La relación entre la fe y la salud mental en el quehacer pastoral Este siglo representa nuevos retos para el quehacer pastoral y la con...
La relación entre la fe y la salud mental en el quehacer pastoral
Este siglo representa nuevos retos
para el quehacer pastoral y la consejería espiritual, el nivel de vida
ha aumentado pero no necesariamente la
calidad de ésta. Hay disfunción familiar,
adicciones, conflictos en las relaciones
interpersonales entre otros, provocando
afectación en la salud emocional, trastornos mentales, adicciones, ansiedad y violencia intrafamiliar y social. Dios sigue
siendo la respuesta, la espiritualidad puede
restaurar el alma herida. La espiritualidad
se fundamenta en la creencia de un poder
superior, descansa en un Dios personal
que acompaña e interviene en nosotros y
con nosotros, y sobre nuestra realidad.
1. Relación entre espiritualidad y salud mental
El ser humano necesita amor y un sistema
de creencias para dar significado a la existencia y propicie la salud del alma; tiene la
necesidad de creer en un ser superior, de
creer en Dios. Es por eso que «es tiempo
de articular respuestas relevantes, más espirituales y a la vez, más profesionales, es
tiempo de profundizar en el conocimiento
de la realidad en la esperanza de ver personas más sanas y libres bajo los principios
del Reino de Dios» (2013: 269). El trabajo pastoral debe integrar la inteligencia
racional con una alta inteligencia emocional; esta combinación facilita el éxito en el
quehacer espiritual.
Espiritualidad es la inteligencia que nos
sensibiliza respecto a temas trascendentales inmateriales y nos permite enfrentar y
solventar problemas en un contexto amplio; opera en conjunto con la inteligencia
racional, la emocional, la intrapersonal y
la interpersonal y tiene repercusiones positivas en la salud mental y física, debido a
que hay una sofisticada relación entre los
procesos sanadores y la fe dado que facilita
los procesos sanadores de la mente y del
cuerpo.
«Lo espiritual trasciende lo ontológico porque permite expresar lo que no se puede captar racionalmente del mundo interaccional» (2013: 23).
La creencia espiritual permite una visión
diferente de las cosas y las situaciones debido a que la persona se siente fortalecida
debido a una sensación de esperanza, esto
le protege de la depresión y de otros trastornos físicos y mentales. En esta reflexión
acerca de la naturaleza, los alcances y el
significado de la espiritualidad, podemos
concretar que se trata de un estilo de vida
que integra la relación con Dios con esas
dimensiones que van más allá del mundo
tangible y racional.
Las Buenas Nuevas son un mensaje de esperanza, luz y potencialidad plena como
respuesta a la gran variedad de necesidades
del ser humano. El Reino de Dios está destinado a transformar el mundo por medio
del Espíritu de Dios, en un cuerpo sano
con una mente sana, y luego, la salvación
eterna. «Gracia y paz os sean multiplicadas
en el conocimiento de Dios» (2 Pedro 1.2
RV60).
La salud mental, de acuerdo con la OMS,
es un estado de bienestar emocional y físico, ligado a la calidad de los pensamientos
y de las emociones. Creyentes y no creyentes estamos expuestos a las emociones, y
debemos ser precavidos respecto nuestra
reacción. Dios sigue teniendo las respuestas porque es el mismo ayer, hoy y siempre.
2. Todo empieza en la mente
El amor de Dios sana nuestra alma (psiquis), ahí se ubica la mente y en ella los
pensamientos y las emociones. Esta es la
biología de la creencia: el poder que nos
creó, sana nuestra mente y nuestro cuerpo.
«Yo sé los planes que tengo para ustedes. Son planes para su bien, y no para su mal,
para que tengan un futuro lleno de esperanza» (Jeremías 29.11 RVC).
«Los pensamientos pueden medirse y ocupan un espacio mental. Son activos; crecen y cambian. Influyen en todas las decisiones, las palabras, las acciones y las reacciones físicas que tenemos» (Leaf, 2013: 12).
Los pensamientos ocupan un espacio físico en el cerebro. De acuerdo con esta autora, los pensamientos son impulsos eléctricos, compuestos de sustancias químicas,
de neuronas. En la medida que los pensamientos crecen, se forman más conexiones
entre las dendritas, que son terminaciones
protoplasmáticas de las neuronas que las
conectan y tienen la función de ser receptores de los estímulos nerviosos que son
enviados de una axón neural a otra neurona. Las dendritas reciben la señal neuronal
mientras los axones transmiten la respuesta nerviosa.
«Al pensar, tus pensamientos se activan, lo que a su vez activa tu actitud,
debido a que esta es la integración de
todos tus pensamientos y refleja tu
estado de ánimo. Esta actitud se refleja en las sustancias químicas que se
liberan. Las actitudes positivas producen la secreción de la cantidad de
sustancias químicas, y las actitudes
negativas distorsionan las secreciones
químicas de modo que interrumpen
el flujo natural. Las sustancias químicas son como pequeñas señales celulares que traducen la información de tu
pensamiento y la transforman en una
realidad física en tu cuerpo y mente,
creando así una emoción (…) Esto
significa que tu mente y cuerpo están
ligados en realidad de forma inherente, y que esta conexión comienza con
tus pensamientos» (2013: 19).
Filipenses 4.8 nos da la clave para pensar
de forma adecuada y sentirnos bien: «Todo
lo que es verdadero, todo lo que es justo,
todo lo puro, todo lo amable, todo lo que
es de buen nombre, si hay virtud alguna,
si algo digno de alabanza, en esto pensad»
(RV60).
Según Leaf (2013), «El resultado de un
pensamiento tóxico se traduce como estrés
en tu cuerpo. (…) Estrés es un término
global para referirse a la tensión extrema
de los sistemas del cuerpo como resultado
de un pensamiento tóxico. Daña el cuerpo
y la mente de múltiples maneras que van
desde problemas de memoria hasta serios
problemas mentales, en el sistema inmunológico, en el corazón y en el aparato digestivo» (p. 13).
«Ya no estamos restringidos por estos
conceptos erróneos. No eres víctima
de la biología. Dios nos ha dado un
plan de esperanza: podemos encender
nuestros cerebros, renovar nuestras
mentes, cambiar y sanar» (Leaf, 2013:
15).
Conclusión
La paz de Dios tiene un gran poder transformador y curativo. La inteligencia espiritual contribuye con la salud mental porque en el amor de Dios la persona está en
contacto con las emociones propias y con
las de los demás, lo cual la hace un elemento importante de la inteligencia humana y
nos facilita la resolución de conflictos. La
espiritualidad está en coordinación con valores personales como el amor, la gratitud,
el perdón, la esperanza. Cuando la persona
está bien consigo misma, tiene mejor perspectiva de la vida, es más tolerante y tiene
mejores relaciones.
Por Hannia Meneses Brenes
Hannia es costarricense, egresada de
un doctorado en Teología con énfasis
en Eclesiología. Su primera carrera es
Relaciones Internacionales. Posee una
maestría en Orientación a la Familia y
otra en Terapia Profesional Sistémica
de pareja y de familia. Ejerce su práctica privada como terapeuta. Es miembro del Instituto Haggai, donde comparte el
tema «Comunicación efectiva para evangelismo». Es misionera de Cristo para la Ciudad Internacional, y autora del libro
Manual básico para una familia de éxito.