La iglesia es un cuerpo integrado por muchos miembros, es una comunidad viva. Esta imagen es profundamente importante en la comprensión de la natural
Aplicando la resolución de conflictos en su equipo
La iglesia es un cuerpo integrado por muchos miembros, es una comunidad viva. Esta imagen es profundamente importante en la comprensión de la naturaleza del ministerio; nos recuerda que la relación con otras personas es inevitable pues el ministerio cristiano es un campo indiscutible de relaciones. La unidad de la iglesia como cuerpo de Cristo es desarrollada en Romanos 12 y 1 Corintios 12. En cada caso, el apóstol Pablo utiliza la analogía del cuerpo humano, que teniendo muchas partes únicas solo funciona adecuadamente en forma integrada e interdependiente. Lamentablemente, los conflictos en el ministerio han dejado de ser un signo natural de toda relación personal y se han convertido en una de las mayores causas de ruptura de la unidad entre compañeros de ministerio por asuntos de diversa índole.
Las cifras son verdaderamente alarmantes; por ejemplo, London & Wiseman en su libro Pastores en alto riesgo (2005) han indicado que el 57% de los ministros dejaría el ministerio a causa de los conflictos que enfrenta si tuviese otro lugar a donde ir u otra forma de empleabilidad. Pero este panorama se agudiza al revisar la cifra de ministros que efectivamente se retiran por causa de los conflictos; London & Wiseman reportan que unos 1500 ministros dejan el ministerio ¡cada mes! Sin duda, resolver conflictosen el ministerio sigue mereciendo nuestra debida atención para enfrentarlos con una actitud sabia y bíblica. En esta serie, estamos ofreciendo una propuesta breve pero útil para administrar conflictos con su equipo ministerial y la hemos denominado Las Tres “P” de la Resolución: Prevenir antes del conflicto, Proceder durante el conflicto y Proseguir después del conflicto. Hoy notaremos la segunda de estas tres etapas.
Resolver: un rasgo de mayordomía
Cuando recibimos el llamado de Dios a servir en el ministerio la primera de nuestras prioridades debe ser honrar a nuestro Señor y cumplir nuestra posición de siervos. Esto incluye una adecuada comprensión de nuestra mayordomía en términos de relaciones. Permítame preguntarle ¿cómo administra la relación con su equipo ministerial? Un buen siervo nunca abandona su compromiso de mantener la unidad que su Señor desea con sus consiervos; más bien, es un mayordomo que asume con responsabilidad la tarea de resolver los conflictos cada vez que sea necesario. Pero, ¿qué es un conflicto? Procede del término latín conflictus y puede ser definido como una agresión conjunta, choque de incompatibilidad; oposición o combate, agudo desacuerdo (Merriam Webster).
Sin duda, este concepto confirma que el conflicto no es una tarea fácil de administrar pero está incluida en su llamado de siervo en la casa de su Señor. El apóstol Pablo enseña que “se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel” (1 Cor. 4:2 RVR1960). Esta fidelidad es la característica de los mayordomos que deciden actuar sabia y oportunamente para resolver conflictos por amor del Nombre de su Señor y por causa de la unidad con sus consiervos. Por supuesto, es mucho más cómodo tomar caminos fáciles y naturales como el escape que conduce a abandonar nuestro llamado o el ataque que nos coloca en un campo interminable de batalla.
¿Cómo proceder en los conflictos?
Aunque las propuestas para resolución de conflictos abundan, muchas de ellas ofrecen una visión antropocéntrica y evaden el hecho de que muchos conflictos son resultado de la propia actitud pecaminosa del hombre (Stg. 4:1-2). Por su parte, la Biblia enseña una visión teocéntrica para la resolución de conflictos que permite verlos como ocasión para mostrar el carácter de Dios en nosotros. En el pasaje de 1 Corintios 10:31–11:1 el apóstol Pablo ofrece una visión radical del conflicto que coloca a Dios en el centro de este proceso. A continuación le ofrezco una adaptación concisa de cuatro principios que, según Ken Sande, aprendemos de esta visión teocéntrica del conflicto:
- Principio de confianza.
Pedir a Dios que le llene de gracia para depender de él es más efectivo que confiar en sus propias ideas, capacidad y experiencia al responder a las personas que se le oponen (Pro. 3:5-7). No será fácil renunciar a su deseo natural de tomar el control del conflicto; pero confíe que Dios lo guardará y dejará de temer lo que otros podrían hacerle. Su confianza en Dios será un anticipo conciliador efectivo. - Principio de obediencia.
La experiencia ministerial o la capacidad técnica podrían ser distractores muy sigilosos que desvíen su enfoque de resolución y conduzcan a ignorar el consejo bíblico. El proceso descrito en Mateo 18:15-22 contiene el criterio de Jesús para la resolución de conflictos y hacemos bien en cumplirlo. No hay mayor garantía en la conciliación de dos consiervos que utilizar un proceso probado y ordenado por Dios. - Principio de imitación.
Tenemos el modelo perfecto en Cristo de cómo se resuelve un conflicto; él resolvió el más grande que ha existido entre Dios y los hombres (1 Tim. 2:5). Si usted se ve involucrado en un conflicto, tiene la ocasión de administrarlo como Cristo lo haría (Efe. 5:1-2) porque imitarlo a Él es el proceso más seguro que restablece la paz y la unidad con quienes existe oposición y refleja nuestra posición de siervos. - Principio de reconocimiento.
Colocar a Dios en el centro de la resolución implica que usted reconozca sinceramente su propia falta (sacar su viga), restaure a su consiervo con humildad (sacar la paja) y ambos se reconcilien por medio del perdón. Finalice el proceso reconociendo a Dios por esta resolución que no hubiera sido posible sin Él (Fil. 2:13). La resolución de conflictos eliminará barreras aquí y en el cielo (Mt. 18:19).
Por Marvin J. Argumedo marvinjosar@gmail.com
Director Nacional del Seminario Internacional de Miami en El Salvador; sirve a tiempo completo en el ministerio de educación teológica. Es Licenciado en Contaduría Pública por la Universidad de El Salvador, con más de una década de experiencia profesional. Es autor de varios libros, posee estudios de Licenciatura en Teología, Maestría en Docencia Universitaria, Maestría en Divinidades y actualmente candidato al Doctorado en Ministerio. Está casado con Vivian y juntos tienen un hijo llamado Marvin Jr.