Abrazando una visión bíblica del dinero y las posesiones Aunque difícil de admitir para muchos, el dinero es una parte importante de nu...
Abrazando una visión bíblica del dinero y las posesiones
Aunque difícil de admitir para muchos, el
dinero es una parte importante de nuestras
vidas. Pero más difícil, quizás, es valorar el
dinero en su medida apropiada, y manejarlo de una manera que sea una bendición
en nuestras vidas y no un problema.
Proverbios 3.9 enseña: «Honra al Señor
con tus riquezas». ¿Cómo podemos hacer
esto? Podemos comenzar abrazando una
visión bíblica sobre el dinero y las posesiones.
Bueno pero peligroso
Es importante reconocer que el dinero que
ganamos es un buen regalo que recibimos
de Dios. No, el dinero no es «del diablo».
Observemos la advertencia de Dios a los
israelitas cuando estaban a punto de entrar
en la tierra prometida: «No se te ocurra
pensar: “Esta riqueza es fruto de mi poder
y de la fuerza de mis manos”. Recuerda al
Señor tu Dios, porque es él quien te da
el poder para producir esa riqueza» (Dt
8.17-18).
Nosotros trabajamos, pero Dios provee.
Pero también según la Biblia, el dinero
puede ser la mayor tentación de todas:
«Porque el amor al dinero es la raíz de toda
clase de males. Por codiciarlo, algunos se
han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores» (1 Ti 6.10). El dinero puede provocar en nosotros un deseo
tan devorador que Jesús lo describe como
un posible amo de nuestras vidas: «Nadie
puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá
mucho a uno y despreciará al otro. No se
puede servir a la vez a Dios y a las riquezas»
(Mt 6.24). El novelista francés Alejandro
Dumas parece haber hecho eco de este pasaje cuando escribió: «No estimes el dinero
en más ni en menos de lo que vale, porque
es un buen siervo, pero un mal amo».
Un amo. ¿No es un poco extremo? ¿Puede el dinero realmente gobernarnos? ¿Qué
significa? Bueno, en el mismo contexto Jesús dijo: «Donde esté tu tesoro, allí estará
también tu corazón» (Mt 6.21). Ese es el
concepto clave. El dinero puede controlarnos gobernando nuestros corazones y dominando nuestros deseos. Invertimos en lo
que amamos y amamos en lo que invertimos. Cuanto más te esfuerzas por poseer el
dinero, más el dinero te poseerá a ti.
El apóstol Pablo señala un punto similar
cuando escribe: «Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza
terrenal: inmoralidad sexual, impureza,
bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la
cual es idolatría» (Col 3.5). La idolatría
es la adoración de dioses falsos. ¿En qué
sentido, entonces, iguala la codicia a la
idolatría? Porque implica dirigir nuestra
devoción total, que ha de reservarse solo
a Dios, hacia algo que no es Dios. Cuando codicias el dinero o las posesiones, ¡no
puedes estar satisfecho sin ellos! Estás diciendo implícitamente que Dios mismo
no es tan satisfactorio como aquello que
quieres, y obtener aquello es más importante que buscar o servir a Dios.
Así es como el dinero nos puede gobernar.
Pero el dinero, con sus promesas vacías, es
un terrible amo. Si buscamos satisfacción
en el dinero, nunca la encontraremos.
Entonces, ¿cómo puedes manejar tu dinero y posesiones de tal modo que tu satisfacción no dependa de ellos?
1. Reconociendo que todo lo que tienes le pertenece a Dios
Dios es el dueño de todo, incluyendo todo
el dinero. «Del Señor es la tierra y todo
cuanto hay en ella, el mundo y cuantos
lo habitan» (Sal 24.1). Esto significa que
Dios te ha confiado todo lo que tienes.
Nada de eso es tuyo por derecho, sino por
encargo. Esto implica que debes usarlo sabiamente mientras lo tengas.
Para enseñar esta verdad, la Biblia a menudo utiliza el concepto de un administrador, alguien que es responsable de la
propiedad de otra persona. Él está simultáneamente en autoridad y bajo autoridad.
Aunque a cargo de las posesiones que se le
ha confiado, el administrador está, en última instancia, bajo la autoridad del dueño.
Así que no eres el dueño, sino el administrador. ¡Así que no te apegues demasiado
a nada! Por supuesto, esto socava la actitud materialista que prevalece en nuestra
sociedad actual. Pero lo que le importa a
Dios no es cuánto tienes, sino lo que haces
con lo que tienes, y es lo que haces con lo
que tienes lo que tendrá consecuencias...
temporales y eternas.
