Cantando en la cárcel: Iniciemos recordando dos de las enseñanzas de Jesús a sus discípulos en la última cena. En primer lugar, la victoria sobre el
EL GOZO COMO RECURSO ESPIRITUAL EN LA CONSEJERÍA CRISTIANA
Iniciemos recordando dos de las enseñanzas de Jesús a sus discípulos en la última cena. En primer lugar, la victoria sobre el mundo: «Les digo todo esto para
que encuentren paz en unión conmigo.
En el mundo ustedes habrán de sufrir,
pero tengan valor: yo he vencido al mundo» (Jn. 16:33 DHH). En segundo lugar, la
promesa del gozo, que también es una
promesa directa del Señor para nosotros:
«Estas cosas os he hablado para que mi
gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea
completo» (Jn. 15:11 RVR95). Estas promesas nos muestran dos polos opuestos,
los cuales afloraran constantemente en
nuestra labor como consejeros: el sufrimiento y el gozo.
Hablar de sufrimiento y gozo puede
sonar contradictorio. Por eso, necesitamos regresar a la Biblia y encontrar el verdadero significado del gozo. Pablo nos
enumera los componentes del fruto del
Espíritu «Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y
templanza» (Gál. 5:22-23 RVR60). ¿Qué
nos quiere decir la Escritura cuando dice
que el fruto del Espíritu es gozo? ¿A qué
clase de gozo se está refiriendo? ¿Bajo qué
circunstancias se hace ese gozo real, palpable, aún en medio de la crisis extrema?
La experiencia de Pablo y Silas
Usemos nuestra imaginación. Regresemos alrededor de unos 2000 años atrás y
asomémonos a una celda en la ciudad
griega de Filipos. En la peor celda de la cárcel están dos hombres, Pablo y Silas. Para
entender algo de la condición de estos hombres tenemos que remontarnos a los
sucesos del día (Hch. 16:16-26). Estos dos
hombres empezaron su odisea yendo a
un culto de oración (v. 16). En el camino,
obran un milagro en el nombre de Jesús y
liberan a una pobre muchacha esclava a
quien sus amos explotaban (vv. 17-18).
¿Qué hicieron los amos de la muchacha?
¿Les agradecieron por la liberación? No,
los agarraron y los llevaron ante las autoridades (v. 19).
Triste y elocuente testimonio de la naturaleza humana, que se convierte en una
alerta para nosotros como consejeros: un
ser humano deja de ser objeto, se vuelve
persona, y la reacción es de condenar y
enjuiciar el hecho.
Siguiendo con el relato, se presenta
una acusación falsa para incitar al pueblo.
El pueblo se vuelve una turba. Llueven los
insultos y los golpes. Una multitud contra
dos hombres. Como si fuera poco, los jueces ordenan que les azoten, y la Biblia especifica, con varas (vv. 20-22). No se dice
cuántos azotes, pero la ley permitía hasta
39. La narración dice que les azotaron
mucho y después les metieron «en el lugar más profundo de la cárcel… con los
pies sujetos en el cepo» (vv. 23-24).
¿Podemos imaginarnos la condición
de estos dos hombres? Rechazados, heridos hasta en lo más íntimo, azotados y
sangrando, heridas en sus espaldas, encarcelados en la peor de las celdas, sus pies
lastimados y sujetos en el cepo, en la más
profunda oscuridad, sin más compañía
que las ratas. A propósito, en términos espirituales, esa es la condición en la que se
encuentran muchos de los miembros de
nuestras comunidades, a los cuales nos
toca atender como consejeros.
Regresando a Pablo y Silas, después de
un rato de sueño, ambos despiertan, se
acostumbran a la oscuridad, con una gotera para apaciguar la sed. ¿Podemos imaginar el diálogo entre ambos? ¿Qué dirán? ¿Qué pensarán? ¿Por qué les ha pasado
esto, si lo que hicieron fue liberar a esa pobre muchacha en el nombre de Jesucristo? ¿Qué habríamos pensado nosotros?
Tal vez le hubiésemos reclamado a Dios.
¿Por qué la iglesia, el pastor, los hermanos,
no hacen nada por sacarme de aquí?
Conforme avanzaba la noche y se intensificaba el dolor de las heridas, más difícil sería mantener la fe.
Eso es lo que tal vez nos hubiera pasado a nosotros, pero estos dos, ¿cómo enfrentaron esa crisis de sufrimiento extremo? ¡Oraban y cantaban! Y no cantaban
para pasar el rato, su canto era de alabanza. Y no cantaban como desanimados y
derrotados, sus cantos traspasaban las
gruesas paredes, pues leemos que los
otros presos les escuchaban (vv. 25-26).
¿Cómo podemos explicar esta reacción?
