Los 6 pilares del maestro bíblico según Spurgeon. ¿Alguna vez has escuchado la frase: «Qué fácil es ser maestro, solo hay que pararse y hablar»? Vivim
PRERREQUISITOS ESENCIALES PARA EL MINISTERIO DE LA ENSEÑANZA
¿Alguna vez has escuchado la frase: «Qué fácil es ser maestro, solo hay que pararse y hablar»?
Vivimos en un tiempo en el que algunas
personas opinan que el desempeño del
maestro es algo demasiado simple. Como
profesional de la docencia y la pedagogía
lo he visto de primera mano.
No obstante, detrás de la profesión
docente existe un universo formativo que
le ha brindado un perfil con bases psicológicas, pedagógicas, sociales y académicas a fin de poder transmitir la enseñanza
y propiciar el aprendizaje de sus alumnos;
el maestro tomará en cuenta múltiples
variables como los conocimientos previos, las capacidades de cada estudiante,
su contexto social, las características de
cada personalidad, sus ritmos de aprendizaje, las posibles barreras de aprendizaje,
situaciones del neurodesarrollo entre
otras más que no citaré para aprovechar
este espacio, pero diré que inmerso en todas estas características esta la vocación;
que se traduce como la «pasión por hacer
algo», en este caso la enseñanza.
En un contexto espiritual, propiamente hablando de la enseñanza en la iglesia,
también tenemos maestros que han recibido ese don y ministerio y que ocupan
un espacio otorgado por el Señor para la
educación espiritual de su pueblo, esta labor es fascinante porque está apoyada directamente en el poder de la Palabra de
Dios y por la directa influencia del Espíritu
Santo, o al menos en teoría así debiera ser
¿pero porque digo que así debería ser?
Porque el maestro debe cumplir con ciertas condiciones a fin de que la Palabra se
transforme en poder y la influencia del Espíritu Santo le convierta en ministro «al
fuego llameante».
Los prerrequisitos del maestro
En la enseñanza secular los prerrequisitos
del maestro son más de índole secular, intelectual y de vocación, pero en la enseñanza bíblica los prerrequisitos son más
elevados que eso. Charles Spurgeon escribió, entre otros libros, uno que a mí en lo
personal me ha parecido una obra maestra en lo que concierne a la preparación
del maestro y me tomaré la libertad de
compartir contigo algunos de los consejos muy vigentes que nos entregó este
hombre de Dios. El libro en cuestión se titula: Discursos a mis estudiantes.
1. La preparación espiritual
Spurgeon dice que el maestro debe ser
una persona convertida, de otra forma
tendríamos una terrible contradicción,
esto apunta a que el maestro necesita ser
una persona con «corazón salvo» para
que no termine como aquellos maestros
que denunció el Señor Jesús: ciegos guías
de ciegos (Mt. 15:14)
Un maestro de carácter santo recibe
un amén aprobatorio del cielo antes de
que la congregación diga amén a sus enseñanzas. Se ha convertido en una ofrenda
viva, de la que sale humo de olor suave y
agradable delante de Dios. No hay mejor
cosa que el maestro reciba aprobación de
Dios antes que los hombres.
2. Deseo y competencia
No pocos en la iglesia sienten el ferviente
deseo de enseñar, pero Spurgeon decía
que el deseo no basta, sino que esto debe
venir acompañado de humildad y preparación en conocimiento y el modo de expresarse. La función de maestro no debe
ser alimentada únicamente por un deseo personal, pues de otra manera antepondremos nuestra persona a la persona de
Cristo en el púlpito o lugar de la enseñanza. Todo enseñador debe tener muy en
claro no proyectarse a sí mismo sino proyectar al Señor Jesús, así como su gracia
salvadora y al final, cuando recibas alabanza de los hombres puedas entregar
toda gloria y honor al Señor. Así es como
la humildad nos protege del orgullo.
3. La oración
Para Spurgeon, la oración vendría a ser la
parte más importante de todas. La analogía que utiliza es «el martillo de la oración», porque con ello se puede golpear
el texto hasta encontrar las vetas del mineral espiritual y como si la vara de Moisés golpeara la roca e hiciere fluir corrientes de aguas vivas.
Uno de los obstáculos que tenemos
hoy los maestros son el ritmo de vida estresado al que nos enfrentamos, nunca
como hoy la vida nos hace correr de acá
para allá y la arena de nuestro reloj parece
que se consume demasiado pronto, nos
levantamos temprano y nos acostamos
tarde. Por lo que debemos hacer un alto y
retomar ese valioso tiempo en la presencia de Dios, ningún cristiano debería presentarse al estudio de la Palabra de Dios
con más tiempo de oración que los maestros.
4. El estudio de la biblia
La mejor manera para que el poder de la
Palabra y la acción del Espíritu Santo tomen acción en los oyentes y en nosotros
mismos es la combinación de la oración
con la lectura de las Escrituras, según
Spurgeon. Por otro lado, los maestros frecuentemente nos encontramos ante la dificultad de elegir un tema de estudio, no
porque haya carencia de temas, sino porque hay tantos que a veces es difícil decidir, para el autor, no deberíamos dejarnos llevar por cualquier tema, sino hasta que
el tema sea el que los atrape a nosotros,
que al estudiar las Escrituras el texto brille
intensamente ante nuestros ojos de tal
manera que no podamos apartarnos de
él.
5. El carácter del maestro
«Amados hermanos, no muchos
deberían llegar a ser maestros en
la iglesia, porque los que enseñamos seremos juzgados de una
manera más estricta» (Stg. 3:1
NTV).
El carácter del maestro es también
una parte fundamental en el desempeño
de su ministerio; el maestro ha de mostrarse como un verdadero discípulo de
Cristo. El apóstol Pablo decía que somos
como «cartas leídas de los hombres», es
decir, como una Biblia ambulante que las
personas que nunca leerán la Biblia, lo podrán hacer mediante la vida de los hijos de Dios. Este principio, si bien es para toda
la congregación, la vida del maestro no
debe ser la excepción.
6. La sabiduría del maestro
Sin embargo, la sabiduría que proviene del cielo es, ante todo, pura
y también ama la paz; siempre es
amable y dispuesta a ceder ante
los demás. Está llena de compasión y del fruto de buenas acciones. No muestra favoritismo y
siempre es sincera. Y los que procuran la paz sembrarán semillas
de paz y recogerán una cosecha
de justicia (Stg. 3: 17-18 NTV).
Las acciones que orbitan la sabiduría
son manifestaciones de ese carácter que
anteriormente hemos mencionado. Este
es un hermoso sello de lo alto para aquellos que aman al Señor y así enseñan no
solo desde el púlpito de la congregación,
pero desde el púlpito de la vida diaria.
¡Hasta la próxima entrega, si Dios lo
permite!
Por Alberto Esparza (albertoesparzaIIL@outlook.com)
Nacido en 1967, originario de la norteña ciudad industrial
de Monterrey, Nuevo León, México. Creyente desde los 17
años, recibió el llamado al pastorado un año después y ha
sido pastor en ocho ciudades distintas de México. Casado
con Marina, es padre de cuatro hijos maravillosos: Sara, Belem, Juan y Daniela, todos ellos creyentes y servidores de Jesucristo. Licenciado en Pedagogía y totalmente comprome tido con la educación cristiana y secular.