El consuelo en la consejería: La vida es como un diamante de mil facetas. Por ello es importante conocer lo que hombres y mujeres de Dios en la Biblia
EL RECURSO DEL CONSUELO EN LA ENSEÑANZA DE PABLO PARA LA CONSEJERÍA
La vida es como un diamante de mil facetas. Por ello es importante conocer
lo que hombres y mujeres de Dios en
la Biblia nos enseñan sobre la vida cristiana y, especialmente, cuáles fueron los recursos que tuvieron para enfrentar la vida
con todas sus múltiples dificultades. Centremos la atención en lo que declara el
apóstol Pablo en el siguiente pasaje:
«Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues él es el Padre que nos tiene compasión y el Dios que siempre nos consuela. Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que nosotros podamos consolar también a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que él nos ha dado a nosotros. Porque, así como los sufrimientos de Cristo se desbordan sobre nosotros y nosotros sufrimos con él, así también por medio de Cristo se desborda nuestro consuelo» (2 Cor. 1:3-5 DHH).
Preguntémonos: ¿Qué implicaciones
tiene este texto de la Escritura en la labor
del consejero cristiano? Enumeraremos
varios aspectos.
1. El recurso del consuelo
En primer lugar, notemos que el apóstol
usa las palabras «consuela» y «consuelo»
en dos ocasiones cada una, y «consolar»
en una ocasión. Esta repetición es intencional. Nos llama la atención a una realidad tan grande en su importancia que es
imposible pasarlo por alto: el recurso del
consuelo, al cual podemos echar mano en
medio del sufrimiento que como seres
humanos nos toca experimentar.
Gracias a este recurso interno que tenemos como hijos de Dios, podemos enfrentarnos a las tensiones de la vida y,
como consejeros, ayudar a otros que atraviesan circunstancias similares.
2. La naturaleza del consuelo
En segundo lugar, debemos entender la
naturaleza de este consuelo. No se trata
de un esfuerzo emotivo o sentimental de
consolarnos a nosotros mismos. La palabra traducida como «consuelo» viene del
griego paraklesis y significa el que llama a
nuestra puerta para ayudarnos. Entonces, el consuelo es fruto de la petición que
hacemos a Dios, desde lo más profundo,
para que su presencia entre marchando a
nuestro ser, para darnos fuerza en medio
del sufrimiento.
A través del consuelo Dios nos conforta, lo que significa la adición de nueva
fuerza. Recordemos el majestuoso pasaje
de Isaías:
«Él da fuerzas al cansado, y al débil le aumenta su vigor. Hasta los jóvenes pueden cansarse y fatigarse, hasta los más fuertes llegan a caer, pero los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse» (Is. 40:29-31 DHH).
Esta es la naturaleza del consuelo cristiano, es impartimiento de vigor, de estabilidad, de fuerzas. Cuando Pablo dice
que ha sido consolado quiere decir que
toda su persona ha sido reforzada sobrenaturalmente.
¡No hay nada superficial en este consuelo! Este consuelo no intenta ponernos
una venda para que no veamos lo duro de
la vida, sino más bien darnos la armadura
para que podamos enfrentarla.
3. La fuente del consuelo
En tercer lugar, veamos la fuente de este
consuelo. Pablo dice: «el Dios que siempre nos consuela» (DHH), «Dios de toda
consolación» (RVR60). El consuelo emana de Dios. Los seres humanos nos hemos
tornado a otras fuentes en busca de consuelo. Algunos en la ciencia, otros en la naturaleza, otros en el pensamiento positivo, el control mental, etc. Pero el evangelio de Cristo les da la espalda a todas esas
fuentes secundarias, y que fallan. En la labor de la consejería debemos mostrar a
aquellos que recurren a nosotros en busca de soluciones, que el verdadero consuelo viene de Dios.
4. El alcance del consuelo
En cuarto lugar, ¿para qué clase de sufrimiento nos es dado el consuelo? Pablo
nos dice: «Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos». Pero estas palabras no
son un credo, sino un testimonio; no son
un ideal, sino una confesión.
