El desarrollo de las habilidades sociales: La comunicación humana va mucho más allá de las palabras. Aunque solemos pensar que comunicarnos es simplem
COMUNICACIÓN EMOCIONAL AUTÉNTICA PARA RELACIONES MÁS SANAS
La comunicación humana va mucho
más allá de las palabras. Aunque solemos pensar que comunicarnos es
simplemente hablar y escuchar, lo cierto
es que la mayoría de los malentendidos,
rupturas emocionales y conflictos no solo
surgen por lo que se dice, sino por cómo
se siente lo que se dice, y por todo lo que
no se logra expresar.
Detrás de cada conversación cotidiana hay un mundo emocional que, cuando
no se entiende o no se expresa correctamente, se convierte en una barrera. En
cambio, cuando se comunica desde la autenticidad emocional, se construyen relaciones más profundas, humanas y satisfactorias.
La buena comunicación implica comprender y ser comprendido, conectar con el otro, generar confianza y construir relaciones sanas. A pesar de su importancia,
muchas personas encuentran dificultades para comunicarse de forma efectiva.
¿Por qué sucede esto y qué se puede hacer
al respecto?
La vida cristiana no es solo una cuestión de fe, sino también de relaciones.
Dios no nos creó para vivir aislados, sino
para convivir, amar y edificarnos unos a
otros. En ese contexto, la comunicación es
uno de los dones más poderosos que Él
nos dio. Pero no cualquier comunicación:
una que nace del corazón, que transmite
verdad, que respeta y que sana.
Antes de poder comunicarnos bien,
debemos aprender a reconocer lo que
sentimos. Muchos cristianos crecen pensando que mostrar emociones es señal de debilidad o falta de fe. Pero la Biblia muestra todo lo contrario: las emociones son
parte del diseño de Dios, y reconocerlas es
el primer paso para sanarlas y comunicarlas correctamente. Jesús fue un comunicador por excelencia, y Él, siendo el Hijo
de Dios, expresó sus emociones: lloró (Jn.
11:35), se enojó ante la injusticia (Mr. 3:5),
sintió compasión (Mt. 9:36), miedo y angustia (Lc. 22:44). Jesús no reprimió su
mundo interior; lo vivió y lo compartió.
¿Qué implica una buena comunicación?
- Claridad: El mensaje debe ser comprensible, sin ambigüedades.
- Empatía: Entender al otro y adecuar el mensaje a su contexto y emociones.
- Escucha activa: Prestar atención, sin interrumpir ni juzgar.
- Retroalimentación: Confirmar que el mensaje fue entendido y ajustar si es necesario.
- Lenguaje verbal y no verbal: Lo que decimos y cómo lo decimos (tono, gestos, postura). Lo que digo no es tan impactante como la forma en que lo digo.
Cuando todos estos elementos se alinean, se genera una comunicación auténtica, abierta y efectiva.
¿Pero por qué algunas personas no pueden comunicar bien sus emociones?
La dificultad para comunicarse emocionalmente no es un defecto, sino una consecuencia. No todos saben cómo hacerlo.
Pero todos pueden aprender. Porque al
final, comunicarnos emocionalmente es
la manera más humana que tenemos de
estar en el mundo.
Aprendemos a comunicar desde
nuestro nacimiento, aun desde el vientre
recibimos información que puede acompañarnos durante toda la vida. Mientras
fuimos bebés, cuando teníamos hambre, dolor, molestias, estábamos comunicado. Nuestra mamá al mirarnos acariciarnos, cambiarnos, también se comunicaba. Desde ahí aprendemos a ser escuchados, amados, a pensar que si lo que comunico a otro es importante o no.
Mucha de esta información queda
grabada en mi inconsciente y empiezo a
comunicar y a escuchar con los oídos con
los que fui escuchado. Estas situaciones
pueden grabarse en nuestro interior
como traumas o heridas de los que no somos conscientes que tenemos. La forma
en que se comunicaron con nosotros,
desde la mirada, la caricia, el cuidado, van
a dejar huellas que si no fueron correctas
y no sanamos las repetiremos. Estas experiencias que se grabaron en la infancia
pueden estar en mi adulto de hoy. Te animo a reflexionar en la relación que tuviste
con tus padres en los primeros años de infancia, a perdonar y sanar cualquier herida que pueda haberse generado.
