Con este emotivo artículo final, concluyo esta serie de testimonios de vida y ministerio junto a mi amado esposo, Samuel. A lo largo de estos párrafos
SIRVIENDO JUNTOS EN MEDIO DE PRUEBAS, PÉRDIDAS Y NUEVOS COMIENZOS
Con este emotivo artículo final, concluyo esta serie de testimonios de
vida y ministerio junto a mi amado
esposo, Samuel. A lo largo de estos párrafos quisiera compartir cómo, en los años
de madurez y con el nido vacío, Dios nos
siguió guiando y usando, aun en medio de
pruebas, pérdidas y nuevos comienzos.
Mi anhelo es que este testimonio inspire a
otros a perseverar en la fe y el servicio,
confiando en la fidelidad de Dios hasta el
final del camino.
2001 – Accidente
El sábado 9 de junio, Samuel había dado
clases en la Universidad Panamericana. Al
mediodía recogió a un pasajero y emprendió el viaje de Guatemala a Quetzaltenango para predicar en tres eventos.
Nunca llevaba acompañantes, pero esta
vez accedió. A las 4:30 de la tarde, mientras rebasaba un vehículo lento, este aceleró repentinamente y, de frente, venía un
autobús a toda velocidad. Con el impacto, Samuel perdió el conocimiento. Al
despertar, lo estaba cuidando un joven,
Julio, quien se había detenido para socorrerlo.
A las 5:00 de la tarde recibí una llamada. Era Julio, informándome que mi esposo había tenido un accidente muy grave y
que su acompañante había fallecido. Me
dijo que los bomberos lo habían trasladado a Quetzaltenango. Anoté los detalles y
de inmediato llamé a nuestras hijas, Susy
y Lisa, a la aseguradora, y a directivos del
Instituto Federico Crowe. Dos horas después, Susy y yo íbamos camino a Quetzaltenango con unos amigos. A las 8:30, durante el viaje, autoricé por teléfono la cirugía de rostro que urgía para Samuel en un
hospital local.
Dios me dio la fortaleza para apoyar a
Samuel esa semana, consolar a la viuda,
atender a los abogados, buscar donantes
de sangre y recaudar fondos para pagar el
hospital y levantar el arraigo. Dios es fiel:
nos sostuvo y proveyó. Mi esposo, aún en
cama y con su humor habitual, contaba
chistes y decía que era un hombre «reciclado».
Mientras escribo esto, mis ojos se llenan de lágrimas al recordar aquella semana en el hospital y los meses de recuperación en casa. Con 60 años, Samuel estaba
herido en casi todo el cuerpo: tenía 50
puntos en el rostro, una varilla y clavos en
la pierna derecha, y el brazo derecho enyesado por un hombro dislocado. En
casa, Lisa aprendió a tratarle la pierna
(una hora diaria) y Susy, los 50 puntos del
rostro. Yo cuidé de lo demás.
La madurez se pone a prueba en medio de la adversidad. El accidente dejó a
Samuel en silla de ruedas por cuatro meses, tiempo en el que —siendo un hombre
muy inquieto— finalmente aprendió a
usar la computadora.
Nuestro hijo Esteban, radicado en EE.
UU., casado y ejerciendo la medicina en
Houston, estaba dispuesto a venir si era
necesario. Lisa, ya casada y con tres hijitos
varones, vivía cerca de nosotros y fue
quien recibió de manos de Julio los efectos personales de Samuel. Susy, la única
que aún vivía con nosotros, me acompañó a Quetzaltenango. Estaba de novia con
Iván Monzón y oraba intensamente para
que su papá no muriera, pues deseaba
que él la acompañara al altar. Dios escuchó esa oración: Samuel logró un 70% de
movilidad en el brazo derecho, 80% en la
pierna, y su rostro quedó con cicatrices
apenas perceptibles. En 2003, caminó al altar del brazo de su hija.
Con el nido vacío, Samuel me animó a
volver a la academia. Así fue como cursé
la Maestría en Teología Pastoral entre
2004 y 2005, y me gradué en 2008.
15 Años enseñando en UPANA (1999–2014)
Durante los años que Samuel fue Decano
de la Facultad de Teología en la Universidad Panamericana (UPANA), formé parte
de su equipo docente, impartiendo Técnicas de Investigación y otros cursos. Tenía
un promedio de 25 estudiantes por clase,
y enseñaba tanto en la sede de zona 16
como en la de El Naranjo.
En marzo de 2014, sorpresivamente,
finalizó el contrato de Samuel con UPANA. Tenía entonces 73 años, y la facultad
contaba con 250 alumnos inscritos; 48 de
ellos ya se habían graduado, sea con licenciatura, maestría o doctorado. Decidí renunciar también. Fue un golpe duro para
Samuel aceptar el despido, pues amaba
profundamente a sus estudiantes. Muchos de ellos estudiaban allí precisamente
por él. Sin embargo, vio la oportunidad de
aceptar más invitaciones para enseñar.
