El capital ocupa indiscutiblemente un lugar importante en el ámbito administrativo. Nos referimos al conjunto de recursos, bienes y valore...
El capital ocupa indiscutiblemente un lugar importante en el ámbito administrativo. Nos referimos al conjunto de recursos, bienes y valores que hacen posible la producción y distribución de bienes y servicios en una institución.
Sin el capital no existe razón para la administración. Este capital incluye el capital social, capital de trabajo, capital humano, entre otros.
Sin embargo, uno de los grandes ausentes en la composición del capital de las instituciones sigue siendo la confianza. El año pasado, el Trust Barometer de Edelman 2017 reportó entre sus estadísticas que el nivel de confianza de las personas hacia las instituciones es en promedio solamente el 52%. Esto incluye medios de comunicación, empresas, gobiernos y ONGs. Los niveles de confianza no son alentadores, pero lo más preocupante es que la falta de confianza administrativa también es una voz que con alguna frecuencia se escucha entre los pasillos de diversas congregaciones.
La confianza es derivada de la veracidad, uno de los atributos de Dios. Así que, en primera instancia la confianza tiene un origen divino. Pero siendo que es un atributo comunicable, se nos demanda mostrar confianza. Manser & Powell señalan que «la fe cristiana es, esencialmente, confianza en la persona y el carácter de Dios... la Escritura insiste en que los creyentes deben ser capaces de confiar unos en otros».
La administración de la iglesia es un ámbito en que este atributo es indispensable, de tal manera que «se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel» (1 Co 4.2 RV60) con el fin de procurar la confianza en esta labor que debe ser entendida en dos sentidos:
La confianza se cultiva y fructifica para la buena y eficaz administración de la obra de Dios. Pero tenga cuidado; nunca piense que su fidelidad muestra que usted es competente, sino que es la competencia de Dios actuando en su labor administrativa (Pr 3.6).
Una administración confiable bendecirá a la iglesia con su labor y recibirá la aprobación del supremo administrador que exclamará: ¡Bien, buen siervo y fiel! (Mt 25.23). Nunca se conforme con algo menos que eso.
Acerca del autor:
Marvin J. Argumedo (marvinjosar@gmail.com) es Director nacional del Seminario Internacional de Miami en El Salvador (SIMES), sirve a tiempo completo en el ministerio de la enseñanza bíblica y teológica. Es licenciado en Contaduría Pública por la Universidad de El Salvador.
Posee estudios de Licenciatura en Estudios Teológicos, Maestría en Educación Cristiana y Maestría en Divinidades.
Actualmente cursa estudios doctorales. Está casado con Vivian y tienen un hijo llamado Marvin Jr.
Sin el capital no existe razón para la administración. Este capital incluye el capital social, capital de trabajo, capital humano, entre otros.
Sin embargo, uno de los grandes ausentes en la composición del capital de las instituciones sigue siendo la confianza. El año pasado, el Trust Barometer de Edelman 2017 reportó entre sus estadísticas que el nivel de confianza de las personas hacia las instituciones es en promedio solamente el 52%. Esto incluye medios de comunicación, empresas, gobiernos y ONGs. Los niveles de confianza no son alentadores, pero lo más preocupante es que la falta de confianza administrativa también es una voz que con alguna frecuencia se escucha entre los pasillos de diversas congregaciones.
Entendiendo la confianza
Los índices de confianza deben ser entendidos a partir de una cosmovisión cristiana en la administración.La confianza es derivada de la veracidad, uno de los atributos de Dios. Así que, en primera instancia la confianza tiene un origen divino. Pero siendo que es un atributo comunicable, se nos demanda mostrar confianza. Manser & Powell señalan que «la fe cristiana es, esencialmente, confianza en la persona y el carácter de Dios... la Escritura insiste en que los creyentes deben ser capaces de confiar unos en otros».
La administración de la iglesia es un ámbito en que este atributo es indispensable, de tal manera que «se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel» (1 Co 4.2 RV60) con el fin de procurar la confianza en esta labor que debe ser entendida en dos sentidos:
- Confianza Vertical, mostrar confianza hacia Dios. Cuando se nos recuerda que «puso Dios en la iglesia... los que administran» (1 Co 12.28) es razón suficiente para dirigir a él nuestro mayor esfuerzo en ser dignos de su confianza. Los ministros y colaboradores administrativos deben procurar que el cuidado de los recursos, bienes y valores de la iglesia se haga de tal manera que su legítimo dueño (Dios) se sienta confiado en habernos puesto a su cuidado. Esta confianza conduce a honrar nuestro llamado divino.
- Confianza Horizontal, mostrar confianza hacia los demás. Puesto que el campo en que se desempeña la labor administrativa es la iglesia, los administradores deben mostrar confianza hacia los miembros del cuerpo de Cristo y las demás personas. No debemos olvidar que la confianza en lo que hacemos forma parte del testimonio público. El apóstol Pablo recomienda «hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres» (2 Co 8.21). Esta confianza conduce a honrar nuestro servicio ministerial.
La confianza es un fruto
Ningún administrador puede ser confiable por otro medio que no sea la fidelidad.La confianza se cultiva y fructifica para la buena y eficaz administración de la obra de Dios. Pero tenga cuidado; nunca piense que su fidelidad muestra que usted es competente, sino que es la competencia de Dios actuando en su labor administrativa (Pr 3.6).
Una administración confiable bendecirá a la iglesia con su labor y recibirá la aprobación del supremo administrador que exclamará: ¡Bien, buen siervo y fiel! (Mt 25.23). Nunca se conforme con algo menos que eso.
Acerca del autor:
Marvin J. Argumedo (marvinjosar@gmail.com) es Director nacional del Seminario Internacional de Miami en El Salvador (SIMES), sirve a tiempo completo en el ministerio de la enseñanza bíblica y teológica. Es licenciado en Contaduría Pública por la Universidad de El Salvador.
Posee estudios de Licenciatura en Estudios Teológicos, Maestría en Educación Cristiana y Maestría en Divinidades.
Actualmente cursa estudios doctorales. Está casado con Vivian y tienen un hijo llamado Marvin Jr.