Por Jon A. Herrin. Con las mejores intenciones, pastores y congregaciones implementan el legalismo. Es por amor —no queremos que nuestr...
Por Jon A. Herrin.
Con las mejores intenciones, pastores y congregaciones implementan el legalismo.
Es por amor —no queremos que nuestra gente caiga en pecado, que anden en peligro. ¿La cosa más fácil? Poner una «cerca» de comportamiento alrededor de la gente para protegerlos.
¿Cuántas veces hemos oído la parábola de la ovejita perdida? Es una de mis historias favoritas desde la niñez. Cuando era pequeño, mis padres me compraron una colección de libros hermosos que se llaman Libros Arco, libritos que presentaron algunos de los más grandes cuentos bíblicos a todo color. El pastor, en esa historia de la ovejita perdida, en el libro original, se llama Jon —¡igual como yo! El libro se llamaba, Jon y la pequeña ovejita perdida. (La nueva versión se llama La parábola de la oveja perdida). Creo que leí ese librito unas mil veces.
Como adulto, todavía me encanta oír la historia de la oveja pérdida encontrado en Lucas 15.4-7 en el Nuevo Testamento:
«Supongamos que uno de ustedes tiene cien ovejas y pierde una de ellas. ¿No deja las noventa y nueve en el campo, y va en busca de la oveja perdida hasta encontrarla? Y, cuando la encuentra, lleno de alegría la carga en los hombros y vuelve a la casa. Al llegar, reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo; ya encontré la oveja que se me había perdido”. Les digo que así es también en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse».
La parábola es hermosa... el rescate, maravilloso.
Entonces, este pastor tiene un problema de ovejas vagabundas, distraídas y extraviadas. La respuesta —claro— es lógico: debe construir una cerca, un recinto. Con una cerca sencilla, las ovejas no van a vagabundear. El pastor no tendrá que perder su importante tiempo persiguiendo ovejas perdidas por cualquier lugar. No será necesario abandonar las 99 por la necedad de la una que no sabe su lugar. Es decir, listo, ahí está la solución, un recinto para la noche; ¿por qué no uno para el día también? Ya no más ovejas pérdidas. Problema resuelto.
Pero, espere... Había un tiempo cuando el pastor reconocía a cada oveja, sabía cada mancha y las peculiaridades de cada una. Antes, conocía el balido y el «beee» de cada chivo, cabra y cordero. Contaba y contaba de nuevo las ovejas... dormía entre ellas... tocaba su arpa o flauta para ellas. Si vagabundeaba una oveja, él sabía probablemente en dónde estaría... e iba por ella, buscándola hasta encontrarla.
Ya no más. ¿Qué pasa ahora? Su enfoque ahora está en la cerca. Su trabajo es mantener el recinto. Su atención ya es para la cerca... la calidad y la solidez del poste de la cerca... la integridad del alambre... la posibilidad de huecos en la cerca. Su tiempo está ocupado reemplazando los postes, arreglando la cerca. En vez de caminar entre las ovejas, el pastor —ahora cuidador de cercas— está caminado el perímetro, sus ojos fijos en la cerca, de espalda a las ovejas. Si por casualidad está andando fuera de la cerca, las ovejas son nada más que algo en su visión periférica.
Las ovejas conocen la voz de su pastor. Ellas van a él... él les rasca la cabeza, detrás de las orejas, saca su flauta y toca la misma melodía sencilla que ellas reconocen y aman. Se sienten seguras con él; sí, ponen su confianza en su pastor... no en cercas.
Es curioso: pregunte a cualquier pastor, líder o cristiano fiel, «¿Crees tú en el poder y la obra del Espíritu Santo?», y la respuesta será, «¡Sí!». Somos sellados por el Espíritu Santo (Efesios 1.13-14, 2 Co- rintios 5.5, Efesios 4.30), creemos que somos enseñados y guiados por el Espíritu Santo. Predicamos y enseñamos que el Espíritu nos cuida. Pero, también, demasiadas congregaciones y líderes piensan que necesitan poner «una cerca» alrededor de «las ovejas» para protegerlas. Espere —¿el Espíritu Santo es tan débil que necesita la ayuda de una fabricación humana? Los fariseos practicaban lo mismo —en el Judaísmo de los días de Jesús, una cerca de tradiciones humanas rodeaba la ley de Dios, la Torah... y Jesucristo se rehusó a reconocerla.
¿Por qué seguimos con esta práctica hoy en día, cuando podemos vivir en la libertad de la fe por el Espíritu Santo? Debemos recordar y vivir con gozo las palabras escritas por Pablo: «Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud» (Gal. 5.1). Y, Cristo declaró, «...conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8.32).
El autor es Jon A. Herrin
Jon y su esposa Lía son siervos de Dios, compartiendo el amor de Dios y las buenas nuevas de Cristo Jesús en donde se encuentren. Han servido durante siete años como misioneros en Venezuela y México. Tienen tres hijos adultos.
Jon posee una maestría en Educación y un doctorado en Teología, es pastor, profesor y escritor con un énfasis en la vida discipulada y los gozos de la Palabra de Dios.
Lía es educadora y le encanta ministrar entre los jóvenes.
Con las mejores intenciones, pastores y congregaciones implementan el legalismo.
Es por amor —no queremos que nuestra gente caiga en pecado, que anden en peligro. ¿La cosa más fácil? Poner una «cerca» de comportamiento alrededor de la gente para protegerlos.
