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Invierte en tu Matrimonio

Los cuentos de hadas, generalmente, cierran con la frase: “Y se casaron y fueron felices por siempre” o “se casaron y comieron perdices”. ...
Los cuentos de hadas, generalmente, cierran con la frase: “Y se casaron y fueron felices por siempre” o “se casaron y comieron perdices”. Como que el casarse es la culminación de todo, la felicidad plena.

 Sin embargo, la realidad es que ahí comienza una etapa, un periodo importantísimo de la vida que puede llegar a ser tormentoso o, por el contrario, pleno y feliz, dependiendo de lo que hacemos.

 Dios es el creador del matrimonio y su plan es que seamos felices con nuestro cónyuge. Esto solo puede ser posible si en la base del matrimonio está Dios, no como un mero espectador sino como el Señor del matrimonio. A los cónyuges nos toca invertir todo nuestro esfuerzo y tiempo en construir un hogar feliz. Sobre ello hablamos con Hernán y Esther Chica, de la Fundación Principios de Vida. 

Hernán y Esther Chica (mim@tigo.com.py), con 28 años de casados y cinco hijos. Son, desde hace 3 años, coordinadores nacionales del programa Matrimonios para toda la Vida, de la Fundación Principios de Vida.

 ¿Con qué expectativas va la gente al matrimonio? 
Hernán: A la mayoría de las personas a las que le preguntás por qué o para qué se casaron, se quedan en silencio. Algunos contestan: “Porque nos queremos, para ser felices, porque queremos construir una familia”, etc. El apóstol Pablo compara al matrimonio con Cristo y la Iglesia, y cuando entendés ese concepto, de Cristo y la Iglesia, tenés que decir que es un milagro: que un Dios perfecto y amoroso tenga relación con el ser humano que es pecador, que falla, que es infiel, que es egoísta… pero Cristo lo logró. Y las Escrituras nos hablan del matrimonio como la relación de Cristo y la Iglesia, y si ves, en la práctica, solamente un milagro puede hacer que dos personas de diferentes trasfondos, diferentes familias, diferentes culturas, diferente educación, personalidades diferentes, diferentes gustos, diferentes situaciones económicas, diferentes formación académica, espiritual, lo que sea, unan sus vidas, se lleven bien, se entiendan y unan sus destinos. Solo Dios puede hacer de dos personas, una. Si entendemos esos factores, vamos a poder alinear nuestras expectativas al propósito por el cual Dios creó el matrimonio. Uno de ellos es reflejar a Cristo y la Iglesia delante del mundo. Un matrimonio, cuando camina de la mano por la calle, está reflejando ante la sociedad la permanencia que existe entre Cristo y la Iglesia. Que Cristo decidió no abandonarnos aunque le seamos infieles, aunque seamos egoístas, y aunque le fallemos. Él prometió estar con nosotros y Él quiere que nuestro matrimonio sea tan permanente como esa relación de Cristo y la Iglesia. Entonces cuando entrás con ese conocimiento, tus expectativas también cambian y tu compromiso para ser la persona que tenés que ser para tu cónyuge también se potencia.

Esther: Nosotros trabajamos con un curso que se llama Matrimonios para toda la Vida. Te das cuenta en la lección 1, cuando hablás del pacto, que las parejas se casan y no tienen idea de lo que es. En los votos se dice un montón de cosas y la gente se compromete a cumplirlos para toda la vida, pero resulta que nos metemos al casamiento sin tener idea de lo que estamos haciendo, simplemente porque estamos conscientes de que amamos a una persona y queremos, supuestamente, vivir toda la vida juntos. Es más o menos así, como un cuento de hadas, muy romántico, que con la convivencia empezás a cuestionarte: esto no es lo que yo pensaba, esta no es la persona con quien yo soñaba, no es el mismo que cuando éramos novios… Sí o sí nos enfrentamos con esa realidad y no está mal, pero lo cierto es que el matrimonio es más que esto. Ahí nosotros empezamos a aprender a través de este curso, cómo debe funcionar la esposa, cómo debe funcionar el esposo, cómo debemos funcionar juntos, qué tenemos que sembrar porque eso es lo que luego vamos a cosechar, perdonarnos de las cosas pasadas, etc. Ahí empezamos y es como que se nos abre la cabeza y vemos que realmente es lindo el matrimonio si sabemos cómo. Como cuando hacemos una comida, si no sabés cuáles son los ingredientes, no va a salir bien, pero si sabés cuáles son los ingredientes y las cantidades que hay que poner, entonces vas a tener la receta perfecta. Entonces es así, cuando conocés esos principios, vas a tener el matrimonio perfecto.

