El líder cristiano se aferra a su Señor en medio de la tormenta EL LIDERAZGO CRISTIANO Y LAS ADVERSIDADES Quienes ejercemos el liderazgo e...
El líder cristiano se aferra a su Señor en medio de la tormenta
EL LIDERAZGO CRISTIANO Y LAS ADVERSIDADES
Quienes ejercemos el liderazgo enfrentamos adversidades. Tenemos al frente a todo el ejército de las tinieblas, tenemos nuestra propia carne, y la de quienes nos siguen. La carne se opone a la voluntad de Dios, así como el enemigo de nuestras almas también se le opone. La lucha viene del mundo espiritual, de nuestra propia humanidad, y también de circunstancias de todo tipo: familiares, personales, laborales, ministeriales, etc., y todo esto nos puede llegar a quebrar.
Sin embargo, la Palabra dice que «el SEÑOR nuestro Dios pelea por nosotros» (Deut. 3:22). Si estamos empeñados en hacer lo que Dios quiere, Él va a pelear por nosotros, y nos dará paz y victoria.
El temor a perder el control
Una de las razones porqué le tememos a la tormenta es la posibilidad de perder el control. Aunque en realidad controlamos mucho menos de lo que pensamos, la sensación de perder el control nos angustia. Sentimos que las cosas se nos van de las manos y eso nos desespera, y hasta nos hace sentir culpables. Vemos que en nuestra propia vida o en nuestra familia o en el ministerio hay cosas fuera de control, y el enemigo usa este sentimiento de culpa para acusarnos.
En medio de esto pensamos que no entendemos al Señor. Creíamos que Él nos daría éxito, y vemos fracaso. Esperábamos un viaje plácido y hay un temporal... Se escapa la esperanza, nos encerramos en nosotros mismos, y nos hundimos, apartándonos progresivamente de Dios en medio de una tormenta que no termina.
Los peligros de la tormenta
El mayor de ellos es perder la confianza en el Señor. En la densa oscuridad podemos decidir dejar de confiar en el Señor, y no obedecer a Su Palabra: eso nos lleva a estrellarnos contra las rocas y naufragar.
Otro peligro es hacer lugar permanente en nuestro corazón al dolor y la amargura. Ya no hay más alabanza ni gratitud. Solo pensamientos y palabras amargas, que contaminan a los demás (Heb. 12:15).
El momento de confiar
Aunque veamos todo oscuro a tal punto de no encontrar salida, este es de hecho el momento de creer y confiar en Dios, de ser orientados por Su Palabra, sostenidos por Su poder, y renovados por Su Espíritu. Nosotros perdemos el control, pero Él no (Is. 45:6-7), y nos ha prometido estar todos los días con nosotros, aun en los peores y los más oscuros (Jn. 14:16; Mt. 28:20).
Él prometió poner un límite al mal, lo cual vemos en la historia de Job y también en 1 Corintios 10:13: «Las tentaciones que enfrentan en su vida no son distintas de las que otros atraviesan. Y Dios es fiel; no permitirá que la tentación sea mayor de lo que puedan soportar. Cuando sean tentados, él les mostrará una salida, para que puedan resistir» (NTV).
Nada ni nadie nos puede separar de Dios (Rom. 8:28-39). Él es fiel a Su Palabra: pactó cumplir Sus promesas y lo hará. Es importante recordar la enorme cantidad de personas a quienes Dios ha sostenido en medio de las tormentas más terribles (Heb. 11).
La ayuda viene de lo Alto
Cuando estamos en la tormenta, buscamos ayuda, y está bien. El problema aparece cuando esperamos que alguna persona venga a ayudarnos y ese alguien no viene y nos defrauda, y añade la desilusión al dolor que ya tenemos. Esperamos de otra persona lo que solo Dios nos puede dar. Dios puede obrar a través de otros, pero nuestra esperanza y confianza deben estar puestas en el Señor.
En la tormenta, miremos al Señor —solo Él nos podrá librar. Abramos nuestro corazón a Él compartiendo sin reservas nuestro sentir: Él no se escandalizará, ni se alejará, sino que vendrá a encontrarnos. En los Salmos vemos conmovedores ejemplos de esto.
Sí: las tormentas pueden beneficiarnos
Se dice que el árbol que está fuera del bosque, expuesto a los vientos, echa raíces más profundas. La tormenta nos ayuda a arraigarnos en el Señor, confiando y creyendo en Él contra todo lo que vemos, entendemos o sentimos. Y en este proceso, conocemos más íntimamente a nuestro Dios.
Las tormentas nos dan la posibilidad de poner en práctica lo que pensamos y enseñamos cuando todo está en calma. Es una prueba de nuestra fe, que produce madurez (Stg. 1:3-5). Nuestros razonamientos colisionan con la fe muchas veces, porque ella tiene que ver con lo que nuestros pensamientos no explican. Cuando sabemos muchas cosas, tenemos experiencia de años y nos sentimos fuertes, se nos hace muy difícil creer en lo que no conocemos, eso que nunca pasó, y ahora está pasando. Es el momento de apostar por el Señor, de amarlo, y de buscar la ayuda del Espíritu Santo, orando, clamando, humillándonos ante Él.
Las tormentas nos dan la posibilidad de poner en práctica lo que pensamos y enseñamos cuando todo está en calma. Es una prueba de nuestra fe, que produce madurez (Stg. 1:3-5). Nuestros razonamientos colisionan con la fe muchas veces, porque ella tiene que ver con lo que nuestros pensamientos no explican. Cuando sabemos muchas cosas, tenemos experiencia de años y nos sentimos fuertes, se nos hace muy difícil creer en lo que no conocemos, eso que nunca pasó, y ahora está pasando. Es el momento de apostar por el Señor, de amarlo, y de buscar la ayuda del Espíritu Santo, orando, clamando, humillándonos ante Él.
Todos atravesamos adversidades y tormentas
Esta es una verdad absoluta. Nadie está libre de adversidades y tormentas, porque, en la práctica, es un camino de Dios para obrar profundamente en nuestra vida, produciendo madurez y haciéndonos más como Jesús.
Al enfrentarlas, recordemos estas verdades, miremos a Dios, busquémosle con fervor, mantengamos nuestra fe y confianza en Su verdad, sin dejarnos llevar por nuestras emociones negativas. La lucha, recordemos, es de orden espiritual, y por ello, echemos mano a las poderosas armas espirituales que el Señor nos ha dado (2 Cor. 10:4-5).
Esta es la hora de pedir a Dios que, por Su Santo Espíritu, resucite nuestro amor, nos recuerde Su poderoso obrar del pasado. Es hora de dejar a Sus pies nuestras glorias y nuestros fracasos, pidiendo que nos permita mantener nuestros ojos fijos en Su gloriosa persona.
Walter Neufeld
info@jesusresponde.com
Evangelista, fundador y presidente de Jesús Responde al Mundo de Hoy. Oriundo del Chaco Paraguayo, Dios le llamó muy joven a proclamar el Evangelio. En 1990 funda Jesús Responde, realizando todo tipo de eventos evangelísticos y de servicio, alcanzando a miles de personas. En el año 2000 impulsa el primer Maratón Nacional de Oración. Casado con Anita, tienen 3 hijos y 6 nietos.