Volviendo al apóstol Pablo, él mismo
había sido consolado en todas sus tribulaciones, tal como lo dejó plasmado en sus
cartas. En 2 Corintios 12:7, habla de una
espina que tenía clavada en su carne, una
descripción elocuente de algo doloroso
por lo que atravesaba. Pero en el v. 9 añade que Dios le había dado gracia para sobrellevarlo. Afirmó que tenía «la paz que
sobrepasa todo entendimiento» (Fil. 4:7),
que guardaba su corazón y pensamientos
ante la adversidad y el sufrimiento.
¿Es nuestro sufrimiento moral, espiritual, emocional, físico? Pablo también exclamó:
«Pero en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. […] ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor!» (Rom. 8:37-39 DHH).
La fuente final de angustia para los seres humanos es la muerte. Pablo nos
muestra que Dios da recursos también
para esta crisis y sufrimiento extremo.
Ante esto, exclama un canto de victoria:
«¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?
¿Dónde, oh sepulcro, tu aguijón?» (1 Cor.
15:55 NBLH). Hay recursos en la vida cristiana, aun para confrontar la muerte.
5. La agente del consuelo
En quinto lugar, se debe tener en cuenta la
obra del Espíritu Santo. Un resultado de la
venida del Espíritu Santo en plenitud sobre nosotros son los recursos que tenemos a mano, entre estos el consuelo. El
creyente, lleno del Espíritu Santo, no tiene
que derrumbarse ante el vendaval.
Trasladémonos a ese momento solemne cuando Jesucristo está despidiéndose de sus discípulos. En unas cuantas
horas quedarán solos, navegando en medio de las tensiones de la vida. Ante esto el
Señor les promete:
«Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad. […] Vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros» (Jn. 14:16-17 RVR60)
La palabra traducida «Consolador»
viene del griego parakletos, idéntica a la
palabra en que hemos estado reflexionando, «consuelo», paraklesis en griego. El
Espíritu Santo que viene a nosotros no solo nos llena y nos limpia, sino también
nos conforta, nos da los recursos internos
que necesitamos de modo que, en la hora
más oscura, no tenemos que desfallecer.
¿Por qué pasan los hijos de Dios por
tales tempestades? ¡Cuánto quisiéramos
tener una respuesta certera a esta pregunta!, especialmente cuando somos abordados por aquellos a quienes Dios nos permite aconsejar. Pero, mejor que la respuesta a esta pregunta, es la ayuda que tenemos: la presencia del Consolador, del
Espíritu de Dios en nosotros. En él, tenemos los recursos suficientes para la peor
crisis que podamos atravesar.
6. El propósito del consuelo
Por último, el consuelo que podamos experimentar ante las situaciones de sufrimiento no es un fin en sí mismo, hay un
propósito más allá de ser solo un recurso
para provecho propio. Categóricamente,
en el v. 4 Pablo nos nuestra el para qué:
«para que nosotros podamos consolar
también a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que él nos ha dado a nosotros».
Sí, tenemos el recurso del consuelo
para atravesar el más oscuro de los valles,
pero también para consolar a los que sufren, brindándoles el mismo consuelo que
hemos recibido de parte de Dios. En esto
estriba el valor de la enseñanza del apóstol Pablo en nuestra labor como consejeros.
Por Mauricio Valverde (mauriciovalverded@gmail.com)
Licenciado en Teología y en Comunicación y Periodismo,
actualmente cursa un Doctorado en Teología con énfasis en
Eclesiología en UNELA. Desde 2001, ha servido en la Federación Alianza Evangélica Costarricense (FAEC), desempeñándose como coordinador de comunicación, director del
Plan de Capacitación por Extensión y del Colegio Pastoral,
hasta asumir en 2021 la Dirección Ejecutiva. Ha sido docente en la Universidad Nazarena (UNAZA), ESEPA y UNELA.
Desde 1997, es pastor de la iglesia Hacienda del Rey en Moravia, San José, Costa Rica.