El arte de elegir el tema adecuado. Anteriormente comentamos sobre los prerrequisitos de la preparación que un maestro debe tener y pasamos desde lo q
UNA GUÍA PARA LA SELECCIÓN DE TEMAS BÍBLICOS PARA LA ENSEÑANZA
Anteriormente comentamos sobre
los prerrequisitos de la preparación que un maestro debe tener y
pasamos desde lo que es ser un maestro
de corazón salvo, su vocación, su llamado,
su deseo y preparación, así como su sabiduría, carácter y oración. Personalmente
creo que esta «receta» debería ser integrada por todos los hombres y mujeres
que ministran y predican. En esta ocasión
sugeriré algunas formas para escoger los
temas y asuntos que requieren ser enseñados.
¿Cómo elegir un tema?
Es muy interesante saber que la elección
de un tema bíblico no es un asunto fácil,
no porque no haya suficientes temas, sino
al contrario, porque son tantos que no podemos cuantificarlos. Las Escrituras, al
ser un libro vivo y contener la mente de
Cristo, ofrece una fuente inagotable de
verdades, enseñanza, sabiduría y conocimiento, y son tantos los conocimientos,
que de ahí se desprende la dificultad para
seleccionar una entre tantas joyas preciosas.
Por tanto, presentaré una breve lista
de consejos para que los maestros tengan
un marco de referencia y guía para poder
elegir correctamente.
1. Solicitarlo en oración
Una de las mejores prácticas que puede
tener un maestro de estudio bíblico es
orar para solicitar al Señor las enseñanzas.
Aun cuando seas un experimentado maestro o predicador, debes recordar que requieres de la gracia de Dios, la cual también se define como el poder de Dios que
nos capacita para hacer lo que nosotros
solos no podemos hacer. Orar es reconocer nuestra dependencia de Él y de su poder; de hecho, ningún cristiano debería olvidar nunca que con Cristo todo lo puede
y sin Cristo nada pudiera.
La oración no solo es un medio de
gracia que te capacita para enseñar bien,
sino que es un medio gracia para vivir esa
enseñanza también. Así que ahí tenemos
doble ganancia.
2. A partir de la lectura devocional de las escrituras
No pocas veces, cuando los maestros leen
Las Escrituras, encuentran cómo el Espíritu Santo hace resaltar en el texto bíblico
una palabra tan atrayente que no podrán
soltarla. Al leer devocionalmente las Escrituras, se abrirán ríos de aguas vivas listas para refrescar primero al maestro y
que posteriormente podrá dar de beber
de estas aguas a toda la congregación.
De ahí las palabras del Señor Jesús:
«Mas el que bebiere del agua que yo le
daré, no tendrá sed jamás; sino que el
agua que yo le daré será en él una fuente
de agua que salte para vida eterna» (Jn.
4:14 RVR60). Qué linda imagen, ¿no crees?
¡Una fuente ambulante de la que puedan
beber muchos!
3. Observando las necesidades de la iglesia
Un ojo entrenado y compasivo de los maestros podrá detectar cuando el pueblo
carece de algo. El apóstol Pablo, a pesar de
no estar presente en algunas congregaciones, estaba enterado de las conductas y
características de las iglesias, como fue el
caso de la iglesia en Corinto, por lo cual
tuvo que abordar enseñanzas, exhortaciones, pero también elogios específicos
para los hermanos. Nosotros al vivir dentro del contexto de la congregación sabremos observar qué áreas debemos
abordar por medio de la enseñanza, pero
debemos tener cuidado de no caer en lecciones con intencionalidades solamente
hirientes, más bien, como a padres, madres y hermanos hemos de hablarle a la congregación, no con señorío, sino con
amor.
4. Por la intervención directa del espíritu santo
En no pocas ocasiones el Espíritu de Dios
también optará por intervenir para darnos algunos asuntos y temas que tratar
con la congregación. Esa era la experiencia de los profetas antiguamente: «Así ha
dicho el Señor». Pero siempre debemos
recordar que estos temas nunca deben
apartarse o contradecir las Escrituras y
que deben alinearse correctamente con el
carácter santo de Dios, ya que muchos,
engañados por el enemigo, pretenden tener revelaciones que han terminado en
abusos.
Si la enseñanza se ajusta a Filipenses
4:8, entonces podríamos deducir que viene de Dios: «Por lo demás, hermanos,
todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo
amable, todo lo que es de buen nombre; si
hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad» (RVR60).
5. De acuerdo con las edades o sectores a los que se esté enseñando
Algo maravilloso que sucede en la enseñanza bíblica es que el Espíritu Santo convierte un solo sermón en muchos, tantos
como oyentes se encuentren escuchando.
¡Sí!, por medio de la predicación el Espíritu
Santo enseña diferentes cosas a cada
oyente de tal manera que la enseñanza
nos individualiza a todos, y lo que yo
aprendí no será exactamente lo mismo
que aprendió otro hermano.
Piensa cómo en las escuelas acomodamos a los estudiantes por edades cuando son los grados más básicos, pero en los
niveles universitarios puede haber diferentes edades; sin embargo, debes llevar
un orden en el curso de los semestres salvo raras excepciones. Es decir, se debe
cumplir un orden y secuencia de acuerdo
con los planes y programas de estudio. No
obstante, en la iglesia casi por lo general
en una predicación tendremos algunos
creyentes con décadas de vida cristiana y
otros casi «recién nacidos» pero todos
escuchando la misma enseñanza. ¿Te has
preguntado por qué en la iglesia no separamos a los creyentes por niveles de conocimiento? La respuesta es esta: porque el
Espíritu Santo enseñará en el corazón a
cada uno como sea menester.
Dicho lo anterior, sí hay ocasiones en
que organizamos enseñanzas para jóvenes, niños, hombres, mujeres, candidatos
al bautismo, parejas comprometidas en
matrimonio y, otras veces, para casados.
Por esta razón, tendremos que ser congruentes con los sectores de oyentes a los
que nos estemos dirigiendo.
Espero con todo mi corazón que estos breves consejos te sean de utilidad y
que tu ministerio sea en todo tiempo
bendecido por nuestro Señor y Salvador
Cristo Jesús. ¡Hasta la próxima entrega, si
Dios quiere!
Por Alberto Esparza (albertoesparzaIIL@outlook.com)
Nacido en 1967, originario de la norteña ciudad industrial
de Monterrey, Nuevo León, México. Creyente desde los 17
años, recibió el llamado al pastorado un año después y ha
sido pastor en ocho ciudades distintas de México. Casado
con Marina, es padre de cuatro hijos maravillosos: Sara, Belem, Juan y Daniela, todos ellos creyentes y servidores de Jesucristo. Licenciado en Pedagogía y totalmente comprometido con la educación cristiana y secular.