POR ALFREDO BRAUN. El sacerdocio de todos los creyentes y la obra misionera. Seguramente te preguntarás: «¿Si alguien trabaja tiempo co...
POR ALFREDO BRAUN.
Uno de los grandes descubrimientos de la reforma de Lutero fue que cada creyente es un sacerdote apto y autorizado por Dios para el ministerio. Lamentablemente hasta el día de hoy no se enseña mucho de este tema, y muy pocos se ven como sacerdotes en su lugar de trabajo.
En el primer artículo de esta serie hablábamos de cómo evangelizar a los «menos alcanzados». Y ahora conoceremos cómo se puede predicar el evangelio mientras se trabaja, aún si está prohibido hablar del mismo (recordemos que en estos países predicar el evangelio es un delito).
El desafío aquí es aumentar la calidad de nuestra vida espiritual. Para eso primero tengo que reco- nocer mi situación actual, luego empezar a cambiar.
Pero, ¿cómo medir la vida espiritual? Te invito a evaluarte con estas preguntas, que puedes responder en una escala de 1 a 10 (donde 1 es el nivel más bajo y 10 el nivel más alto):
Así que te propongo empezar con un diálogo simple y humilde como este: «Dios, tú conoces mis limitaciones, sabes que no soy capaz de cambiarme a mí mismo. Necesito que me ayudes a desarrollar las virtudes que te agradan a ti, que pueda escucharte y perseverar, hasta conseguir vivir a la altura espiritual que deseas para mí».
Nuestros hechos en el lugar de trabajo deben enfocarse en que los compañeros se sientan valorados, apoyados y bendecidos. Cuando invertimos en un compañero para que mejore sus habilidades profesionales, no solo le ayudamos a crecer personalmente, sino también agregamos valor a la organización.
En este punto puede presentarse la situación en la que algunos malinterpretan el tratamiento cristiano, pensando que estamos obligados a disculpar siempre y pasar por alto todos los errores que se cometen. Cuando un empleado no cumple con los requisitos profesionales del trabajo y no es corregido, estamos haciendo daño no solo a la organización, sino también al empleado, quien aunque merece una segunda oportunidad, también debe asumir las consecuencias de sus hechos
para que se corrija en sus acciones o actitudes.
El «hablar» tiene su tiempo y lugar específicos.
Por tanto, a todos los que desean ver el Reino de Dios establecido en su trabajo, les invito a desarrollar estas cualidades espirituales y llegar a ser un «perfume agradable a Dios».
Acerca del autor:
Alfredo Braun (alas-b4t@runbox.com) es de Paraguay pero reside actualmente en Asia.
Está casado con Jenny y tienen dos hijos adolescentes. Gerente de una procesadora láctea, es uno de los líderes del movimiento «Negocios Para Transformación». Estudió Teología y tiene una maestría en Misionología. Está convencido de que su lugar de trabajo es su lugar de ministerio, así como nuestra vida espiritual es parte de nuestra vida cotidiana.
El sacerdocio de todos los creyentes y la obra misionera.
Seguramente te preguntarás: «¿Si alguien trabaja tiempo completo en su negocio, cómo tendrá tiempo y energía para predicar el evangelio?»Uno de los grandes descubrimientos de la reforma de Lutero fue que cada creyente es un sacerdote apto y autorizado por Dios para el ministerio. Lamentablemente hasta el día de hoy no se enseña mucho de este tema, y muy pocos se ven como sacerdotes en su lugar de trabajo.
En el primer artículo de esta serie hablábamos de cómo evangelizar a los «menos alcanzados». Y ahora conoceremos cómo se puede predicar el evangelio mientras se trabaja, aún si está prohibido hablar del mismo (recordemos que en estos países predicar el evangelio es un delito).
El «ser» antes que el «hacer»
Alcanzar a personas para Cristo en el ambiente profesional tiene que ver, por lo menos en un 80%, con el «ser». La pregunta es: «¿Soy sal y luz de una manera que la gente alrededor mío lo nota sin que yo lo diga?»El desafío aquí es aumentar la calidad de nuestra vida espiritual. Para eso primero tengo que reco- nocer mi situación actual, luego empezar a cambiar.
