Dado que Satanás es astuto y sigiloso en su manera de penetrar las relaciones matrimoniales para destruirlos, el creyente debe estar atento para que
Acciones que fortalecen el compromiso mutuo en el matrimonio
Dado que Satanás es astuto y sigiloso en su manera de penetrar las relaciones matrimoniales para destruirlos, el creyente debe estar atento para que ninguna estrategia satánica termine logrando sus objetivos.
El conyugue creyente tiene la responsabilidad de velar su corazón y su vida matrimonial en dos aspectos importantes.
1. CUIDAR SU CORAZÓN DE TODA CLASE DE CONCUPISCENCIA
El mundo pondrá a disposición toda clase de incitación para que los conyugues caigan en infidelidad, y una infidelidad que, como se mencionó anteriormente, no necesariamente tiene que ser consumado, pero sí una infidelidad que anida en el corazón.
Mantener los límites
El mundo ofrece una amplia gama de placeres sensuales para despertar el apetito inmoral. Cada vez, se hace más asequible los medios y métodos para obtener material que incitan a la concupiscencia. Cada vez, se hace más normal las actividades inmorales, de tal manera que va adormeciendo la conciencia para no tener el más mínimo sentimiento de vergüenza ni de repudio por las cosas que un día fueron motivo de incomodidad.
El cónyuge creyente tiene el deber de cuidarse de la incitación. De no caer en la codicia de alguien más que no sea su cónyugue. De los pensamientos secretos que le provocan deseos pecaminosos. De la lujuria. Debe cuidarse del trato con personas del sexo opuesto, para no terminar en terrenos arenosos.
Su desafío está en ser honesto y
transparente hacia su cónyuge. Cuidarse de llevar una vida secreta. Cuidarse de mentiras y engaños.
Mantener la distancia
La Biblia advierte de que hay que huir de la fornicación (1 Cor. 6:18). En otras palabras, no ser tolerante ni benevolente a la lujuria indebida. Jesús exhortó a velar y orar para poder resistir la tentación (Mt. 26:41). El apóstol Pablo exhorta a abstenerse de pecar (1 Cor. 15:34), al punto de que, en el pueblo de Dios, ni si quiera se debe llegar a hablar de prácticas de fornicación ni de inmundicia (Ef. 5:3), porque a tales practicantes Dios los juzgará (Heb. 13:4). El apóstol Pedro exhortó a ser sobrios y velar, porque el adversario anda buscando a quien devorar (1 Ped. 5:8).
Como verdaderos creyentes en Cristo Jesús, hay que evitar todo aquello que va en contra de los principios bíblicos, y que atentan contra la integridad. El cónyuge creyente, entonces, tiene la enorme responsabilidad de mantener su vida privada y su matrimonio libres de contaminación y de indecencia.
Por ello, el cónyuge creyente debe proteger su matrimonio de todo aquello que lo debilite o que lo destruya. Como atalaya, debe estar vigilante de lo que está al acecho. Es su deber despertar de la inactividad, y estar alerta a todo aquello que tenga el potencial de minar su relación matrimonial, y protegerla con esmero como a un tesoro.
2. VELAR PARA QUE DEL CORAZÓN SALGAN ACTIVIDADES SANTAS
El cónyuge creyente debe actuar intencionalmente por mantener vigilante su vida íntima y matrimonial. Es necesario no solo cuidarse del acecho de los enemigos que dañan el matrimonio, sino provocar activamente todo aquello que
lo edifique y lo fortalezca.
El escritor a los hebreos anima a sus
lectores a que el matrimonio sea considerado como algo valioso, costoso, precioso y del más alto grado (Heb. 13:4). Para ello, todo cónyuge cristiano debe estimular acciones que robustezcan el amor matrimonial.
Ante todo, respeto
En primer lugar, se puede mencionar acciones como el respeto. Una alta consideración al valor del cónyuge, el cuidado merecido y el cumplimiento voluntario de los votos conyugales.
