Esta es una de las facetas ineludibles de su ministerio. A continuación reproducimos unos párrafos del capítulo 8 del libro mencionado, que indican que el siervo de Dios alcanza y logra más, si es un fiel administrador. Desde el principio de la historia humana el Creador asignó a Adán y Eva la tarea de ser sus administradores o mayordomos en la Tierra (Gn. 1:28). José, el hijo de Jacob, fue un excelente administrador en la corte egipcia, porque la mano del Señor estaba con él. En Moisés se combinan las capacidades de un caudillo y de un buen administrador, en los momentos dramáticos de la liberación de Israel del yugo egipcio y en el largo y penoso peregrinaje hacia Canaán. Josué, Nehemías, David, Salomón, y otros eminentes siervos de Dios en días del Antiguo Testamento, se destacaron también por su extraordinaria capacidad administrativa al servicio del pueblo de Dios. Daniel fue un gran estadista en el imperio babilónico como resultado de la sabiduría especial que recibió del Señor.
En la lista de dones espirituales, en 1 Corintios 12:28, 29, el apóstol menciona “los que administran”. En este caso la palabra griega es kubernéseis, que significa dirigir, gobernar. El kubernéte es el piloto, el que lleva el timón de la nave (Hch. 27:11; Ap. 18:17). También se refiere el Nuevo Testamento a “los que presiden” (proistámenos), es decir los funcionarios o administradores de la iglesia local (Ro. 12:8; 1 Ts. 5:12; cp. 1 Ti. 3:4).
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