Pero, ¿cómo medir la vida espiritual? Te invito a evaluarte con estas preguntas, que puedes responder en una escala de 1 a 10 (donde 1 es el nivel más bajo y 10 el nivel más alto):
- ¿Cuánto obedezco a Dios? ____
- ¿Cuánto amo a Dios? ____
- ¿Cuán satisfecho estoy en Dios? ____
- ¿Cuán fácil es para mí escuchar la voz de Dios? ____
- ¿Con qué frecuencia está Dios en mis pensamientos? ____
- ¿Cuán victorioso soy ante los ataques del enemigo en contra mía? ____
- ¿Cuál es mi actitud cuando paso por dificultades? ____
- ¿Con qué frecuencia demuestro esperanza ante problemas que parecen no tener solución? ____
- ¿Hasta qué grado consigo dominar mi orgullo y practicar la humildad? ____
- ¿Cuánto llego a superar mis temores? ____
- ¿Cuánto dominio propio demuestro en situaciones estresantes? ____
- ¿Cuánto confío en Dios? ____
- ¿Con qué frecuencia estoy lleno de gratitud? ____
- ¿Con qué frecuencia estoy lleno de gozo? ____
- ¿Con qué frecuencia estoy lleno del Espíritu Santo? ____
- ¿Cuánto practico mi relación con Dios como una «relación personal»? ____
- ¿Cuán frecuente veo a Dios obrar en mi vida, familia, trabajo? ____
- ¿Cuánto se alinean mis motivos con los de Dios? ____
Dios desea tu crecimiento
En el proceso de madurar y crecer espiritualmente, tengo una buena noticia para darte: Dios está dispuesto, o mejor dicho, encantado, de acompañarte en este caminar. Él está siempre muy contento cuando uno de Sus hijos desea hacer algo junto con Él.Así que te propongo empezar con un diálogo simple y humilde como este: «Dios, tú conoces mis limitaciones, sabes que no soy capaz de cambiarme a mí mismo. Necesito que me ayudes a desarrollar las virtudes que te agradan a ti, que pueda escucharte y perseverar, hasta conseguir vivir a la altura espiritual que deseas para mí».
- Algunos consejos prácticos de cómo seguir avanzando en la escala:
- Leer y estudiar del tema en la Biblia y la literatura cristiana.
- Compartir tu proyecto con amigos de confianza para que te apoyen.
- Preparar un estudio sobre el tema y presentarlo ante otros creyentes.
- Buscar un mentor a quien rendir cuentas.
Y ahora sí, toca «hacer»
Mientras seguimos avanzando en las cualidades espirituales, nuestra luz empieza a brillar más y más. Una vez que el trabajo en nuestro «ser» va por buen camino, podemos empezar a trabajar en los últimos 20% que corresponden al «hacer» y al «hablar».Nuestros hechos en el lugar de trabajo deben enfocarse en que los compañeros se sientan valorados, apoyados y bendecidos. Cuando invertimos en un compañero para que mejore sus habilidades profesionales, no solo le ayudamos a crecer personalmente, sino también agregamos valor a la organización.
En este punto puede presentarse la situación en la que algunos malinterpretan el tratamiento cristiano, pensando que estamos obligados a disculpar siempre y pasar por alto todos los errores que se cometen. Cuando un empleado no cumple con los requisitos profesionales del trabajo y no es corregido, estamos haciendo daño no solo a la organización, sino también al empleado, quien aunque merece una segunda oportunidad, también debe asumir las consecuencias de sus hechos
para que se corrija en sus acciones o actitudes.
El «hablar» tiene su tiempo y lugar específicos.
- Primero, Dios te dice claramente cuándo compartir algo con un compañero de trabajo.
- Segundo, el compañero, después de haber observado «la esperanza» que está en ti, te pide que la compartas con él. Nada más, y nada menos.
Por tanto, a todos los que desean ver el Reino de Dios establecido en su trabajo, les invito a desarrollar estas cualidades espirituales y llegar a ser un «perfume agradable a Dios».
Acerca del autor:
Alfredo Braun (alas-b4t@runbox.com) es de Paraguay pero reside actualmente en Asia.
Está casado con Jenny y tienen dos hijos adolescentes. Gerente de una procesadora láctea, es uno de los líderes del movimiento «Negocios Para Transformación». Estudió Teología y tiene una maestría en Misionología. Está convencido de que su lugar de trabajo es su lugar de ministerio, así como nuestra vida espiritual es parte de nuestra vida cotidiana.