Uno de los signos propios de esta era es el relativismo, es decir, la creencia popular que no existen los absolutos, y por tanto, la verdad solo es un
EL IMPACTO DE UN MINISTERIO MOTIVADO POR LA VERDAD
Uno de los signos propios de esta era
es el relativismo, es decir, la creencia popular que no existen los absolutos, y por tanto, la verdad solo es una
mera construcción social. La persona
puede creer o hacer lo que bien le parezca, al final, todo es relativo. Este es un desafío no menor para el ministerio cristiano actual, pues implica la necesidad de
anclar sus motivaciones en la verdad, y
desde ahí, ejercer su servicio.
La verdad siempre ha intrigado a los
hombres; por ejemplo, el gobernador
Poncio Pilato aprovechó la ocasión de tener a Jesús en privado para preguntarle:
«¿Qué es la verdad?» (Jn. 18:38 RVR60). La Biblia muestra que la verdad es el conocimiento de la voluntad divina, dirigiendo
todo lo que somos, sabemos y hacemos,
cuyas raíces están en la revelación dada
por Dios de forma general en la creación y
de forma especial en las Escrituras. El ministerio es un ámbito de servicio que tiene
la demanda de mantener su motivación
en la verdad. El apóstol Pablo lo explica
afirmando:
«Antes bien, renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad, recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios» (2 Cor. 4:2 RVR60).
En términos ministeriales, la verdad es
el principio rector que permite a un ministro ofrecer un servicio honesto e íntegro con una intención pura ante Dios y los
hombres. La frase «por la manifestación
de la verdad» enfatiza que el ministerio
cristiano debe ejercerse sin manipulación
ni ambición personal. Esta integridad solo
surge de una conciencia limpia delante de
Dios y de un corazón rendido al evangelio.
Por ello, ahora nos enfocaremos a
considerar el impacto de un ministerio genuinamente motivado por la verdad.
1. La verdad produce impacto integral
Toda labor realizada produce un impacto
y el ministerio también lo hace. Pero la
forma y la amplitud del impacto dependen de la motivación con que se realiza.
Un ministerio que es motivado por la verdad no persigue el reconocimiento humano, sino que siempre buscará la gloria
de Dios y el bienestar espiritual de otros,
pues el más alto propósito del cristiano es
glorificar a Dios y gozar de Él para siempre
(Rom. 11:36; 1 Cor. 6:20).
Si esto es lo que motiva un ministerio,
no se enfocará en producir resultados,
sino en deleitarse en Dios y guiar a otros a
ese deleite. En otras palabras, el impacto
de la verdad es integral porque es un impacto hacia el interior (ad intra) en la relación del ministro con Dios, pero también
es hacia afuera (ad extra) en la edificación
de otras vidas. Pero ¿de qué forma puede
verse este impacto de la verdad en el ministerio? Existen varias formas; sin embargo, hay tres muy esenciales y evidentes:
- Transformación profunda. Solamente cuando el ministro comprende la verdad, puede servir con reverencia y temor. Esta conciencia de lo que Dios es y hace, produce un ministerio fiel, y como fruto, vidas impactadas por la verdad divina.
- Perseverancia constante. La motivación centrada en la verdad y no en el éxito ministerial, permite al ministro soportar críticas, fracasos y temporadas estériles sin perder la dirección ni el gozo que demanda su llamado divino.
- Convicción inamovible. Un ministerio motivado por la verdad no presta atención al sentimentalismo ni al pragmatismo; su base anclada en la verdad le otorga una identidad que no se destruye con el fracaso ni se infla con el éxito.
2. La verdad produce fruto permanente
La verdad es una semilla excepcional; produce un fruto único y permanente. Esta es
la razón por la que un ministerio motivado por la verdad hace la diferencia, pues
no busca su propia exaltación o su propia
satisfacción, sino mostrar el carácter de
Cristo en todo lo que hace. Un ministro
cuya motivación para el servicio es la verdad, sabrá entender que el objetivo supremo de toda experiencia cristiana auténtica es exaltar la gloria de Dios. Cuando la
motivación es santa, el resultado es adoración, no autopromoción.
Sin duda, la pregunta natural que esto
provoca es ¿qué clase de fruto ministerial
produce tal motivación? Debemos partir
de la premisa que todo ministerio debe
estar alineado a la búsqueda del perfeccionamiento por el cual Dios establece el ministerio con el propósito «que todos lleguemos… a la medida de la estatura de la
plenitud de Cristo» (Ef. 4:11-12 RVR60).
