Un viejo y hermoso himno cristiano dice: Gozo da servir a Cristo, En la vida al caminar, De alabanzas llena el alma, Todo el día sin...
Un viejo y hermoso himno cristiano dice:
Gozo da servir a Cristo,
En la vida al caminar,
De alabanzas llena el alma,
Todo el día sin cesar.
Gozo da servir a Cristo,
Aunque reine oscuridad,
Pues en mi alma yo disfruto
De divina claridad.
Gozo tengo yo en servir a Cristo,
Gozo que no tiene igual.
Cada día puedo ver
Que me da de su poder;
Llena mi alma
De su gozo celestial.
Es un gozo el servicio al Señor, aunque a veces «reina oscuridad».
Sin embargo, nos enfrentamos con la realidad de muchos siervos cansados, frustrados y con ganas de «tirar la toalla», como hacen los entrenadores con los boxeadores cuando ven que «no dan más», y de este modo termina la pelea.
El servicio al Señor como respuesta a Su llamado requiere de equilibrio entre el amor a Dios y a los hombres; entre lo urgente y lo importante; entre el trabajo y el cuidado personal; entre la iglesia y la familia.
El siervo de Dios siempre está dando. La pregunta es: ¿Cuándo recibe? ¿De dónde recibe? ¿De quién recibe?
Debemos reconocer con vergüenza y dolor que muchas veces hemos descuidado nuestra comunión íntima con Dios, el cuidado personal y la familia, por causa del servicio al Señor. Un descuido que Dios nunca nos pidió.
El deseo de alcanzar el equilibrio entre dar y recibir, y estar ocupados en ello, es una expresión de amor a Dios y a quienes nos llamó a servir. Esto incluye el cuidado personal y de la familia.
A continuación quisiera compartir algunos principios para mantener el equilibrio y la frescura en el servicio al Señor, entre dar y recibir.
Es notable que el que «ve en secreto» es el Padre. Un «padre» es la figura que nos da confianza, seguridad, esperanza, fortaleza. Es el padre que escucha, que aconseja, que da dirección.
Es en la intimidad con Dios donde no necesitamos presumir, donde podemos ser tal cual somos y donde podemos derramar nuestro corazón y encontrar descanso.
El descuido de la comunión con el Señor por causa de la obra del Señor no solo nos debilita, sino que nos desenfoca del llamado que hemos recibido: «Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios» (Mr 3.14-15 RV60).
No podemos pretender ocuparnos del servicio al Señor sin haber estado en la presencia del Señor primero. Fíjese en ese orden.
Es cierto que el trabajo es mucho y muy demandante. En los primeros días de la iglesia, los apóstoles también enfrentaron esta realidad, pero no se desenfocaron. Delegaron responsabilidades y ellos se dedicaron a la oración y a la predicación (Hch 6.1-4).
necesario para descansar, y para dar a nuestra familia la atención necesaria.
Ninguno de nosotros fue hecho para trabajar siete días a la semana. Necesitamos parar, descansar, retomar fuerzas. El descanso no es un lujo, es una necesidad.
«Él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer» (Mr 6.31 RV60).
Por otro lado, establecer un día de familia es un buen recurso para equilibrar el tiempo que pasamos con los de afuera y con los de adentro, con la iglesia y con la familia.
El día en familia puede estar dividido entre el tiempo con el cónyuge y el tiempo con los hijos.
El día en familia llena el tanque emocional de cada uno de los integrantes. Juegan, ríen, hablan, hacen planes. Ese día debe estar comprometido y bien marcado en la agenda.
Cuando era un estudiante en el seminario, un profesor nos solía decir: «Una camisa menos pero un libro más». Y así lo hice.
Gracias a Dios, hoy es mucho más accesible tener un buen libro. ¡Pero también debemos tomarnos el tiempo para leerlos!
También podemos recibir sabiduría de buenos maestros, gracias a la tecnología que hoy en día nos permite escuchar un sermón o una conferencia sin tener que ausentarnos de nuestros hogares y congregación.
El equilibrio entre dar y recibir siempre dependerá del grado de humildad y rendición que tengamos delante del Señor, quien nos llamó y nos dijo: «Separados de mí, nada podéis hacer» (Jn 15.5 RV60).
Acerca del autor:
Jorge Bernardini es Pastor, egresado del Instituto Bíblico Buenos Aires de la Alianza Cristiana y Misionera, sirviendo en Paraguay desde 1975. Por 25 años ha sido capellán del colegio Johannes Gutenberg. En esta función tuvo la oportunidad de dar conferencias sobre temas de familia y juventud en diferentes instituciones educativas del país. Actualmente es pastor de la iglesia Encuentro con Dios de la ACM en Lambaré. Casado con María del Carmen, tienen tres hijos y cuatro hermosos nietos.
Gozo da servir a Cristo,
En la vida al caminar,
De alabanzas llena el alma,
Todo el día sin cesar.
Gozo da servir a Cristo,
Aunque reine oscuridad,
Pues en mi alma yo disfruto
De divina claridad.
