“Un día, una pequeña abertura apareció en un capullo; un hombre se sentó y observó por varias horas cómo la mariposa se esforzaba para q...
“Un día, una pequeña abertura apareció en un capullo; un hombre se sentó y observó por varias horas cómo la mariposa se esforzaba para que su cuerpo pasase a través de aquel pequeño agujero…
… Entonces, pareció que ella ya no lograba ningún progreso.
Parecía que ella había ido lo más lejos que podía, en su intento y no podía avanzar más…
Entonces el hombre decidió ayudar a la mariposa: tomó una tijera y cortó el resto del capullo. La mariposa entonces, salió fácilmente. Pero su cuerpo estaba atrofiado, era pequeño y tenía las alas aplastadas…
El hombre continuó observándola porque él esperaba que, en cualquier momento, las alas de ella se abrirían y se agitarían para ser capaces de soportar el cuerpo, el que a su vez, iría tomando forma…
Nada ocurrió…
En realidad, la mariposa pasó el resto de su vida arrastrándose con un cuerpo deforme y alas atrofiadas. Ella nunca fue capaz de volar…
Lo que el hombre no comprendía, era que el capullo apretado y el esfuerzo necesario para que la mariposa pasara a través de la pequeña abertura, era el modo por el cual Dios hacía que el fluido del cuerpo de la mariposa llegara a las alas, de tal forma que ella estaría pronta para volar una vez que estuviera libre del capullo.”
Algunas veces, el esfuerzo es justamente lo que precisamos en nuestra vida con Cristo.
Si Dios nos permitiera pasar a través de ella sin obstáculos, él nos dejaría lisiados. No seríamos tan fuertes como podríamos haber sido y nunca podríamos volar. Precisamente por esto somos más que vencedores, porque Dios nos forja cuidadosamente a través de las situaciones difíciles en la vida cristiana que requieren mayor esfuerzo de nuestra parte.
Publicado en www.liderazgojuvenil.com