduo trabajo sobre la vida
interior. Salomón advierte: «Sobre toda
cosa guardada guarda tu corazón; porque
de él mana la vida» (Prov. 4:23). Los pastores solemos ser personas altamente motivadas, dispuestas a aceptar desafíos, autosuficientes y perfeccionistas. Lo que comienza como un llamado suele llegar con
el tiempo a ser una compulsión, una adicción al trabajo con toda la problemática y
perjuicio de cualquier otra adicción.
Cuesta reconocerla porque la actividad
parece «buena», «espiritual», y «para
Dios».
Sin embargo, varios síntomas pueden
revelar que el problema es más grave de lo
que parece. La irritabilidad, los conflictos
interpersonales, la fatiga y el desgano, el
cinismo y problemas físicos sin explicación apuntan a áreas que requieren atención inmediata. Peter Scazzero subraya lo
que puede pasar cuando se mete excesivamente en el ministerio y afirma que la
madurez emocional es tan importante
como la madurez espiritual.²
Puede ser necesario recurrir a un consejero de confianza o a un grupo de pastores colegas a quienes uno puede rendir
cuenta y analizar las formas de pensar que
subyacen las compulsiones: la de probar,
que apuntala una baja autoestima, la de
proveer, sintiéndose imprescindible, la de
complacer, sea a la gente o a la percepción
equivocada de un Dios exigente y enojado. A menudo se visten las compulsiones
con justificaciones teológicas y explicaciones aceptables en el ambiente eclesial.
Por eso, se requiere ayuda para descubrir
los puntos ciegos del razonamiento a fin
de llevar al pastor adicto y agotado a la
salud emocional.
No debe sorprender que habrá mucha resistencia al cambio, no sólo en lo
conceptual, sino también en la disposición a cambiar. A veces será necesario rever la teología, el concepto de Dios, o los
valores del ministerio para llegar a la salud emocional. El cambio comienza con el
arrepentimiento para luego buscar pasos
y procedimientos que conducen al cambio. Los que acompañan al pastor en esta
situación necesitan ser perseverantes, pacientes y amorosos. Hay que seguir luchando de por vida.
Al volver a ver el ejemplo de Jesús, no
observamos apuros ni crisis de estrés, sino
pasos firmes y equilibrados hacia el cumplimiento de la voluntad de Dios. Supo
manejar las demandas de la gente, las críticas y las interrupciones con calma y
tranquilidad. No utilizó una agenda, pero
siempre mantuvo en vista el propósito de
Dios hasta el final. Apuntemos también a
lo mismo.
Fuentes y referencias
- Ver Blanchard, Ken y Spencer Johnson, El ejecutivo al minuto y la organización del tiempo, 8va edición (Barcelona: Grijalbo, 1985).
- Scazzero, Peter y Warren Bird, Una iglesia emocionalmente sana (Miami: Editorial Vida, 2005).
Pablo Wright (pwright@avmi.org)
El Dr. Pablo (Paul) Wright ha sido misionero, pastor y educador en la Argentina por más de 40 años. Actualmente se desempeña como rector del Instituto Bíblico Evangélico Mendoza. Está casado con Elizabeth y juntos tienen 4 hijos y 7
nietos.