Gozo tengo yo en servir a Cristo,
Gozo que no tiene igual.
Cada día puedo ver
Que me da de su poder;
Llena mi alma
De su gozo celestial.
Es un gozo el servicio al Señor, aunque a veces «reina oscuridad».
Sin embargo, nos enfrentamos con la realidad de muchos siervos cansados, frustrados y con ganas de «tirar la toalla», como hacen los entrenadores con los boxeadores cuando ven que «no dan más», y de este modo termina la pelea.
El desafío de terminar bien
El desafío no es solo empezar bien, sino terminar bien, y poder decir junto con el apóstol Pablo: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida» (2 Ti 4.7-8 RV60).El servicio al Señor como respuesta a Su llamado requiere de equilibrio entre el amor a Dios y a los hombres; entre lo urgente y lo importante; entre el trabajo y el cuidado personal; entre la iglesia y la familia.
El siervo de Dios siempre está dando. La pregunta es: ¿Cuándo recibe? ¿De dónde recibe? ¿De quién recibe?
Debemos reconocer con vergüenza y dolor que muchas veces hemos descuidado nuestra comunión íntima con Dios, el cuidado personal y la familia, por causa del servicio al Señor. Un descuido que Dios nunca nos pidió.
El deseo de alcanzar el equilibrio entre dar y recibir, y estar ocupados en ello, es una expresión de amor a Dios y a quienes nos llamó a servir. Esto incluye el cuidado personal y de la familia.
A continuación quisiera compartir algunos principios para mantener el equilibrio y la frescura en el servicio al Señor, entre dar y recibir.
1. La vida de intimidad con Dios
«Entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto» (Mt 6.6 RV60).Es notable que el que «ve en secreto» es el Padre. Un «padre» es la figura que nos da confianza, seguridad, esperanza, fortaleza. Es el padre que escucha, que aconseja, que da dirección.
Es en la intimidad con Dios donde no necesitamos presumir, donde podemos ser tal cual somos y donde podemos derramar nuestro corazón y encontrar descanso.
El descuido de la comunión con el Señor por causa de la obra del Señor no solo nos debilita, sino que nos desenfoca del llamado que hemos recibido: «Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios» (Mr 3.14-15 RV60).
No podemos pretender ocuparnos del servicio al Señor sin haber estado en la presencia del Señor primero. Fíjese en ese orden.
Es cierto que el trabajo es mucho y muy demandante. En los primeros días de la iglesia, los apóstoles también enfrentaron esta realidad, pero no se desenfocaron. Delegaron responsabilidades y ellos se dedicaron a la oración y a la predicación (Hch 6.1-4).
2. La vida en familia y el descanso
Necesitamos reordenar nuestra agenda para darnos a nosotros mismos el tiemponecesario para descansar, y para dar a nuestra familia la atención necesaria.
Ninguno de nosotros fue hecho para trabajar siete días a la semana. Necesitamos parar, descansar, retomar fuerzas. El descanso no es un lujo, es una necesidad.
«Él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer» (Mr 6.31 RV60).
Por otro lado, establecer un día de familia es un buen recurso para equilibrar el tiempo que pasamos con los de afuera y con los de adentro, con la iglesia y con la familia.
El día en familia puede estar dividido entre el tiempo con el cónyuge y el tiempo con los hijos.
El día en familia llena el tanque emocional de cada uno de los integrantes. Juegan, ríen, hablan, hacen planes. Ese día debe estar comprometido y bien marcado en la agenda.
3. La vida de capacitación permanente
«Debes leer mucho, sobre todo la Biblia», escribe Navajo, «pero busca también empaparte de la sabiduría de otros. Un buen libro te hará crecer. Son como minas. Minas repletas de riquezas. Cada capítulo es una galería que cobija tesoros, esperando que alguien los descubra».Cuando era un estudiante en el seminario, un profesor nos solía decir: «Una camisa menos pero un libro más». Y así lo hice.
Gracias a Dios, hoy es mucho más accesible tener un buen libro. ¡Pero también debemos tomarnos el tiempo para leerlos!
También podemos recibir sabiduría de buenos maestros, gracias a la tecnología que hoy en día nos permite escuchar un sermón o una conferencia sin tener que ausentarnos de nuestros hogares y congregación.
El equilibrio entre dar y recibir siempre dependerá del grado de humildad y rendición que tengamos delante del Señor, quien nos llamó y nos dijo: «Separados de mí, nada podéis hacer» (Jn 15.5 RV60).
Acerca del autor:
Jorge Bernardini es Pastor, egresado del Instituto Bíblico Buenos Aires de la Alianza Cristiana y Misionera, sirviendo en Paraguay desde 1975. Por 25 años ha sido capellán del colegio Johannes Gutenberg. En esta función tuvo la oportunidad de dar conferencias sobre temas de familia y juventud en diferentes instituciones educativas del país. Actualmente es pastor de la iglesia Encuentro con Dios de la ACM en Lambaré. Casado con María del Carmen, tienen tres hijos y cuatro hermosos nietos.