 Un buen comienzo sería, entonces, conocer los objetivos del matrimonio y las responsabilidades de los cónyuges. ¿Cuáles son? 
Esther: El hombre es el líder. Generalmente, en el mundo en que vivimos, los roles siempre se quieren cambiar. Ese es el engaño del diablo. Las cosas que le tocan al hombre, la mujer trata de hacerlas y quitárselas, y las cosas que ella debería hacer, no las hace. Asimismo, las cosas que el hombre debería de hacer, no las hace. El hombre tiene que liderar, entonces la mujer tiene que mantenerse siendo guiada por el hombre, pero las mujeres siempre queremos llevar la delantera. Pero hay un plan de Dios, que es que la mujer tiene que ser ayuda idónea, y eso simplemente significa que es una ayuda adecuada, una ayuda buena para el esposo, no quiere decir que es una ayuda de menor categoría ni que no tenés que tener capacidades para eso. Al contrario, tenés que capacitarte para ser una ayuda idónea para tu esposo. El esposo a veces no quiere tomar el rol del liderazgo sino que se excusa un poco en la esposa porque como ella lleva la batuta, es más cómodo. Esto va desgastando la relación, y cuando las cosas no se hacen según el plan de Dios, no funcionan bien. Entonces, se debe tratar de conocer cuáles son las funciones de él y de ella y tratar de vivir cumpliendo esas funciones. Creo que lo más destacado es el liderazgo del hombre, que tiene que tomarlo, y que la mujer tiene que asumir su rol, que es la ayuda a ese líder.

Hernán: El liderazgo del hombre implica una responsabilidad. Tiene que ser alguien que marca el rumbo espiritual, que lidera en ese sentido, que protege, que provee a las necesidades de la familia, que ama, que cuida, que honra. El mandato que se le da a los hombres es honrar a la mujer como a vaso más frágil. Es impresionante cómo encaja con la descripción que la Biblia habla de lo que Cristo hace con su Iglesia. Hay mucha instrucción en la Palabra de Dios para los varones que realmente quieren cumplir su rol en el matrimonio, y cuando cada uno se enfoca en cumplir su rol, el matrimonio fluye. El problema es que cuando hay conflictos en el matrimonio siempre estamos buscando lo que mi esposa no está haciendo o está haciendo mal. Y la esposa se enfoca también en lo que el marido no hace o está haciendo mal. Así el conflicto se perpetúa, en vez de solucionarse.

 ¿En qué áreas debemos trabajar especialmente para construir un matrimonio exitoso? 
Esther: En todas. Pero para empezar, reconocer que cuando te casás lo hacés para toda la vida. Realmente saber que vas a tener que trabajar y primero cambiar nosotros, es el mejor aporte que le podemos dar al matrimonio.

Hernán: Dios es un Dios perfecto en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y la Biblia dice que somos hechos a imagen de Dios, que varón y hembra los creó, ambos hechos a imagen de Dios. Basados en eso, hombres y mujeres son tripartitos, es decir, espíritu, alma y cuerpo, y un matrimonio tiene que crecer balanceado en esas tres áreas. Tenemos que trabajar en esas tres áreas.