Nuestro yerno Iván le ayudó a usar Zoom,
lo cual le permitió impartir clases en línea
tanto para la Universidad San Pablo como
para el Seminario de World Vision.
Mientras Samuel aceptaba invitaciones para predicar o dar conferencias, yo
continuaba escribiendo y editando libros
con Ediciones SABER, publicando 44.000
ejemplares entre 2002 y 2020. Las ventas
ayudaban a recuperar el capital para nuevas impresiones. La pandemia paralizó
casi todo, y quedaron 6.000 libros en la
bodega (en casa), que hasta hoy se siguen
distribuyendo.
Mini derrame – 2016
Samuel sufrió un mini derrame que afectó
su memoria por cuatro meses. Por la gracia de Dios, la recuperó en un 80%. Regresó al ministerio, aunque no con la misma
intensidad. Íbamos juntos a eventos de liderazgo, cenas de parejas o minicursos de
medio día. A veces compartíamos la enseñanza (team-teaching): Samuel presentaba el tema y yo agregaba ilustraciones o
aplicaciones.
Inversión de roles
Después del derrame, Samuel me pidió
que me encargara de la administración familiar y que le ayudara con las finanzas.
Tiempo atrás él me había enseñado a manejar mis cuentas, y ahora aprendí a usar
internet para revisar saldos en nuestras
chequeras. Todo se puede aprender cuando hay disposición.
Cartas de noticias
Siempre he tenido a mi cargo el envío de
cartas circulares a nuestros amigos que
oran y nos apoyan como misioneros. Actualmente envío noticias mensuales a
unas 350 personas fuera de Guatemala y a
unas 500 dentro del país. También uso Facebook para compartir fotos y mantener
el contacto con amigos y familiares alrededor del mundo.
Tenemos 12 nietos, uno en el cielo – 2021
El tercer hijo de Lisa, Daniel, fue diagnosticado con cáncer poco antes de cumplir
18 años, en septiembre de 2017. Fue operado y recibió quimioterapia; parecía que
sanaría. Ayudé a recaudar fondos para su
tratamiento, incluso lo grabé hablando a
los donantes y subí el video a Facebook.
Muchos amigos ayudaron generosamente. Pero el cáncer regresó. Más quimio,
más cirugía… hasta que entró en remisión.
Cuando Samuel cumplió 80 años en noviembre de 2020, Daniel participó en la
celebración con sus primos. Era el más
alto, junto a su hermano Martín. Pero en
diciembre su salud empeoró. A Daniel le
gustaba que lo visitara; decía que le llevaba paz. Muchas veces lo acompañé, le
tomé la mano y oré con él. Tenía 21 años.
El domingo 7 de marzo de 2021, Samuel y yo lo visitamos por última vez. Estaba muy delgado, alimentado por vía intravenosa. Luego almorzamos con Lisa y
Estuardo. Samuel, con su humor característico, logró hacerlos reír y olvidar el dolor por unos momentos. A la mañana siguiente, llegó la llamada: Daniel había partido. Lisa publicó en Facebook que su hijo,
experto en skateboarding, ya estaba «patinando por las calles de oro».
Doy gracias a Dios por haberme dado
a Samuel como esposo, ya durante 59
años. Yo lo necesitaba a él y él a mí. Como
equipo, hemos servido a Dios todos estos
años, cada uno en su estilo, siendo útiles
en su obra. Doy gracias a Dios por mis tres
hijos, que son mis amigos de confianza.
Doy gracias por mis 12 nietos —uno que
me espera en el cielo— y por experimentar la salvación en Cristo Jesús, quien murió por mí en la cruz.
Espero que estos escritos te hayan
motivado a crecer en tu vida espiritual,
matrimonio y ministerio. Si deseas escribirme, será un gusto leerte.
Por Martha Saint de Berberían (marthaberberian@yahoo.com)
Martha Saint de Berberián, nacida en Estados Unidos, creció en Argentina desde los once años, acompañando a sus
padres misioneros, Felipe y Ruth Saint. Con una maestría en
Teología Pastoral y un diploma del Christian Writers Guild,
ha dedicado su vida al entrenamiento de líderes a nivel universitario en la facultad de teología. Desde 1977 reside en
Guatemala junto a su esposo, el Dr. Samuel Berberián, con
quien ha compartido 59 años de matrimonio. Fundadora y
gerente de Ediciones SABER, ha publicado varios libros en
Guatemala y España, entre ellos La mujer y su ministerio,
Cómo ser escritor y Federico Crowe: Precursor valiente. Tienen tres hijos y doce nietos. Ha viajado por 30 países.