Compártanos algunas herramientas para manejar el estrés y las crisis que se presentan generalmente cuando cumplimos el rol de cuidadores.....
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Todo profesional sabe que tiene que tomar cierta distancia de las personas que está intentando ayudar. No puede involucrarse tan afectivamente con una persona que termina enredado en el problema de la persona.
En el trabajo pastoral esto es muy difícil porque nosotros nos enfrentamos a personas que realmente viven situaciones muy angustiantes. Tener un corazón compasivo hacia esas personas, necesariamente significa que de alguna manera nuestro corazón se va a doler.
Para mí un mecanismo muy importante a realizar todos los días es terminar el día y recorrer el día y poner cada experiencia, cada situación, cada dificultad y cada carga que hemos recibido en ejercicio de la vocación de ayudar a otros, ponerlo al pie de la cruz, al pie del trono de gracia de Dios.
Entender claramente que nuestra vocación es, como los cuatro amigos del paralítico, conducir a la gente a aquel que tiene el poder de transformar sus vidas. Nosotros no tenemos ese poder. Tenemos que estar dispuestos a hacer de alguna manera de pasamanos. Es decir, recibimos el problema de las personas y se lo pasamos al Señor, le decimos: “Señor, este problema te corresponde a ti. Yo estoy a tu disposición para ser útil en lo que consideres necesario, pero el problema y la carga es tuyo. Cristo pagó un precio para llevar esa carga, y yo voy a llevar la parte de la carga que a mí me corresponde”. Me parece que ese ejercicio incluso, cuando me encuentro en situaciones de consejería, si terminé una entrevista, antes que me encuentre con otra persona, me tomo 5 minutos para orar por lo que charlamos y poner eso que me compartió esa persona, en las manos del Señor. Me parece que ese mecanismo es fundamental.
Yo añadiría la disciplina de tener como parte del ejercicio diario, momentos de celebración, de adoración, de gratitud hacia Dios, para que en ningún momento creamos que los problemas son las únicas cosas que realmente existen en la vida. Hay momentos en que los problemas nos abruman, pero Dios nos llama a ser adoradores. En el ejercicio de mi trabajo de ayudar a otros no debo olvidar nunca de vista que mi primer llamado es ser una persona que adora al Señor, que celebra acción de gracias, que Dios es bueno, que Él está en control de las situaciones. Eso da una perspectiva muy valiosa a la hora de ayudar a otros.
Para continuar equipando su ministerio descargue la aplicación de La Fuente y suscríbase
Todo profesional sabe que tiene que tomar cierta distancia de las personas que está intentando ayudar. No puede involucrarse tan afectivamente con una persona que termina enredado en el problema de la persona.
En el trabajo pastoral esto es muy difícil porque nosotros nos enfrentamos a personas que realmente viven situaciones muy angustiantes. Tener un corazón compasivo hacia esas personas, necesariamente significa que de alguna manera nuestro corazón se va a doler.
Para mí un mecanismo muy importante a realizar todos los días es terminar el día y recorrer el día y poner cada experiencia, cada situación, cada dificultad y cada carga que hemos recibido en ejercicio de la vocación de ayudar a otros, ponerlo al pie de la cruz, al pie del trono de gracia de Dios.
Entender claramente que nuestra vocación es, como los cuatro amigos del paralítico, conducir a la gente a aquel que tiene el poder de transformar sus vidas. Nosotros no tenemos ese poder. Tenemos que estar dispuestos a hacer de alguna manera de pasamanos. Es decir, recibimos el problema de las personas y se lo pasamos al Señor, le decimos: “Señor, este problema te corresponde a ti. Yo estoy a tu disposición para ser útil en lo que consideres necesario, pero el problema y la carga es tuyo. Cristo pagó un precio para llevar esa carga, y yo voy a llevar la parte de la carga que a mí me corresponde”. Me parece que ese ejercicio incluso, cuando me encuentro en situaciones de consejería, si terminé una entrevista, antes que me encuentre con otra persona, me tomo 5 minutos para orar por lo que charlamos y poner eso que me compartió esa persona, en las manos del Señor. Me parece que ese mecanismo es fundamental.
Yo añadiría la disciplina de tener como parte del ejercicio diario, momentos de celebración, de adoración, de gratitud hacia Dios, para que en ningún momento creamos que los problemas son las únicas cosas que realmente existen en la vida. Hay momentos en que los problemas nos abruman, pero Dios nos llama a ser adoradores. En el ejercicio de mi trabajo de ayudar a otros no debo olvidar nunca de vista que mi primer llamado es ser una persona que adora al Señor, que celebra acción de gracias, que Dios es bueno, que Él está en control de las situaciones. Eso da una perspectiva muy valiosa a la hora de ayudar a otros.
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Gracias por.compartir....este.material y parte de.su.experincia...me.edifica y me.fortalece ....
ResponderEliminarCarlos Krenn de Uruguay
Muy interesante su perspectiva de un tema escabroso bendiciones
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