Honestidad
Otra acción importante es la honestidad y la transparencia. No se debe dar lugar a las acciones sospechosas, dudosas e ilícitas. Es importante aprender y practicar la confianza conyugal. Compartir los detalles del día a día, sin ocultar nada, para que el enemigo no gane ventaja alguna. Es como proyectar en una pantalla la vida secreta para estimular la transparencia y la confianza.
Esto sería como la rendición de cuentas que se deben el uno al otro. Conocer sus actividades y todos sus movimientos, y compartir sus luchas y tentaciones, para desarrollar la confianza, y juntos superar esos obstáculos. Así, cada uno se puede librar de guardar sentimientos ocultos en el corazón.
Oración
Otra acción muy importante a considerar es la oración. Ningún cónyuge creyente es inmune al pecado de la infidelidad. El corazón es engañoso, y el enemigo astuto. Así que, cada cónyuge estará expuesto continuamente a la tentación, desde sus pensamientos, la vista, hasta la provocación directa de terceras personas. Un arma poderosa para guardarse puros es la oración. Un compromiso de orar el uno por el otro, para que sea Dios,
por medio de su Espíritu, quien guarde al cónyuge en la fidelidad.
Tiempo juntos
Otra acción a mencionar es la dedicación de tiempo al cónyuge. Hay que cuidarse de que otros compromisos, incluso los ministeriales, debiliten la relación matrimonial. Esta ha sido una estrategia exitosa de Satanás. Absorber el tiempo del cónyuge para descuidar a su pareja. Es importante entender que, después de Dios, la familia es la prioridad del creyente. Por tal razón, su prioridad es pasar tiempo con su pareja.
Esta acción debe incluir los devocionales familiares. Por medio de buscar el rostro de Dios en pareja o familia, los matrimonios serán llenos del Espíritu Santo, y él tomará el control de la vida individual y matrimonial.
La Palabra de Dios afirma que toda la Escritura es inspirada por Dios, siendo útil para enseñar, instruir, corregir y reprender, con el fin de capacitar al hombre de Dios para toda buena obra (2 Tim. 3:16-17). Toda persona que se acerca a la Palabra de Dios, tarde o temprano, será confrontado con su realidad, y si como matrimonio se busca juntos las verdades
de Dios, el Espíritu Santo los capacitará para vivir una vida que agrade a Dios, y esa acción les reditúa en un matrimonio estable y fuerte.
Buscar la aprobación divina
Por último, cada cónyuge debe buscar la aprobación de Dios en todas sus actitudes, desde su intimidad hasta su vida pública. Al hacer esto, tendrá la seguridad de que Dios guardará su corazón de todo acto de pecaminosidad, y su matrimonio se verá beneficiado con estabilidad y vigorosidad.
CONCLUSIÓN
El desafío del cónyuge creyente es a rendir cuentas a Dios cada día de su vida privada y de su matrimonio. Someterse a Dios en el estudio de su Palabra para ser conformado cada día más a la imagen de Cristo. Someterse a Dios en oración para que el Espíritu Santo controle sus pensamientos y deseos. Debe orar cada día para pedir perdón a Dios por aquello a lo cual ha cedido en su intimidad y ha comprometido su fidelidad a su cónyuge, y pedir a Dios fortaleza para que su deleite se encuentre solo en su cónyuge.
Que Dios ayude a su pueblo para tener en su familia cónyuges fieles, y familias fuertes.
POR ARMANDO CHIQUITÓ SABÁN
Armando ha sido pastor de jóvenes y actualmente es pastor general de la Iglesia Bíblica Verdad y Vida, fundada por la Iglesia Presbiteriana Coreana de Guatemala. Posee una licenciatura en Biblia y Teología por el Seminario Teológico Centroamericano (SETECA) y realizó estudios en Ingeniería Agronómica en la Universidad de San Pablo de Guatemala.