El compromiso personal del maestro para la disciplina «Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra d...
El compromiso personal del maestro para la disciplina
«Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano» (1 Co 15.58 RV60).A veces, como maestros, nos desanimamos; nos preguntamos si nuestro esfuerzo vale la pena, especialmente si no vemos fruto inmediato de nuestra labor; pero no es en vano.
Pablo insta a los hermanos en Corinto a que estén firmes y constantes. Quisiera aplicar esto a nuestro ministerio como maestros.
Firme en la fe
Nada es más importante para el maestro que tener una convicción firme de lo que cree. «Yo sé a quién he creído» (2 Ti 1.12 RV60) era la convicción de Pablo. El maestro que tiene una convicción firme de su fe y enseña con autoridad gana la atención y el respeto de los alumnos.Alimenta tu alma con la Palabra de Dios. Estudia la lección asiduamente; si hay algo que no entiendes pregunta a tu pastor. Entra al aula convencido, lleno de fe, seguro en lo que vas a enseñar.
Constante en la oración
La oración no es en primer lugar llegar al trono de Dios con una lista de pedidos, sino entrar en la presencia del Señor para tener comunión con Él. Cuando las autoridades interrogaron a Pedro y Juan después del milagro de curación del cojo, se maravillaban de la valentía de estos hombres sin letras y del vulgo, «y les reconocían que habían estado con Jesús» (Hch 4.13 RV60). Esto, estimado maestro, no tiene precio: que los alumnos re- conozcan que hemos estado con Jesús. ¡La oración infunde poder y autoridad!Firme en la disciplina
Algo firme es estable, sólido, resistente y fuerte. No se deja arrastrar por el viento, llevado de una parte a otra, como Santiago describe a los que dudan (1.6). Lo contrario es: inseguro, vacilante, perplejo, inestable, débil y cambiante.Si no hay reglas en la clase los alumnos no saben a qué atenerse. ¿Quién manda? El maestro, no los niños. El tiempo en la clase bíblica es breve y valioso, guárdalo como un tesoro.
Sé disciplinado en tu vida y exige disciplina en la clase. Establece reglas de respeto: por el maestro, por los compañeros, por el lugar (dedicado al Señor), por la Palabra de Dios que se enseña. Haz regir las reglas con firmeza.
Constante en la enseñanza
Una persona constante es tenaz, perseverante y asidua. El maestro debe tomar en serio su misión de enseñar. El llamado es de Dios: «Él mismo constituyó a unos... maestros» (Ef 4.11-16 RV60). El propósito es perfeccionar a los santos, edificar al cuerpo de Cristo.«Persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste» (2 Ti 3.14 RV60).
Glorifica al Señor con tu enseñanza. Estudia con diligencia las Escrituras y enseña la sana doctrina. Sé constante en la enseñanza para que tus alumnos persistan en lo que aprenden.
Amados maestros: nuestra fidelidad y constancia inspirará el respeto de los alumnos, y habrá orden en la clase. ¡Tu trabajo en el Señor no es en vano!