¿Cuántas veces hemos oído la parábola de la ovejita perdida? Es una de mis historias favoritas desde la niñez. Cuando era pequeño, mis padres me compraron una colección de libros hermosos que se llaman Libros Arco, libritos que presentaron algunos de los más grandes cuentos bíblicos a todo color. El pastor, en esa historia de la ovejita perdida, en el libro original, se llama Jon —¡igual como yo! El libro se llamaba, Jon y la pequeña ovejita perdida. (La nueva versión se llama La parábola de la oveja perdida). Creo que leí ese librito unas mil veces.
Como adulto, todavía me encanta oír la historia de la oveja pérdida encontrado en Lucas 15.4-7 en el Nuevo Testamento:
«Supongamos que uno de ustedes tiene cien ovejas y pierde una de ellas. ¿No deja las noventa y nueve en el campo, y va en busca de la oveja perdida hasta encontrarla? Y, cuando la encuentra, lleno de alegría la carga en los hombros y vuelve a la casa. Al llegar, reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo; ya encontré la oveja que se me había perdido”. Les digo que así es también en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse».
La parábola es hermosa... el rescate, maravilloso.
La solución... ¿o no?
Como adulto con entrenamiento en liderazgo bueno y moderno, no puedo dejar de pensar en los pasos a seguir —soy un solucionador de problemas, ¡así que vamos a resolver este problema!Entonces, este pastor tiene un problema de ovejas vagabundas, distraídas y extraviadas. La respuesta —claro— es lógico: debe construir una cerca, un recinto. Con una cerca sencilla, las ovejas no van a vagabundear. El pastor no tendrá que perder su importante tiempo persiguiendo ovejas perdidas por cualquier lugar. No será necesario abandonar las 99 por la necedad de la una que no sabe su lugar. Es decir, listo, ahí está la solución, un recinto para la noche; ¿por qué no uno para el día también? Ya no más ovejas pérdidas. Problema resuelto.
Pero, espere... Había un tiempo cuando el pastor reconocía a cada oveja, sabía cada mancha y las peculiaridades de cada una. Antes, conocía el balido y el «beee» de cada chivo, cabra y cordero. Contaba y contaba de nuevo las ovejas... dormía entre ellas... tocaba su arpa o flauta para ellas. Si vagabundeaba una oveja, él sabía probablemente en dónde estaría... e iba por ella, buscándola hasta encontrarla.
Ya no más. ¿Qué pasa ahora? Su enfoque ahora está en la cerca. Su trabajo es mantener el recinto. Su atención ya es para la cerca... la calidad y la solidez del poste de la cerca... la integridad del alambre... la posibilidad de huecos en la cerca. Su tiempo está ocupado reemplazando los postes, arreglando la cerca. En vez de caminar entre las ovejas, el pastor —ahora cuidador de cercas— está caminado el perímetro, sus ojos fijos en la cerca, de espalda a las ovejas. Si por casualidad está andando fuera de la cerca, las ovejas son nada más que algo en su visión periférica.
Pastorear en libertad
Por eso, el pastor en Lucas 15 nunca piensa en una cerca. Rescata a la oveja perdida y la regresa al rebaño. Al día siguiente, otra vez lleva al rebaño a los pastos verdes en donde las mira, a ellas, donde las cuida. Da a sus ovejas la libertad de vagar... y regresar. Enfoca su vida en sus ovejas, para conocer a cada una por nombre, para reconocerlas aún a distancia. Busca una oveja perdida tras otra para que todas puedan tener la libertad de una vida sin cercas, que puedan tener el gozo de conocer a su pastor.Las ovejas conocen la voz de su pastor. Ellas van a él... él les rasca la cabeza, detrás de las orejas, saca su flauta y toca la misma melodía sencilla que ellas reconocen y aman. Se sienten seguras con él; sí, ponen su confianza en su pastor... no en cercas.
Es curioso: pregunte a cualquier pastor, líder o cristiano fiel, «¿Crees tú en el poder y la obra del Espíritu Santo?», y la respuesta será, «¡Sí!». Somos sellados por el Espíritu Santo (Efesios 1.13-14, 2 Co- rintios 5.5, Efesios 4.30), creemos que somos enseñados y guiados por el Espíritu Santo. Predicamos y enseñamos que el Espíritu nos cuida. Pero, también, demasiadas congregaciones y líderes piensan que necesitan poner «una cerca» alrededor de «las ovejas» para protegerlas. Espere —¿el Espíritu Santo es tan débil que necesita la ayuda de una fabricación humana? Los fariseos practicaban lo mismo —en el Judaísmo de los días de Jesús, una cerca de tradiciones humanas rodeaba la ley de Dios, la Torah... y Jesucristo se rehusó a reconocerla.
¿Por qué seguimos con esta práctica hoy en día, cuando podemos vivir en la libertad de la fe por el Espíritu Santo? Debemos recordar y vivir con gozo las palabras escritas por Pablo: «Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud» (Gal. 5.1). Y, Cristo declaró, «...conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8.32).
Basta de construir cercas
Mis hermanos en Cristo, en vez de gastar tanto tiempo y recursos en construir y mantener «cercas», ¿no sería mejor enfocarnos en conocer las ovejas de nuestro rebaño, pasar tiempo con ellas, y regocijarnos en la presencia de nuestro buen Pastor? Descansemos en la presencia del Pastor, confiando en Su amor y en el poder de Su Espíritu.El autor es Jon A. Herrin
Jon y su esposa Lía son siervos de Dios, compartiendo el amor de Dios y las buenas nuevas de Cristo Jesús en donde se encuentren. Han servido durante siete años como misioneros en Venezuela y México. Tienen tres hijos adultos.
Jon posee una maestría en Educación y un doctorado en Teología, es pastor, profesor y escritor con un énfasis en la vida discipulada y los gozos de la Palabra de Dios.
Lía es educadora y le encanta ministrar entre los jóvenes.