Se acerca fin de año, una temporada que se caracteriza por tantos acontecimientos: finalización de clases, egresos, reuniones, premiaciones....
Se acerca fin de año, una temporada que se caracteriza por tantos acontecimientos: finalización de clases, egresos, reuniones, premiaciones. En las oficinas y lugares de trabajo empiezan las evaluaciones, los planes y objetivos para el próximo período, las cenas de fin de año, los agradecimientos, las distinciones, los pagos de aguinaldo, y los buenos deseos para el año entrante.
También en lo personal hacemos evaluaciones: lo que hicimos bien, lo que debemos mejorar, hacia dónde apuntan nuestros planes.
Esta realidad nos impulsa a relacionarnos y tener comunión con nuestros hermanos.
La naturaleza de nuestra relación es el amor de Cristo derramado en nuestros corazones. El amarnos unos a otros, esto trasciende más allá del don que tengamos cada uno y del ministerio que ejerzamos. Amamos a nuestros hermanos por lo que son, más que por el talento que tienen. ¡Qué hermosa oportunidad para aprovechar estas fiestas y celebrar con mucha alegría el privilegio de pertenecer a la gran familia de Dios!
Agradecer al Señor por el privilegio de servirle, y por todo lo que pudimos hacer en el año como comunidad, por permitirnos crecer por medio de Su Palabra y la unidad del Espíritu, el gran honor de testificar de la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo, y por poder servir por Su gracia al prójimo, sin distinción.
En ese sentido, debemos andar y hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. No andar buscando “nuevas obras”, sino andar en las que Él ya preparó para nosotros. No “incluir a Dios en nuestros planes” sino “incluirnos nosotros en Sus planes”. Con la fe y la confianza puesta en Su nombre, ¡celebremos la fiesta con alegría!
Por Julio Cicorio
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También en lo personal hacemos evaluaciones: lo que hicimos bien, lo que debemos mejorar, hacia dónde apuntan nuestros planes.
Un tiempo para recordar lo que es ser iglesia
Como seguidores de Jesús, somos parte de Su Iglesia, somos la familia de Dios. Gran privilegio y a la vez gran responsabilidad. Seguir a Cristo implica una relación personal con Él y también con otros que le siguen. Con ellos tenemos mucho en común y formamos una sola familia, un mismo cuerpo, una misma iglesia, una sola comunidad.Esta realidad nos impulsa a relacionarnos y tener comunión con nuestros hermanos.
La naturaleza de nuestra relación es el amor de Cristo derramado en nuestros corazones. El amarnos unos a otros, esto trasciende más allá del don que tengamos cada uno y del ministerio que ejerzamos. Amamos a nuestros hermanos por lo que son, más que por el talento que tienen. ¡Qué hermosa oportunidad para aprovechar estas fiestas y celebrar con mucha alegría el privilegio de pertenecer a la gran familia de Dios!
Un tiempo para celebrar y agradecer
Como pastores, organizar eventos donde crezcamos en amor y comunión unos con otros, hacía allí debemos apuntar con nuestros programas, y aprovecharlos para ser agradecidos con aquellos que voluntaria y amorosamente nos ayudan en la obra del Señor: los diáconos, colaboradores, maestros de la escuela dominical, los que sirven en las tareas administrativas, en el servicio de la alabanza, los que colaboran en las tareas de limpieza.Agradecer al Señor por el privilegio de servirle, y por todo lo que pudimos hacer en el año como comunidad, por permitirnos crecer por medio de Su Palabra y la unidad del Espíritu, el gran honor de testificar de la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo, y por poder servir por Su gracia al prójimo, sin distinción.
Un tiempo para encomendar los planes futuros
Lo más hermoso de todo en cuanto a nuestros planes y metas futuras es el saber que los pensamientos de Dios hacia nosotros son de continuo bien. Su proyecto sigue vigente, Él desea una gran familia de hijos parecidos a Jesús. Él no vino solamente para salvarnos, sino que nos salvó para parecernos a Jesucristo.En ese sentido, debemos andar y hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. No andar buscando “nuevas obras”, sino andar en las que Él ya preparó para nosotros. No “incluir a Dios en nuestros planes” sino “incluirnos nosotros en Sus planes”. Con la fe y la confianza puesta en Su nombre, ¡celebremos la fiesta con alegría!
Por Julio Cicorio
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