Sin embargo, el buen ejercicio de este ministerio puede verse amenazada y en ocasiones frustrada por diversos «enemigos». Por esta razón, el consejero debe prestar mucha atención a los factores internos que podrían poner en peligro y socavar la eficacia de su trabajo espiritual.
Algunos enemigos frecuentes
¿Cuáles podrían ser enemigos potenciales para una buena consejería?
1. Que el consejero no dependa del Espíritu Santo creyendo en sus propios conocimientos.
El consejero pastoral es responsable por lo que hace ante Dios, ante el aconsejado y ante la congregación. En el proceso de aconsejamiento se debe tener presente el bien del asesorado. Si el consejero no se prepara espiritualmente para este ministerio, podría caer en el error de guiar a las personas según su carnalidad. La consejería pastoral implica una relación de cuidado, guía, asesoramiento para el diario vivir del aconsejado. Y todo esto implica para el asesor buscar la sabiduría de Dios y el conocimiento de la Biblia en forma constante.
2. La inmadurez emocional del consejero.
Cuando manifiesta:
• Autosuficiencia: Es decir, un estado o condición de que se basta a sí mismo, se cree que es superior a otras personas, que solo él sabe hacer las cosas bien y tiende a minimizar las habilidades y talentos de los demás. Esto conduce a la desconfianza.
• Falta de dominio propio: Dominio propio significa el control y la disciplina que se tiene sobre uno mismo, una cualidad que también se conoce como «templanza». Se trata de la capacidad que permite controlar las acciones y emociones, y no que estas nos controlen. Tener dominio propio brinda la posibilidad de elegir lo que se quiere sentir en cada momento de la vida. En este aspecto un consejero podría estar en falta y afectar el ministerio de consejería.
• Dificultad para llevarse bien con los demás: Las relaciones humanas son las habilidades de llevarse bien con los demás y se logran cuando las personas tienen un contacto, comparten ideas, sentimientos, valores, trabajo, estudio, etc., logrando altos niveles de solidaridad, empatía, aceptación, comprensión, y compromiso con ellos y la sociedad. Este proceso es una fuerza activa que lleva a la creación de relaciones positivas o negativas, cuando el carácter todavía no ha sido tratado o modificado y afloran aspectos que separan o dividen relaciones interpersonales dentro y fuera de la congregación.
• Culpabilizar a los demás: Nunca aceptan sus culpas o fracasos y tienden a culpabilizar a otros de lo que ha ocurrido. Lo más común es que detrás de ese patrón de culpar a los demás haya miedo, ira reprimida y tristeza. Y mientras no se opte por estrategias más sanas en las relaciones con los demás, tales sentimientos permanecerán e incluso se harán más intensos. Cuando el consejero padece de este mal, por lo mismo no podrá ejecutar una estrategia eficaz de consejería, sino que, por el contrario, multiplicará las dificultades.
3. No guardar los secretos de consejería.
El consejero indiscreto es indigno de su vocación. Él recibe tanta información que los aconsejados le han confiado, que surge una enorme responsabilidad y disciplina de guardarlo todo en el corazón. El buscar consejería ante las dificultades personales es el acto humano que muestra la mayor confianza en el consejero.
4. El consejero no reconoce sus propias limitaciones.
Ningún consejero puede ayudar en todos los problemas. Surgirá casos o situaciones donde el aconsejado necesitará de otras ayudas profesionales, como en casos de enfermedades mentales (delirios, psicosis, alucinaciones) o enfermedades fisiológicas (cáncer, duelo patológico, enfermedades crónicas), o adicciones (como al alcohol o las drogas) donde se necesitaría un tratamiento de desintoxicación. Si el consejero no sugiere una interconsulta con otros facultativos podría empeorar los problemas de salud del aconsejado.
No pierda de vista el objetivo
La consejería cristiana tiene como objetivo ayudar a los aconsejados en su búsqueda de Dios, una vida significativa y con propósito. Recibir el perdón, la misericordia, la gracia y el amor incondicional de Dios. Para ello, también se precisa de consejeros sanos emocional y espiritualmente.
El Espíritu Santo tiene acceso a todos los materiales que los consejeros conocen y usan, pero además tiene acceso directo a los pensamientos y sentimientos íntimos de los consejeros.
El consejero también necesita pasar a ser aconsejado en la presencia del Consejero admirable (Is. 9:6), y si sinceramente busca su aprobación, corrección y entrenamiento en la justicia que promete el Espíritu Santo, debe dejarse capacitar por Él. Cuando el consejero aprende a vivir en esta relación, puede decir: «En verdad dependo de Dios en cada consejería».
La Biblia nos recuerda que «en la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto» (Prov. 18:21).
POR SICILIA CARDOZO
Sicilia Cardozo vive en San Lorenzo, Paraguay. Está casada con Cristóbal Cardozo, pastor presbiteriano, y tienen cuatro hijos. Estudió Teología y Psicología y es docente universitaria.