2. Cultivando la gratitud y el contentamiento
El que Dios te haya dado algo no es solo
cuestión de mayordomía, es también un
regalo. Santiago señala con la mayor claridad que «toda buena dádiva y todo don
perfecto descienden de lo alto, donde está
el Padre que creó las lumbreras celestes»
(Stg 1.17). Si Dios te ha dado un regalo,
dale las gracias por ello. ¿Tienes comida
para comer? ¿Ropa para vestir? ¿Dinero
para pagar tus cuentas? ¡Agradece a Dios
por cada bocado, cada camisa, cada centavo! «Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación,
porque esta es su voluntad para ustedes en
Cristo Jesús» (1 Ts 5.16-18).
Entonces, por mucho o poco que tengas,
agradece por todo. Esto es esencial para vivir en contentamiento. Hebreos 13.5 dice:
«Manténganse libres del amor al dinero,
y conténtense con lo que tienen, porque
Dios ha dicho: “Nunca te dejaré; jamás te
abandonaré”».
El contentamiento es la virtud bíblica de
estar satisfecho con lo que Dios nos da.
¿Que significa exactamente? Significa que
no basamos nuestra satisfacción en algo
tan condicional como nuestros deseos.
Más bien, ajustamos nuestros deseos para
que se correspondan a lo que ya se nos ha
dado, y arraigamos nuestra satisfacción
en el amor inquebrantable de Dios. De
esta manera, estamos siempre satisfechos,
siempre completos, ¡siempre contentos!
Si estás satisfecho con lo que Dios te da,
lo sostendrás con la mano abierta. No
sentirás la necesidad de apretar tu puño y
mantenerlo cerca de tu cuerpo, metafórica
o literalmente. No estarás tan atado a lo
que tienes que te dé miedo dejarlo ir. No
sentirás el deber de acumular dinero para
sentirte seguro, porque sabes que tu seguridad proviene de Dios y puedes confiar en
Él para que te brinde todo lo que necesitas.
Si estás contento, usarás tu dinero para el
bien en lugar de dejar que el dinero te use
para el mal.
3. Siendo generoso
¿Qué quiere Dios que hagas con tu dinero
más allá de satisfacer tus propias necesidades? La respuesta es simple: servir a los
demás y, a través de esto, glorificarlo. Una
y otra vez, la Biblia elogia la generosidad:
«Los malvados piden prestado y no pagan,
pero los justos dan con generosidad» (Sal
37.21). «Unos dan a manos llenas, y reciben más de lo que dan; otros ni sus deudas
pagan, y acaban en la miseria. El que es generoso prospera; el que reanima será reanimado» (Pr 11.24-25). Pablo da a Timoteo
un mensaje claro para que se lo transmita
a otros creyentes: «Mándales que hagan
el bien, que sean ricos en buenas obras, y
generosos, dispuestos a compartir lo que
tienen. De este modo atesorarán para sí un
seguro caudal para el futuro y obtendrán la
vida verdadera» (1 Ti 6.18-19).
Jesús nos recuerda que ninguna riqueza
aquí durará. Los negocios caen, el dinero se roba, las casas se queman, la ropa se desgasta. Pero cuando usas tu dinero para
servir a los demás y glorificar a Dios, estás
invirtiendo en el tesoro eterno. «No acumulen para sí tesoros en la tierra», dice Jesús, «donde la polilla y el óxido destruyen,
y donde los ladrones se meten a robar. Más
bien, acumulen para sí tesoros en el cielo,
donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni
los ladrones se meten a robar» (Mt 6.19-
20).
Una actitud bíblica hacia el dinero no es
«¿Cuánto puedo ganar?», sino, «¿Cuánto
puedo dar?» No es que no debamos buscar riquezas en absoluto. A los cristianos se
nos permite un nivel de vida que incluya
posesiones materiales. Sin embargo, nuestro deseo de poseer nunca debe superar
nuestro deseo de dar. Podemos dar libremente porque podemos descansar sabiendo que Dios nos proveerá —quizás incluso
a través de la generosidad de otros.
Un regalo, no un amo
En resumen, la Biblia nos da un mensaje
simple: No dejes que tu vida sea gobernada por el dinero. Busca a Dios y Su reino
en primer lugar, incluso en el manejo de
tus finanzas, y todo lo demás quedará en
su lugar (Mt 6:33).