 La parte espiritual: 
 Primero que todo nuestro matrimonio tiene que ser edificado sobre la base de Cristo, si Cristo no está presente en nuestro matrimonio, si Él es solamente un espectador, Él va a bendecirnos, va a ayudarnos, porque Él es el Creador y el Señor del matrimonio, el que lo diseñó, pero Él anhela ser más que un espectador. Quiere ser una parte de nuestro pacto. Eso en las clases lo ilustramos con un triángulo, con el hombre y la mujer a los costados y Dios en la punta superior. A través de eso mostramos que cuanto más nos acercamos a Dios, también más nos acercamos entre nosotros. Espiritualmente tenemos que cultivar, leer juntos la Palabra de Dios, orar juntos, servir a Dios juntos, guardar sus mandamientos. Un matrimonio fuerte es uno centrado en Cristo, no centrado en los hijos ni en nosotros mismos. Los matrimonios que están centralizados en alguno de los cónyuges o en los hijos, son matrimonios que no van a durar mucho. Entonces, la parte espiritual es esencial y debe ser para nosotros, tan importante como la parte física.

 La parte física: 
 Debemos trabajar en la parte de nuestra salud física, nuestra alimentación, el hogar debe saber cómo manejar sus finanzas, cómo suplir las necesidades de ambos y de los hijos, compartir. Muchos hombres, por ejemplo, son muy buenos proveyendo, pero no están en la casa nunca. Y ni hablar de la parte sexual, aunque siempre se ve como algo solamente físico, pero no, la sexualidad es espiritual. El sexo es la experiencia más íntima que dos seres espirituales pueden compartir, y la Biblia dice que ahí está el Señor, pero también es importante la parte íntima, la parte física. La Biblia dice que yo tengo que suplir las necesidades sexuales de mi esposa, y viceversa. Dice que mi cuerpo no me pertenece, sino que le pertenece a ella y viceversa. Tenemos que estar en casa, nuestra esposa nos tiene que ver, tenemos que ayudar en casa, en los quehaceres, tenemos que pasear, interactuar con otras personas, etc.

 La parte emocional o sentimental:
 Esta área es muy importante también. Es donde más suelen surgir los conflictos. El tema de la personalidad, los temperamentos. Si yo no me esmero en conocer el temperamento de mi esposa, cuáles son sus necesidades, sus preferencias, sus reacciones, en qué es ella sensible. Leer un buen libro, ayunar, orar, ir a la iglesia es importante, pero las esposas quieren que los esposos hablen, se den a conocer, que escuchen; la esposa quiere tener una cena romántica, recibir flores, ser tratada con delicadeza, con amabilidad. Todas esas cosas a veces descuidamos en los matrimonios cristianos porque espiritualizamos todo.

 Según la experiencia de ustedes y lo que han visto, ¿cuáles son los aspectos más desafiantes que enfrentan los matrimonios? 
Esther: Perdonar.
Hernán: Sí, tratar las heridas del matrimonio.
Esther: A veces no solo lo que surge en el matrimonio sino lo que ya viene incorporado en el esposo o esposa y que después entra dentro del matrimonio. Yo creo que el perdón es una de las lecciones más claves y más importantes.

Hernán: Lo que vemos como un común denominador, incluso en matrimonios cristianos, es que muchas parejas que vienen nos cuentan que ellos tenían una expectativa totalmente diferente y que cada uno tenía su propia versión del matrimonio y querían vivir su propia experiencia, como ellos idealizaban que debía ser el matrimonio. Algunos inconscientemente implementaron principios bíblicos en sus matrimonios y se dieron cuenta de por qué les fue bien en algunas áreas. Otros se dan cuenta que ignoraron principios de la Palabra de Dios acerca de cómo manejar sus relacionamientos e inmediatamente comienzan a identificar dónde les fue mal y por qué les fue mal. Con eso buscamos mostrarles que no todo está mal, no todo lo hacemos mal, hay cosas que hacemos bien y les animamos a seguir sembrando esas semillas, y ayudarles a identificar aquellas cosas que están haciendo mal y los cambios que necesitan hacer. Esa es una dificultad que vemos, la gente quiere vivir su propia versión del matrimonio y les cuesta despojarse de esas mañas, por así decirlo, y abrazar los principios de la Palabra de Dios. Los principios de la Palabra de Dios, lamentablemente, en la sociedad que vivimos en el día de hoy, son mayormente mirados como una utopía. Que le perdones a tu esposo una infidelidad, incluso hay secciones cristianas que consideran que eso es inadmisible, sin embargo la Biblia dice otra cosa. Que vos pongas la otra mejilla, que te sujetes a tu marido…. Que el marido sea detallista, que sea delicado, que sea cuidadoso con los hijos, eso es ser kuñai, ser dominado. Un marido no debe ser así, debe ser argel, arriero porte, porque, supuestamente, el “hombre es así”. Se ha distorsionado tanto el concepto de hombría, que está más relacionado con la cobardía que con otra cosa. Cristo es nuestro modelo de hombre y él fue tan hombre pero a la vez tan tierno y tan sensible.

