Podemos comparar la participación y experiencia del culto con la práctica de la alimentación diaria de cada persona para satisfacer su hambre, el alim
ELEMENTOS DE UN CULTO TRANSFORMADOR SEGÚN EL MODELO DE NEHEMÍAS
Podemos comparar la participación y
experiencia del culto con la práctica
de la alimentación diaria de cada
persona para satisfacer su hambre, el alimento le permitirá sobrevivir, recobrar su
vigor para realizar sus tareas diarias, mantener su salud y afrontar satisfactoriamente las enfermedades. De igual manera, el cristiano requiere alimentarse espiritualmente para crecer en forma saludable
en su fe en Cristo Jesús. Sin embargo, así
como el alimento natural debe ser nutritivo para conservar la salud de la persona;
el culto debe ofrecer un menú con una variedad de elementos y prácticas cúlticas
nutritivas para edificar la vida integral de la comunidad de fe. Esto implica satisfacer las necesidades espirituales, sociales,
intelectuales, afectivas, materiales, etc. de
los integrantes de la iglesia. El apóstol Pablo les escribió a los corintios y expuso algunas directrices sobre el culto público
destacando las tres finalidades de una celebración, que son: edificar, animar y consolar (1 Cor. 14:3). El culto es una celebración donde el participante tiene un encuentro con Dios, con su Palabra y con los
miembros de la comunidad de fe para fortalecer los vínculos de amistad cristiana.
En una congregación, los encargados
de dirigir el culto público deben preguntarse: ¿Cómo planificar de manera intencional una celebración que sea edificante?
¿Qué elementos debe tener un culto para
edificar, animar y consolar a los integrantes de la comunidad de fe? ¿Quiénes pueden participar en el culto para nutrir
miembros de la iglesia?
Nehemías es considerado como líder
que dirigió a los judíos después del exilio
babilónico a reconstruir los muros de la
ciudad de Jerusalén; sin embargo, es mejor conocerlo como el reformador y restaurador de la nación judía. En los primeros capítulos del libro que lleva su nombre
planificó la construcción de los muros, organizó al pueblo para que juntos se dedicarán a esta magna tarea e impartió directrices para que los habitantes de Jerusalén
fueran solidarios con los pobres de la ciudad. Posteriormente, cuando «la muralla
fue terminada» (Neh. 6:15), convocó y
reunió a «todo el pueblo» para realizar
un culto. Este culto contiene algunos elementos para considerar en la planificación de una celebración pública. Entre
ellos:
1. Una celebración que promueve la unidad (Neh. 8:1)
El culto descrito en este capítulo se llevó a
cabo en un contexto de restauración de la
ciudad. Antes de la llegada de Nehemías a
Jerusalén, el pueblo y sus dirigentes estaban desunidos y eran avasallados por el
oprobio, escarnio y la burla de los enemigos (2:17); pero Nehemías logró conjuntarlos y unirlos para que reconstruir las diferentes secciones de la muralla (Neh. 3).
Esta unidad nacional se reforzará en el
culto público que convocó.
Aquellos que planifican, elaboran y
ejecutan el culto deben promover la unidad de los participantes; deben pronunciar palabras de bienvenida, frases que
animen al compañerismo y oraciones que
estimulen la armonía de la iglesia. Esto implica renunciar a las actitudes despectivas
hacia un sector de los asistentes para unir
diferentes clases sociales, culturales, económica o educativas. El apóstol Santiago
reprende a los dirigentes de la iglesia,
quienes con una actitud de «favoritismo» hacia los ricos y con «discriminación» (2:4) despreciaban a los pobres que
asistían a las reuniones de la iglesia; de
esta manera, los juzgaban «con malas intenciones». El culto público debe promover la unidad del pueblo de Dios.
2. Una celebración que promueve la lectura y predicación de la palabra de dios (Neh. 8:2-5)
En el culto que organizó Nehemías, le pidió al «maestro Esdras», quien era «versado en la ley que el Señor, Dios de Israel,
le había dado a Moisés» (Esd. 7:6) y como
«sacerdote» leyó todo el día la ley de Dios
«desde el alba hasta el mediodía». Es digno de señalar que el culto centró su atención en la Palabra de Dios. El culto público
debe destacar la relevancia del mensaje
de Dios a la congregación. El mensaje
debe ser pertinente a la ocasión, responder a las necesidades de la congregación y
desafiarlos a tomar la decisión para aplicar dicho mensaje. Sin embargo, si el mensaje no es comprensible, los oyentes del
culto no lo entenderán o pueden caer en
el peligro de implementarlo erróneamente. Interesantemente, la exposición de la
ley de Dios en el culto mencionado para
evitar errores de interpretación y aplicación «explicaban la ley al pueblo… ellos leían con claridad el libro de la ley de Dios
y la interpretaban de modo que se comprendiera su lectura» (8:9).
La claridad de la exposición bíblica de
manera entendible en el culto edifica a los
asistentes. En el pasaje se menciona «que
todo el pueblo» aplicó con alegría el mensaje de la ley del Señor «porque habían
comprendido lo que se les había enseñado» (8:12). ¡Dichosa la congregación cuyos dirigentes exponen la Palabra de tal
manera que es comprensible a la mente
de los participantes del culto, que la asimilan en sus vidas y la interiorizan en sus
corazones para aplicarla en su diario vivir!
