El contexto histórico de la metáfora del agua tibia en Apocalipsis 3 Esta es la última de las siete cartas escritas por el apóstol Ju...
El contexto histórico de la metáfora del agua tibia en Apocalipsis 3
Esta es la última de las siete cartas escritas
por el apóstol Juan a las iglesias de Asia
Menor. El mensaje se inicia con la misma declaración con la que ha iniciado los
anteriores: «Yo conozco tus obras…».
Si
usted o yo, siendo creyentes laodicenses,
hubiéramos estado escuchando la lectura
de la carta, nos hubiéramos sentido atrapados, expuestos, desnudos, preocupados.
No es una buena manera de comenzar a
escuchar noticias. Todo parece indicar que
lo que viene a continuación no me va a
gustar. De hecho, no es nada bueno lo que
me dice: «Que ni eres frío ni caliente...
¡Ojalá fueses frío o caliente!»
El lector moderno y el texto
Dos mil años después, un creyente, no
solo desprevenido sino algo displicente,
encuentra por casualidad esto en su Biblia,
y dice: «¡Ajá! ¡Yo ya lo sabía! Esto es lo que
siempre le digo a mi mujer, que, «para
estar colgando, es mejor caer»; definitivamente, es preferible ser frío, que tibio espiritualmente. Claro, porque el Señor dice
que: «Por cuanto eres tibio, y no frío ni
caliente, te vomitaré de mi boca».
En este lado de la escena, nos preguntamos: ¿Realmente es esta la manera correcta
de acercarse a este texto bíblico?
Allá en Laodicea...
Un creyente laodicense, en el año 95 d. C.,
al escuchar estas palabras sabe bien qué es
lo que quiere decir el apóstol con la metáfora: él ha tenido que lidiar con el agua
de su precario sistema de acueducto, que
no solo es insuficiente, sino que el agua
que lleva hasta su casa es fastidiosamente
tibia, de tal suerte que, si la quiere beber,
o bañarse con ella, debe colocarla primero
durante un buen rato en la sombra, dentro
de una olleta de barro; o si la quisiera usar
en un baño o una infusión medicinal, tendría que ponerla a hervir, porque si la usa
tibia solo lo haría vomitar.
Lo sabe bien porque su ciudad estaba ubicada en el Valle de Lycus, donde también
estaban las ciudades de Hierápolis y Colosas. En Hierápolis había unos manantiales
de aguas termales a las que se les atribuían
poderes medicinales. Muchos iban allí a
darse un baño en cualquier momento del
año, y regresaban hablando muy bien de
las calientes aguas de esa ciudad. Por el
otro lado, estaba Colosas, que era regada
por las aguas de las montañas frigias, heladas. Estas aguas llegaban a la ciudad frías,
más bien muy frescas. Miles de bañistas
llegaban todo el tiempo hasta Colosas en
busca de sus deliciosas aguas, para refrescarse en ellas.
Solo el tibio era malo
Me encuentro de nuevo con el creyente que ve en este texto una salida para su
tibieza espiritual, y le digo que no es correcta su forma de mirar el texto, debido
a que no concuerda con el sentido común
bíblico, siendo que la sola idea de que el
Señor prefiere a un frío espiritualmente, es
una aberración. Las aguas de las dos ciudades vecinas eran ambas buenas para algo:
las unas para refrescarse y las otras para la
salud.
Pero en el caso de las aguas de Laodicea, estas por ser tibias solo servían como
vomitivo. Así, un creyente debe servir para
algo: como un agua fría que refresque, o
como un agua caliente que ayude a calmar
el dolor, pero nunca ser un tibio, porque
en este caso, solo es un buenoparanada.
Por Joel Peñuela
Quintero
Joel reside en Riohacha, La Guajira,
Colombia. Ha sido pastor, maestro y
consejero bíblico. Administrador de
empresas de profesión, se desempeña actualmente como directivo
docente. Esposo desde hace 27 años,
y padre de un hijo de 25 y tres hijas de 21, 20 y 18, todos creyentes. Estudiante de la Biblia autodidacta. Conocimientos
en griego y hebreo bíblico.
joelpenuela@gmail.com