Si pensamos en cuáles son las causas de los conflictos y la destrucción de los matrimonios, podríamos decir que es básicamente, la ignorancia. ¿Cómo se deben enfrentar los conflictos? ¿Cuándo pedir ayuda? 
Esther: Cuando empiezan los conflictos, no hay que dejarlos acumular. Lo primero es que debe haber trasparencia entre el esposo y la esposa, en la relación. Con confianza tratar de solucionar y si no se puede, pedir ayuda. El primer paso es reconocer cuál es tu situación y luego buscar ayuda. Y no dejar pasar, pensando que se va a solucionar solo porque así no se soluciona, se soluciona conociendo tu error y buscando ayuda adecuada.

Hernán: Es clave para resolver conflictos, aprender a comunicarse. A veces queremos comunicar algo y técnicamente lo hacemos, pero relacionalmente comunicamos otra cosa y el cónyuge entiende ese lenguaje relacional, mayormente. Aprender a escuchar, aprender a entender, tener empatía. Una máxima que enseñamos es que el tamaño de la ofensa no la determina el ofensor sino el ofendido. Cuando nosotros comenzamos a entender, de que no se trata de que “yo no pensé que te lastimé”, o “no lo hice con esa intención”, o “no es para tanto”. Debemos aprender a entender el corazón de mi cónyuge y si hay algo que hago, por más insignificante que sea, que está dañando el corazón de mi esposa o mi esposo, si logro identificar eso y no hacerlo más, estoy avanzando mucho. En la resolución de conflictos hablamos de cómo llegar a un acuerdo, que puede ser, negativamente, el que tenga más elocuencia, el que tiene más autoridad, el que grita más fuerte, y esas no son formas. El acuerdo tiene que estar basado sobre los principios de la Palabra de Dios. Entonces, no se trata de mi opinión ni la tuya, ya no somos más dos sino uno, entonces debemos ver qué es lo mejor para ambos. Y ahí hablamos del acuerdo bíblico, ponernos de acuerdo sobre la Palabra de Dios. Ahí dejamos de lado nuestras opiniones, que pueden ser muy válidas y nos ponemos de acuerdo juntos en cuanto a qué dice Dios, qué dice la Palabra de Dios, cuál debería ser mi actitud y mi conducta. Eso se aprende y se practica. Nosotros estudiamos eso, el acuerdo bíblico a la manera de Dios y el aprender a caminar juntos. Hay momentos en que hay que hacer una tregua. Hay veces que no es momento para discutir y hay que tomarse un tiempo, pensar, orar, enfriarse. Enseñamos también eso al matrimonio. Y sobre todo el aspecto del perdón, poder perdonar y entender que el perdón no es una emoción, es una virtud y es una decisión que uno toma. A veces los esposos no entendemos eso y administramos el perdón, cuando el perdón se retiene y se administra, el conflicto se perpetúa. Hablamos también en los cursos acerca de principios bíblicos como: “la blanda respuesta quita la ira”, “se necesitan dos para iniciar una pelea”, etc. Cuando cada cónyuge aprende que a veces tenemos que ceder, que a veces tenemos que bajar la voz, que tomar la afrenta y pasarla por alto, son cosas muy sencillas, pero que la gente no sabe. Cuando alguno de los dos está lúcido y pasa por alto el conflicto, este desaparece. A veces los matrimonios no lo saben y se ahogan en un vaso de agua o de una pequeña chispa hacen un feroz fuego.

