Solo hace falta centrar la mirada y observar en cada congregación que un buen número de sus miembros corresponden al segmento femenino. Y cada una…
Fundamentos para un ministerio de damas intencional
Solo hace falta centrar la mirada y observar en cada congregación a la que asistimos, que un buen número de sus miembros corresponden al segmento femenino. Muchas de estas mujeres en condición de adultas mayores, quizás viudas, otras casadas con hijos de diferentes edades y otras son madres que crían solas a sus hijos pequeños o adolescentes.
Y cada una de ellas requiere ser atendida en sus necesidades. A cada mujer le corresponde ser reconocida, aceptada, acogida y valorada. Somos la iglesia y parte de ella. Cada una con su particularidad, diferentes, pero parecidas al mismo tiempo, cada una representa una
edición y un diseño exclusivo de Dios. Reconocer la verdad que expone la Palabra de Dios acerca de su propósito para cada una es lo que cuenta. Solo Dios puede, a través de su Palabra, expresar verdades tan justas.
Debemos comprender que el ministerio pastoral no puede abarcar todas estas variantes que se dan sin el acompañamiento de un ministerio exclusivo para ellas, pues ante cada situación que enfrentan en el proceso de crecimiento de su fe cristiana van a pasar por pruebas, y es necesario proveerles un marco de respuesta y ser escuchadas, compartir y recibir consejos, que es de vital importancia en el proceso.
Una fe puesta en acción
El ministerio de damas motivará a las mujeres a crecer en fe, pues en cada paso que den les ayudará a que sean edificadas bajo la luz de la palabra de Dios. El ministerio femenino en las iglesias proporciona una oportunidad útil para encontrar el propósito de Dios en nuestras vidas y ponerlo a su servicio.
Cuando conocemos nuestro propósito de vida y lo abrazamos, podemos movernos en libertad. Muchas mujeres han caminado durante años buscando un lugar, ocupando simplemente un puesto, siendo arrastradas por el llamado de otros.
Pero cuando sentimos el mover del Espíritu Santo, podemos experimentar el poder de Dios que fluye a través de nuestras vidas, siendo partícipes de la visión de Dios, al tener convicción de ese propósito, que no solamente es para el pastor o líder de la iglesia, sino para cada una de nosotras. La pregunta se debe hacer a Dios, y Él lo va a revelar; aunque lo veamos difícil Él nos ayudará a cumplirlo. Así está escrito: «Dios cumplirá su propósito en mi» (Sal. 138:8).
Una mujer adulta tiene necesidades diferentes a una madre con hijos pequeños en edad escolar, por lo que cada etapa de sus vidas trae consigo desafíos. En la Palabra de Dios encontramos respuestas a cada situación para que cada mujer sea ayudada, fortalecida y edificada en el proceso de su crecimiento personal.
Las experiencias de vida respaldadas en los principios bíblicos de unas son válidas para otras cuando se comparten, y somos ayudadas a encontrar nuestro propósito con el fin de ser útiles.
Empoderadas para servir
En los encuentros de mujeres que se desarrollan en las iglesias se dan diferentes posibilidades para fluir en nuestro propósito, por eso es importante que la iglesia esté preparada para animar a cada mujer de Dios, a fin de que pueda encontrar su propósito, no de manera casual sino aquella que es avivada por el fuego y la pasión que produce el Espíritu Santo.
Dios nos da el propósito y nos permite ir creciendo a medida que nos ejercitamos en ello, para ser de bendición a nuestra familia, sociedad, iglesia y nación. Veremos el cumplimiento de sus promesas y experimentaremos cosas que ojos no vieron ni oídos oyeron y que Dios ha preparado para que caminemos en ellas.
Una mujer de propósito tiene que saber primero quién es ella, eso tiene que ver con identidad. Una mujer de propósito conoce su llamado y sus dones, ella es una mujer de fe, una mujer de visión, capaz de soñar los sueños de Dios.
Una mujer de propósito es una mujer que descansa en la verdad, como lo es la Palabra de Dios.
El ministerio de mujeres en la iglesia permitirá que las mujeres compartan sus talentos, las más crecidas ayuden a las más jóvenes a caminar en fe y ver el carácter de Dios reflejado en sus vidas.Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. (Is. 55:10-11)
Consagradas al servicio de Dios
Ser maestras del bien, así como se puede leer en Tito 2:3-5: «que la mujer anciana enseñe a las más jóvenes», lejos de ser una súper mujer, es aquella que ha sumado pruebas en su vida, esforzándose y luchando para seguir adelante, viéndose como superaba cada etapa que le ha tocado vivir, que la ha fortalecido por aferrarse a la Palabra de Dios, y cuya esperanza está puesta en Él.
Un ministerio de damas, por lo tanto, puede brindar capacitaciones sobre la familia, el cuidado de los hijos, la comunicación asertiva, el rol de la esposa, estudios bíblicos, autoestima, administración de los recursos que Dios nos brinda, y tantos otros temas que ayuden a que las mujeres puedan desarrollarse de manera integral, cuidando su cuerpo, su alma y su espíritu.
Estos espacios permitirán sanar los corazones heridos, y extender la gracia de Dios a los más necesitados. Oremos y pidamos a Dios su intervención divina para ser sensibles a este llamado.
Por Rosalía Vera de Cacace
Paraguaya, casada con César Cacace hace más de 36 años. Es de profesión Técnico Dental. Desde 1998 líderes voluntarios de la Fundación Principios de Vida. Facilitadora de los cursos para Mujeres e instructora de cursos para Matrimonios y Liderazgo. Responsable en Casa de Gracia del Ministerio de Mujeres, Consejera y Maestra, y actual miembro del Equipo Pastoral de la Asociación Evangelística Gracia y Gloria Paraguay.