En tal sentido, el fruto permanente de la
verdad en el ministerio será evidente en
esto:
- Edificación genuina. La verdad no solo informa, sino que transforma la vida de la iglesia. Un ministerio arraigado en la verdad, provee un ambiente idóneo para el desarrollo de dones y talentos enfocados en la misión de Dios (1 Pe. 4:10).
- Discipulado estable. La verdad producirá discípulos maduros, no dependientes emocionales. Porque solo el conocimiento de Dios desplaza las intrigas de la falsedad y fortalece a la iglesia para una apologética responsable (1 Pe. 3:15).
- Unidad sostenible. La verdad promueve unidad en amor a través del evangelio; la iglesia vive centrada en Cristo y no en carismas personales. Conocer y vivir en la verdad trae la unidad en lo que profesamos y practicamos (Ef. 4:5-7).
3. La verdad produce verdadera libertad
Toda acción realizada bajo opresión conduce a la decepción. Esto es algo que no
debe enfrentar un ministerio motivado
por la verdad. La razón yace en las palabras de Jesús, que dijo: «Y conoceréis la
verdad, y la verdad os hará libres» (Jn. 8:32
RVR60). Vivimos en un mundo lleno de
discursos sobre libertad: de expresión, de
pensamiento, de identidad, de elección,
etc. Irónicamente, el ser humano sigue
siendo esclavo de sus emociones, de sus
deseos, de su pasado, de sus propias
creencias, y sobre todo, del pecado. Por ello, las palabras de Jesús trascienden
cualquier ideología humana, pues la verdadera libertad no se encuentra en hacer
lo que uno quiere, sino en conocer la verdad. Según las enseñanzas de Jesús, la libertad es un fruto del conocimiento de la
verdad, y ésta, no es un concepto, sino
una persona: Él es la verdad.
¿Qué implicaciones tiene esto en el
ministerio? Decir que nuestro servicio
está motivado en la verdad, significa que
tiene sus raíces en Jesús; y de esa forma, no
será movido por cualquier duda o temor
que debamos enfrentar. Además, saber
que estamos arraigados en Él, nos protege
de creer erróneamente que cualquier fruto ministerial es por nosotros, y nos ayuda
a afirmar que todo cuanto somos y sabemos en el ministerio, es por Su causa y
para Su gloria.
La verdad no se puede falsificar
Todo buen ministro debe mantenerse
alerta, porque los resultados visibles (asistencia, popularidad, impacto mediático)
no son la métrica bíblica para medir el
fruto ministerial. Siempre ha sido más fácil para muchos falsificar la verdad que vivir en ella; esto queda muy claro en la denuncia que hizo el apóstol Pablo en el primer siglo de nuestra era, al decir:
«… No somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo» (2 Cor. 2:17 RVR60).
Es relevante poner atención a la palabra griega traducida como «falsificar», que es kapeleuō, cuyo uso original era describir a los comerciantes que adulteraban
el vino mezclándolo con agua para obtener más ganancias, es decir, diluían la calidad para beneficio propio. Este mismo espíritu se encontraba en algunos líderes a
inicios de la historia del cristianismo, y lamentablemente, sigue vigente: servir para
obtener posición, poder o dinero. La dura
realidad es que tales acciones no hacen de
ninguna persona un servidor del evangelio, sino un comerciante de la Palabra.
Así que, si usted ministra en la verdad,
no se alarme ni se desanime; los resultados de un ministerio motivado por la verdad siempre serán distintos: no será glamuroso, pero es glorioso; no será popular,
pero es efectivo. Estar anclados a la verdad nos permite entender que el ministerio no es para quien desea ser alguien, sino
para quien no desea nada más que a Cristo.
Referencias:
- Bridges, Jerry (2004). La disciplina de la gracia. CLC Editorial.
- Keller, Timothy (2013). Iglesia centrada. Vida.
- Piper, John (2015). Sed de Dios. Andamio.
- Sproul, R. C. (2021). La santidad de Dios. Ligonier Ministries.
Por Marvin J. Argumedo (marvinjosar@gmail.com)
Coordinador nacional del Seminario Internacional de Miami en El Salvador; sirve a tiempo completo en educación
teológica de nivel superior. Es licenciado en Contaduría Pública, máster en Docencia Universitaria y doctor en Educación. Ha escrito y publicado varios libros; además posee Maestría en Educación Cristiana, Maestría en Divinidades y
Doctorado en Ministerio. Actualmente es candidato al
Doctorado en Filosofía. Está casado con Vivian y juntos tiene un hijo llamado Marvin Jr.