Mi recuperación ha sido muy buena, a Dios gracias; pero el proceso ha sido largo y doloroso. Siempre pensé que todo estaba bien en mí, pero Dios nos conoce perfectamente y como sus «vasijas de barro», a veces necesita «quebrarnos» para volver a hacernos de acuerdo con sus propósitos perfectos.
En este proceso de ser reedificada en Él y para Él cada día, el Señor me ha dado el privilegio de contar con el apoyo de dos mujeres con quienes me reúno cada dos semanas, para tener hermosos y poderosos tiempos de oración, o de «clamor», como prefiero llamarlos, los cuales me han enseñado el enorme valor de contar con hermanas en la fe para orar unas por otras, y maravillarnos con las respuestas que Dios da a nuestras oraciones.
Mi grupo de oración es una verdadera fuente de ánimo y fortaleza para mí, permitiéndome entender más profundamente lo escrito en Gálatas 6:2:
Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo.
Un paraje donde hay agua en medio del desierto
Los grupos de oración en una iglesia constituyen una herramienta de crecimiento y compañía para cada creyente. Con las mujeres, su importancia se potencializa aun más, pues las damas tenemos una profunda necesidad de compartir y de aprender a diario.
Además, cada mujer que busca conocer más a su Señor sabe que orar no es una opción, sino una necesidad, y como tal, procuraremos darle solución cuanto antes. Bien lo dice la Biblia en 1 Tesalonicenses 5:17, «Orad sin cesar» (RVR 1960). El Señor sabe que una relación profunda y sincera con Él, amerita tiempos de conversación frecuentes con cada una de sus hijas, por eso y a través de Jesucristo, nuestro sumo sacerdote, tenemos acceso al trono de la gracia cada vez que nos detenemos por un momento, para recordar quien está con nosotros sosteniéndonos y ayudándonos.
Cuando las mujeres comprendemos esta verdad y la hacemos nuestra sabemos que, en medio de las dificultades o el dolor, nuestro Amado está «a una oración de distancia» y eso aquieta nuestro ser por completo, haciendo que «la paz que sobrepasa todo entendimiento» (Fil. 4:7) se haga real en medio de nuestras circunstancias, logrando así cambiar la manera de concebir lo que enfrentamos en el día a día. El poder contar con «compañeras de travesía» o mujeres de fe que nos impulsen a continuar, que nos permitan entender que todas tenemos batallas que enfrentar y obstáculos que superar en nuestro caminar cristiano, aliviana nuestra carga y trae esperanza a nuestro corazón.
El tiempo en el «desierto», o bien, el tiempo en tu vida donde todo parece seco e inerte y tus fuerzas para continuar se acaban, es la oportunidad perfecta para que Dios te sostenga en sus brazos y te lleve a un oasis donde puedas tomar agua y cobrar ánimo. Ese oasis puede estar en tu propia congregación o bien, fuera de ella. La palabra de Dios debe ser el fundamento de ese grupo; la adoración y la alabanza, las manifestaciones de nuestra gratitud, reconocimiento y completa entrega al único y santo Dios.
Nuestro Dios nunca se ha cansado de proveer y de tenderle la mano a sus hijos. A lo largo de la Escritura desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento somos testigos de la poderosa mano de Dios. La liberación portentosa de un pueblo entero de las manos de un faraón egipcio, la travesía de décadas de este pueblo por el desierto y el trato fiel y justo de Dios a lo largo de esta histórica hazaña, son tan solo algunos motivos para nunca permitirnos dudar de su actuar. Quizá hoy más que ayer, necesites manos amigas que sostengan las tuyas, necesitas ser escuchada mientras tus pensamientos toman el lugar correcto en tu mente o, tan solo, disfrutar de la compañía de mujeres que al igual que tú se esfuerzan diariamente por seguir adelante en un mundo que cada vez está más carente de sentido y lleno de desánimo por donde quiera que mires.
Te animo a ser parte de algún grupo de oración de la iglesia; aún más, te motivo a ser pionera y darte la oportunidad de formar uno. Con la ayuda de las personas en liderazgo en tu congregación, y bajo una sana doctrina, compartir las verdades del evangelio con otras, propiciando tiempos de oración donde las unas compartan sus «cargas» con las otras.
Este oasis no solo es mío
Es común que cuando algo nos hace bien, deseemos quedarnos con eso. Pero este no es el caso. Te comparto la bendición para que sea multiplicada. En tu iglesia, tu hogar, tu lugar de trabajo, con tu familia, tus amigas o tus vecinas. ¡Adelante!, y como está escrito: «La oración eficaz del justo puede mucho» (Stg. 5:16 RVR 1960).
Ningún oasis en el desierto es de nuestra propiedad. El Señor lo puede usar para transformar la «sed» de muchas en testimonios vivos de su amor y poder. ¿Aceptas compartir tu oasis con otras, para bendición de todas?
POR ELENA CALDERÓN
Graduada de Diplomado en Biblia y Ministerio Pastoral de la Federación Alianza Evangélica Costarricense, posee una maestría en Psicopedagogía de la Universidad Estatal a Distancia (UNED), y un bachiller en Educación Primaria de la Universidad de Costa Rica (UCR). Con experiencia como docente en instituciones privadas y como psicopedagoga particular de niños, adolescentes y adultos por más de 10 años. Actualmente apoya desde su formación profesional a varios ministerios de Escuela Dominical de varias iglesias en San José, Costa Rica.