Se debe luchar por mantenerlo y vivir en este estado, ya que contamos con la ayuda Dios y esto propicia que se den los pasos correctos para cambiar esta mala percepción.
Tú, que eres creyente, toma la decisión de permanecer, no esperes a «sentir», Dios quiere que se mantenga el modelo original, el «santo matrimonio».
Ora a Dios y pide por tu cónyuge, y por ti, para no abandonar y romper la unión que ya tienen.
La Biblia establece:
- Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer. [...] Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. (1 Cor. 7:10-11, 14 RVR1960)
El matrimonio no es una situación que se pueda dejar a la «buena suerte» o siguiendo por sí solo a través del tiempo. La unión matrimonial no se debe disolver porque haya problemas, o porque mi cónyuge no comparta mi fe en Cristo, o en las Escrituras.
Si tú eres creyente y tu cónyuge no lo es, esto no significa que tengas derecho a romper la unión. Solo se podría si hubiera razones valederas para hacerlo, como las inmoralidades sexuales (Mt. 19:9), pero aun así, seguiría disponible el perdón obrado por Dios en nuestras vidas, para comenzar otra vez sin romper el lazo matrimonial.
Este consejo bíblico es un extracto del artículo «Tu cónyuge aún no es creyente, pero aun así, ¡tu matrimonio vale!: Motivos y un aliento bíblico para el cónyuge creyente», publicado en la edición de enero 2022 y escrito por el pastor Roberto Maureira, de Paraguay. Lea el artículo completo en las páginas 18 y 19 aquí:
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