¿Qué es madurez espiritual? ¿Quién es maduro? ¿Soy yo maduro o madura? No es fácil definir este concepto. Queremos ver lo que el Nuevo Testamento dice sobre el tema.
La expresión «maduro» o «madurez» la encontramos pocas veces en nuestro Nuevo Testamento castellano. En griego encontramos una palabra bastante usada y una de sus traducciones posibles es «maduro». Es la palabra teleios, y sus traducciones posibles son: completo, perfecto, íntegro, maduro, bien desarrollado.
Al hablar de algo completo o bien desarrollado y maduro, esto nos indica que hubo un proceso de crecimiento. Todas las frutas tienen que desarrollarse bien hasta llegar a la madurez; el tiempo de ese proceso es distinto en las diferentes frutas. En la vida de los creyentes es igual.
La persona que nace de nuevo en Cristo, comienza a crecer y a madurar. Algunos maduran más rápido y otros más lento, pero en algún momento el cristiano tiene que empezar a madurar, para dar buenos frutos. Así por ejemplo, el autor de Hebreos se queja que los creyentes a quienes escribe ya deberían ser maestros, pero sin embargo siguen siendo inexpertos y niños en la fe (Heb. 5:11-14).
Es importante que no esperemos mucha madurez espiritual de los nuevos creyentes, pero tenemos que enseñarles y guiarles de tal forma que puedan ir madurando.
Hoy quiero hablar de dos marcas o características de la madurez espiritual.
1. El amor
En el Sermón del Monte (Mt. 5-7), vemos que Jesús enseñó a sus discípulos a crecer y madurar en las diferentes áreas de su vida. Uno de los aspectos que él enseña es sobre el amor. Como discípulos de Cristo, debemos amar a todos: a los que nos aman y también a los que nos odian y nos maldicen: porque cuando saludamos y ayudamos solamente a nuestros amigos o cercanos, eso no tiene ningún mérito, porque los que no conocen a Dios hacen lo mismo; amar significa buscar el bien del prójimo, orar por ellos, bendecirlos, etc.
Jesús concluye esa sección sobre el amor con las palabras «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto» (Mt. 5:48 RVR 1960). La palabra que se traduce como «perfectos», es teleios, como ya mencionamos arriba. Dios es perfecto en el sentido de ser sin pecado; nosotros crecemos hacia la perfección.
El apóstol Pablo escribe en Filipenses que él no es perfecto todavía, pero que sigue adelante (Fil. 3:12). Pero luego, unos versículos más tarde dice «todos los que somos perfectos» (Fil. 3:15 RVR 1960), usando ambas veces la misma palabra teleios. Aún no somos perfectos en el sentido de ser sin pecado; pero podemos ser perfectos en el sentido de ser maduros.
Los versículos de Mateo y otros más, nos indican que solamente amando a todos, reflejamos que somos hijos maduros de nuestro Padre celestial. El apóstol Juan es muy drástico y dice en Primera de Juan que «el que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas» (1 Jn. 2:9 RVC). También dice que «el que no ama a su hermano, permanece en la muerte» y «todo aquel que no hace justicia, ni ama a su hermano, tampoco es de Dios» (1 Jn. 3:10, 14 RVC). Y «todo aquel que odia a su hermano es homicida» (1 Jn. 3:15 RVC). Es decir que si creemos que somos buenos cristianos y tratamos de hacer lo correcto, pero ignoramos y despreciamos a otras personas, estamos muy lejos de ser maduros espiritualmente.
La buena noticia es que Dios ha puesto en nuestros corazones su amor (Rom. 5:5) y cuánto más permitimos que ese amor divino nos guíe, dirija y transforme, vamos a ir madurando en nuestra vida espiritual.
2. La paciencia
Otra marca de la madurez espiritual es la paciencia. Así leemos en la carta de Santiago: «Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna» (Stg. 1:4 RVR 1960). La paciencia lleva a la perfección (teleios).
Esto me indica que al crecer en la paciencia, crecemos en la perfección o madurez. La palabra paciencia aquí tiene el significado de permanecer bajo los sufrimientos con valor, fuerza y firmeza; por eso algunas traducciones lo traducen como constancia (NVI). El contexto habla de las pruebas y tentaciones y de cómo lidiar con ellas. Es en medio de las pruebas, tentaciones y dificultades que se manifiesta nuestro real carácter y nuestra madurez o inmadurez espiritual. El propósito de las diferentes pruebas, según Santiago, es llevarnos a la paciencia.
¡Cuánto nos hace falta la paciencia! A veces hay cristianos que parecen bien maduros en la fe, pero cuando viene una prueba de fuego de cualquier índole, se desaniman y aun reniegan contra Dios, contra la iglesia y contra la vida. Ya no quieren leer la Biblia, orar, congregarse, etc. Creen que todo es en vano. Esto es por falta de paciencia y madurez. No queremos sufrir, y creemos que al seguir a Cristo todos los problemas se tienen que solucionar rápidamente.
Sin embargo, al seguir firmes con nuestra fe y confianza puesta en el Señor, esto nos lleva a la madurez espiritual, y el Señor obrará a su tiempo y nos dará su gozo y paz para seguir luchando. Pero todo es un proceso y es por práctica, con la ayuda del Espíritu Santo. La paciencia tiene que crecer y desarrollarse plenamente para que podamos llegar a la perfección o madurez espiritual. ¿Anhelamos realmente la madurez espiritual? Entonces practiquemos la paciencia; es uno de los ingredientes para llegar a la madurez.
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Por Elfriede Janz de Verón
Casada con el pastor Juan Silverio Verón, Elfriede es madre de cuatro hijos y abuela de cuatro nietos. Profesora del Instituto Bíblico Asunción (IBA), donde ha enseñado por 39 años, posee una maestría en Teología del Nuevo Testamento por el Mennonite Brethren Biblical Seminary, además de un doctorado honorifico por la Universidad Evangélica del Paraguay.

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