El apóstol Pablo describe su ministerio de predicación como hablar «de parte
de Dios y delante de Dios» (2 Cor. 2:17
LBLA). Luego, en su mensaje de despedida
les recordó a los ancianos o pastores de la
iglesia de Efeso que él se había dedicado a «predicar todo lo que les fuera de provecho» (Hch. 20:20) y los animó a predicar
el «mensaje de la gracia» (Hch. 20:33) de
Dios; es decir, que evitaran manipular o
tergiversar el mensaje con legalismo deshumanizante o con falsas interpretaciones que no se ajustan a la sana exégesis.
Asimismo, les recordó que el mensaje de
la gracia de Dios revelada en Cristo «tiene
poder para» edificar a los asistentes al
culto. En este aspecto, la predicación del
culto público debe estar centrada en enfatizar la persona del Señor Jesús y el mensaje del evangelio del reino de Dios. Como
lo afirma John Stott: «La salvación se alcanza mediante la fe en Jesús. Si la Escritura tiene que ver con la salvación y la salvación mediante Cristo, la Escritura está llena de Cristo».
3. Una celebración que promueve la alegría de los asistentes (Neh. 8:9-12)
Probablemente, los asistentes de la celebración que convocó Nehemías, al escuchar la ley de Dios se sintieron compungidos, afligidos y tristes por «sus propios
pecados y la maldad de sus antepasados»
(cf. 9:1-3). Ellos reconocieron que habían
ofendido a Dios y quebrantaron el pacto.
En este ambiente de tristeza, Nehemías y
los dirigentes del culto animaron al pueblo a abandonar la tristeza y abrazar «el
gozo del Señor» (8:9). Se aprecia que los
líderes no manipularon las emociones de
los asistentes para que confesaran sus faltas y pecados. La tristeza experimentada
fue la respuesta a la Palabra de Dios. Asimismo, se aprecia que animaron al pueblo
a sustituir la tristeza por «el gozo del Señor» porque el gozo y la alegría es una
«fortaleza» emocional y espiritual para
enfrentar las adversidades de la vida.
Los dirigentes de las celebraciones deben tener presente que algunos asistentes
a los cultos sufren los embates de una cultura anticristiana; que experimentan conflictos en los lugares donde laboran; que
los conflictos familiares los desgasta emocional y espiritualmente, etc. En este contexto, el culto es como un oasis espiritual
donde sus asistentes refrescan sus corazones en «el gozo del Señor», que está vivo
y puede convertir el «lamento en danza»
y quitar «la ropa de luto» por el «vestido
de fiesta» (Sal. 30:11). El culto es un tiempo donde los asistentes afligidos y tristes
experimentan la «alegría en su presencia» (Sal. 16:11, cf. Stg. 5:13-14). ¡Dichosa
la iglesia que promueve un ambiente de
paz, serenidad y alegría en sus celebraciones!
4. Una celebración que promueve la acción social (Neh. 8:10-12)
Al llegar a la culminación del culto, Nehemías y los levitas despidieron a sus asistentes, pero antes de retirarse los animaron a ir a sus respectivos hogares, que se
alimentaran «bien» y que compartieran
«su comida con quienes no tienen nada».
La dinámica de un culto no debe ser una
actividad social y espiritual aislada o desencarnada de la vida familiar y social de
sus asistentes. El culto ofrece la oportunidad para promover la solidaridad de sus
miembros hacia el necesitado, la empatía
hacia los miembros de la familia y estimular buena disposición de ayudar a los
compañeros de trabajo. El culto debe desafiar a los asistentes a ser una bendición
a la familia y a la sociedad con el testimonio, la evangelización y las buenas obras.
De la iglesia dirigida por los apóstoles se
dice: «No dejaban de reunirse unánimes
en el Templo ni un solo día. De casa en
casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad». Dicha dinámica de esta congregación provocaba
un impacto en la sociedad, de tal manera
que tenía «la estimación general del pueblo» (Hch. 2:46-47).
Estos aspectos del culto que hemos
estado analizando, desafía a los dirigentes
cultuales a exponer la Palabra de Dios con
claridad para ser aplicada en la vida diaria
de los asistentes del culto, que disfruten
de la alegría del Espíritu Santo y que los
adiestre para impactar a la familia y la sociedad.
Por Marvin Leandro (pasmarvin59@gmail.com)
Marvin Leandro Palacios está casado con Yamileth Artavia
Murillo y son padres de tres hijos: Alejandro, Johan y Katherine. El pastor Leandro ha ejercido el ministerio pastoral desde el año 1980. Estudió en ESEPA donde obtuvo su Bachillerato en Educación Cristiana, en UNELA adquirió el bachillerato en Misionología y la Maestría en Consejería Pastoral y
en Azusa Pacific University alcanzó su Maestría en Trabajo
Pastoral. Ha sido profesor en varios institutos y seminarios
en Costa Rica, Nicaragua y Estados Unidos. Actualmente,
junto con su esposa Yamileth, ejerce el pastorado en la Iglesia Bíblica Nazareth, en la ciudad de San José, Costa Rica.