¿Qué secreto conocían para reaccionar
así? ¿Qué tenían de especial? Eran hombres llenos de la presencia del Espíritu
Santo. Y es precisamente uno de esos
hombres, que canta gozoso desde el fondo de una cárcel húmeda y oscura, quien
cinco o seis años después, inspirado por el
Espíritu Santo pero guiado también en alguna manera por su experiencia, escribe:
«Mas el fruto del Espíritu es… gozo». El
Espíritu Santo mora en lo íntimo del corazón y nadie puede verificar o medir su
presencia. Pero el gozo sí se puede medir,
es externo, visible y tangible, como lo fue
para los otros presos que estaban en la
cárcel y para el mismo carcelero.
El gozo, como fruto del Espíritu Santo,
siempre está en nosotros, a pesar de las
circunstancias más difíciles que transitemos en la vida. Si no lo leyéramos no lo
creeríamos: gozo en lo más profundo de
una cárcel.
La realidad del gozo
El gozo es tan real como lo es nuestra salvación. El Nuevo Testamento es un libro
de gozo: esta palabra se encuentra más de
130 veces en el Nuevo Testamento. Pero
es una corriente que viene desde el Antiguo Testamento: «El gozo del Señor es
nuestra fuerza» (Neh. 8:10 RVC). La Versión Popular traduce: «La alegría del Señor es nuestro refugio» (DHH). Pablo les dice a los Filipenses: «Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!»
(Fil. 4:4 RVR60). Fue la promesa directa
del Señor para los discípulos en la última
cena: «Estas cosas os he hablado para que
mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo
sea completo» (Jn. 15:11 RVR95).
¿Cuándo se completará ese gozo?
¿Cuando el Señor regrese y establezca su
reino entre nosotros? Jesús les dijo a sus
discípulos, también en la última cena:
«Les aseguro que el Padre les dará todo lo
que pidan en mi nombre. Hasta ahora ustedes no han pedido nada en mi nombre,
pidan y recibirán para que su gozo sea
completo» (Jn. 16:23-24). Pedir en el
nombre de Jesús es la clave para que nuestro gozo sea completo. El gozo del Señor
es una realidad presente en nuestra vida,
por la presencia del Espíritu Santo.
Consideraciones para la labor del consejero
Como consejeros debemos mostrarles a
las personas algo mejor que lo que se puede encontrar en las fuentes humanas: el
recurso del gozo que se sobrepone a todas las circunstancias, por más críticas y
extremas que estas sean.
Aquellos a quienes aconsejamos, no
están en cárceles físicas de piedras y rejas.
En muchos casos se encuentran prisioneros en una de las múltiples cárceles que
son propias de la humanidad: cárceles de
enfermedad, de pobreza, de malas relaciones; cárceles de odio, amargura y resentimiento. Dios nos quiere usar como
instrumentos para librarles de esas cárceles, como lo hizo con Pablo y Silas. El recurso del gozo es fundamental para ayudarles a transitar y salir victoriosos de
cualquier cárcel que puedan estar atravesando.
Lo mismo aplica para nosotros. El ser
consejeros no nos exime de vivirlas. Posiblemente estemos atravesando por alguna de ellas, pero, ¿cuál será nuestra reacción? ¿Nos vamos a amargar, a quejar, a tener lástima de nosotros mismos? O podemos cantar, regocijamos, como consecuencia directa del gozo del Señor que es
nuestra fuerza y nuestro refugio.
Una vida gozosa, aun en las circunstancias más difíciles de la vida, es el mejor
argumento, el sermón más elocuente
para nuestros familiares y amigos. Desde
el fondo de cualquier cárcel, podemos
elevar nuestro canto gozoso, nuestro canto de victoria. Tenemos el recurso del
gozo, aun en medio de las aflicciones.
Terminemos entonces leyendo esta
preciosa promesa en el libro de Isaías:
«Él da fuerzas al cansado, y al débil le aumenta su vigor. Hasta los jóvenes pueden cansarse y fatigarse, hasta los más fuertes llegan a caer, pero los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse» (Is. 40:29-31 DHH).
Por Mauricio Valverde (mauriciovalverded@gmail.com)
Licenciado en Teología y en Comunicación y Periodismo,
actualmente cursa un Doctorado en Teología con énfasis en
Eclesiología en UNELA. Desde 2001, ha servido en la Federación Alianza Evangélica Costarricense (FAEC), desempeñándose como coordinador de comunicación, director del
Plan de Capacitación por Extensión y del Colegio Pastoral,
hasta asumir en 2021 la Dirección Ejecutiva. Ha sido docente en la Universidad Nazarena (UNAZA), ESEPA y UNELA.
Desde 1997, es pastor de la iglesia Hacienda del Rey en Moravia, San José, Costa Rica.