EL CAMINAR DIARIO DEL LÍDER CON SU SEÑOR
Cuando estamos en el camino de ser discípulos de Cristo y de convertirnos en líderes, hay momentos cuando nos sentimos exitosos, y otros, cuando nos sentimos un fracaso. Entre otras cosas, esto tiene que ver con la medida del verdadero éxito y las herramientas para alcanzarlo.
La Palabra de Dios nos pone la medida: la estatura de Cristo ¿Cuál es la meta que Él nos ha puesto para definir lo que llamamos éxito? La Biblia nos dice en Efesios 4:13 que debemos crecer en el conoci- miento hasta alcanzar la estatura de Cristo, o sea, ser como Cristo.
A veces cometemos el error de mirar a alguien con muchas dificultades y dentro nuestro aparece esa pequeña satisfacción diciendo: «Bueno, estoy un poquito mejor que este». Pero la Palabra no nos pone al prójimo como medida, sino a Cristo. Si llegaste a ser como Cristo, alcanzaste la meta.
Al sincerarnos con Dios reconoceremos: «Me falta mucho para tener las actitudes de Cristo, su humildad, su comunión con el Padre. Dar mi vida por todos —amigos y enemigos— como Cristo lo hizo. Ser intachable, no tener pecado, como Cristo».
Llegamos entonces a la conclusión de que estamos en un proceso que va a durar toda la vida, y aun así será insuficiente. Por ello, al final dependemos de que Dios, en Su gracia, complete la parte que no pudimos lograr para llegar a ser como el Señor.
Cada día debemos caminar por fe de la mano del Señor, sabiendo que Él nos escogió, aunque no somos capaces por nosotros mismos. De Su mano, seremos los líderes y personas que Él desea.
Cristo, presente en todas las áreas de nuestra vida
Como discípulos y líderes cristianos, debemos asumir que la totalidad de nuestra vida debe ser reconocida como algo espiritual.
En primer lugar, porque Jesucristo es el Señor. Él mismo dejó claro que si alguien considera algo o alguien más importante que Él, no es digno de seguirlo —sea una persona, familia, trabajo, dinero, posesiones... No nos habla de despreciar a los demás, sino de apreciarlo a Él por sobre todas las cosas.
Estamos para agradar al Señor, pero luego estamos llamados a amar, atender y servir a la familia, en el caso de tenerla. Y en tercer lugar, viene aquello que es conocido como ministerio y liderazgo en cualesquiera de sus formas.
Si tenemos trabajo, debemos someterlo a Cristo y llevarlo a Él allí, al igual que en nuestro entretenimiento y recreación, o nuestros círculos de amistades. En cada área de nuestra vida, Cristo debe ser el centro. Y no hay nada que podamos reservarnos, pues la relación con Él es al todo o nada, sin matices ni espacios vacíos.
DEPENDEMOS DEL ESPÍRITU
En el camino de crecer hasta la estatura de Cristo, dependemos totalmente de la obra y la guía del Espíritu Santo. Es impensable agradar a Dios sin la intervención directa del Consolador. Según la Palabra, es quien nos llama, nos da dones para cumplir ese llamado y propósito, y nos muestra siempre a Cristo.
Cuando pecamos, el diablo nos acusa y nos dice que no merecemos pertenecer a Cristo ni servirle. Nos trata de llevar contra la pared, para luego hacernos colapsar. El Espíritu Santo, sin embargo, nos lleva al arrepentimiento, nos muestra que hemos pecado, pero también nos muestra que Cristo ha muerto por nuestros pecados, ofreciéndose como camino de regreso al Padre.
Siempre es importante discernir la diferencia que existe entre la acusación del enemigo, que nos quiere llevar a la muerte, y la convicción del Espíritu Santo, que nos lleva al arrepentimiento.
El Espíritu Santo también nos guía a Cristo cuando tenemos victoria, para darle la gloria al Señor, como hacía David después de ganar sus batallas. La lucha es cruel y encarnizada, y al terminar, el Espíritu nos dice que no es el momento para alabarnos a nosotros mismos, sino para humillarnos delante del Señor y darle toda gloria y honra.
El Espíritu Santo refuerza nuestra identidad como hijos de Dios — dice a nuestro espíritu que somos sus hijos. Por su parte, el diablo quiere hacernos dudar de ello, señalando nuestros fracasos como evidencia. Pero el Espíritu nos recuerda la Palabra del Señor. Nos da el poder para ser testigos y para vencer. Sin el Espíritu Santo es inútil lanzarnos al ministerio y al liderazgo. Si lo hacemos, sería un suicidio espiritual, ya que nuestra fuerza es completamente insuficiente para ser lo que Dios quiere que seamos en Él.
MIRANDO SIEMPRE AL SEÑOR
Si queremos crecer hasta la estatura de Cristo, es imprescindible mirarlo a Él. Mirando abajo, encontramos problemas. Mirando arriba, hallamos soluciones. Llevamos a la cruz de Cristo nuestras victorias, nuestras derrotas. Lo miramos a Él y continuamos día a día, paso a paso, comprendiendo que cada día trae su propio afán.
Jesús solo necesita nuestro «Sí», tal como buscó en Pedro esa respuesta concisa para devolverle la confianza. En el liderazgo vez tras vez debemos reafirmar ese «Sí, Señor. Te he dicho sí, permanezco en ese sí. No quiero otro camino. Quiero Tu camino. Te amo y te voy a obedecer».
El Señor no necesita nuestra opinión ni nuestros discursos. Solo necesita que le digamos «Sí».
Lo que nos definirá ante el trono de Dios en el día del juicio no es el éxito personal ni como líderes. Lo que nos definirá es el amor y la compasión, tal como Cristo fue amoroso y compasivo (Mt. 25:35- 40).
Tampoco será de ayuda presentarle un listado de realizaciones. «Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, hacedores de maldad!» (Lc. 13:25- 27 RVR 1995).
El éxito verdadero, como personas, discípulos y líderes, está en haber crecido hasta la estatura de Cristo, quien «no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. Mas aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Fil. 2:6-8 RVR 1995).
POR WALTER NEUFELD
Evangelista, fundador y presidente de Jesús Responde al Mundo de Hoy. Oriundo del Chaco Paraguayo, Dios le llamó muy joven a proclamar el Evangelio. En 1990 funda Jesús Responde, realizando todo tipo de eventos evangelísticos y de servicio, alcanzando a miles de personas. En el año 2000 impulsa el primer Maratón Nacional de Oración. Casado con Anita, tienen 3 hijos y 6 nietos.
Interesante, Dios te bendiga por esa reflexión, que me es como un refrigerio a mi vida y una motivación a seguir el objetivo de llegar a la estatura del conocimiento de Cristo
ResponderEliminarMuchas gracias por el artículo que nos ayuda a vernos en Cristo, y por toda la revista y sus colaboradores, ha sido y sigue siendo de gran bendición a mi vida y ministerio, me ha servido para compartir a Cristo con los demás, ánimo mis hermanos y adelante confiando siempre en nuestro Salvador. Bendiciones
ResponderEliminarQue interesante tema Dios les continúe bendiciendo me es de mucha ayuda
ResponderEliminarGracias es hermosa la palabra de hoy
ResponderEliminarMuy importante te yega al alma
ResponderEliminarGraciass....por esta palabra que nos da mucha enseñanza...Dios los bendiga
ResponderEliminarAMÉN. La Gloria y la Honra para nuestro Señor Jesucristo .
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