Por lo anterior citado, es importante
tener en cuenta que situaciones o experiencias pasadas influyen para una buena
comunicación. Estas pueden ser:
- Falta de educación emocional: Muchas personas no han aprendido a identificar y expresar sus emociones. Esto les impide comunicarse desde un lugar genuino. Pueden sentirse bloqueadas, agresivas o retraídas sin saber por qué.
- Miedos y traumas: Quienes han sido rechazados, criticados o silenciados en el pasado pueden tener miedo de hablar. Otros temen ser vulnerables o ser juzgados, y prefieren callar o disfrazar lo que sienten. 3. Problemas de autoestima: Las personas con baja autoestima pueden pensar que lo que dicen no es importante o que los demás no lo valorarán. Esto puede llevarlas a evitar el diálogo o a comunicarse de forma pasiva.
- Estilos de comunicación disfuncionales: Algunas personas adoptan patrones negativos, como la agresividad, la pasividad o la manipulación, muchas veces aprendidos en la infancia o reforzados por el entorno. Estos estilos bloquean el entendimiento mutuo.
- Barreras culturales o lingüísticas: En contextos interculturales o cuando las personas no comparten el mismo idioma o códigos sociales, los malentendidos son más comunes. Aquí la paciencia y la apertura son fundamentales.
Es necesario saber que al no poder comunicarme sanamente pierdo grandes
beneficios en mi salud emocional, física y
espiritual, ya que al comunicar bien obtengo beneficios como:
- Tengo menos conflictos y malentendidos.
- Fomenta la colaboración y la empatía.
- Fortalece mis vínculos familiares, laborales y sociales. Crea más intimidad y confianza en las relaciones.
- Mejora la salud mental, al poder expresar lo que se siente.
- Incrementa la autoestima, al saberse capaz de conectar con otros. Nos permite sentirnos validados y comprendidos.
- El uso del lenguaje emocional: En lugar de acusar («Tú nunca me escuchas»), puedes decir: «Me siento…».
- El método del «yo siento… cuando… porque…»: Esta estructura que ayuda a expresar emociones de forma clara y no violenta.
- La escucha empática y el silencio como herramienta emocional: No todo se dice con palabras. A veces, un silencio atento y presente es más poderoso que cualquier discurso. Saber cuándo callar y acompañar emocionalmente es una forma profunda de comunicarse.
Conclusión
La buena comunicación no es un don reservado para unos pocos. Es una habilidad que se aprende y se entrena. Requiere
práctica, paciencia y un compromiso sincero con el crecimiento personal y la
comprensión del otro.
Nuestras palabras tienen consecuencias profundas (Prov. 18:21). Podemos
usarlas para edificar, consolar, alentar y sanar, o bien para destruir, herir y humillar.
Pero la buena noticia es que Dios no nos
deja solos en este proceso. Él conoce
nuestro corazón, incluso cuando no sabemos ponerlo en palabras (Rom. 8:26).
Podemos pedirle a Dios que nos enseñe a comunicarnos con sabiduría, paciencia y amor. Él es el mejor maestro del corazón humano. Permite que el Espíritu Santo sea tu guía: Él te mostrará cuándo hablar, cómo hablar, y también cuándo callar. Y que, como dice Proverbios 16:24:
«Las palabras agradables son un panal de
miel: endulzan la vida y dan salud al cuerpo» (RVR60).
De esta manera nos volveremos mejores comunicadores, siguiendo las pisadas de nuestro maestro Jesucristo.
Por Mariana de Pinto (marianapache2@hotmail.com)
Mariana es de Córdoba, Argentina. Casada con Luis Santiago Pinto y madre de cuatro hijos, es maestra de primaria y
psicóloga, y también estudió Teología. Junto con su esposo,
quien es traductor bíblico, están trabajando en la misión
con indígenas del Chaco Paraguayo por casi 20 años. Mariana además ejerce un ministerio basado en la sanidad emocional de las personas, brindando cursos y charlas.