 ¿Vale la pena invertir en el matrimonio entonces? 
Esther: Vale la pena, porque es el matrimonio es el plan de Dios.
Hernán: Si hay algo que está cerca del corazón de Dios es el matrimonio y la permanencia de este. Vale la pena. En Matrimonios para toda la vida uno de nuestros valores medulares del ministerio es reconciliar, aun lo irreconciliable, porque es lo que Dios ha hecho con nosotros. Entonces, vale la pena porque Dios ama eso, vale la pena porque dentro del matrimonio y a través del matrimonio está la bendición de Dios. Dentro del pacto fluye la bendición para nosotros como personas y fluye la bendición para nuestros hijos. Hablando de hijos, vale la pena porque es el legado que le vamos a dejar a nuestros hijos. Siempre en las presentaciones del ministerio de matrimonios en las iglesias, concluyo con lo que inicié, que uno de los propósitos de Dios con el matrimonio, además de bendecir al hombre y la mujer, es proclamar su gloria, proclamar su amor a la humanidad. El matrimonio proyecta ante la sociedad el amor, el perdón y la permanencia de Cristo con su Iglesia. Nosotros le hablamos a los matrimonios que han tenido fracasos, que están en segundas nupcias, que se animen ahora que conocen a vivir una vida mejor. Que piensen que sus hijos sí pueden tener un matrimonio para toda la vida, como Dios diseñó. Y ahí ellos se animan. Es como que dicen “por mis hijos lo voy a hacer”. En esta nueva relación ellos comienzan a manejarse de otra manera porque quieren modelar para sus hijos. Y termino con esto, cuando el diablo logra el divorcio, además de crear tristeza, amargura, desamparo, pobreza, suicidio, alcoholismo, drogadicción, etc., porque la ramificación de las consecuencias del divorcio en un niño o en una persona es devastadora. Con el divorcio se desfigura el concepto de Dios ante la sociedad. Cuando le hablas a un niño padres divorciados que Dios es amor, que es perdonador, que es compasivo, ellos te dicen: “Eso es mentira, no es mentira, porque si Dios existiera, mis padres no se hubieran divorciado”. Entonces, en ese niño, ya el concepto de Dios ha quedado desfigurado, y para mí ese es el propósito de Satanás. Más que ver un niño viviendo en las calles, drogándose con pegamento, o niñas prostituyéndose, lo que más le importa al diablo es desacreditar a Cristo y la Iglesia porque para él Cristo y la Iglesia representan su derrota, representan la redención de la humanidad. Yo creo que por eso él se ensaña principalmente en dividir hogares.

Esther: Lo que Dios unió, no lo separe el hombre. Ni los esposos, ni los de afuera tenemos derecho de destruir el matrimonio.
Hernán: El matrimonio es un pacto, no un contrato. Leí una vez en un libro la historia de un pastor anciano que estaba casando a su hija y cuando ya estaba terminando la ceremonia él tenía una última frase que decirles: “Hija, el pacto que estás haciendo hoy te va a ayudar a sostener el amor que ustedes hoy se tienen”. Dios es un Dios de pactos, él hizo un pacto con nosotros y no lo va a romper. La gente qué dice cuando se divorcia: “Se acabó el amor”. No es el amor lo que va a sostener el matrimonio, es el compromiso, el pacto. Hay veces que no le amo a mi esposa. El amor se traduce en la convivencia, en la tolerancia, en ayudar, en sufrir, etc.

Esther: En realidad, si querés que te vaya bien en la vida, debés cuidar tu matrimonio.
Hernán: Estamos luchando contra la corriente. Hoy en día levantar la bandera de matrimonio para toda la vida es obsoleto, fuera de onda. Pero aun así, como cristianos fuimos llamados a modelar eso. Por más que esté en vías de extinción en la sociedad y aun en el ambiente cristiano se estén aceptando otras formas, tenemos que mantenernos levantando en alto la bandera de un matrimonio de hombre y mujer para toda la vida, como Cristo y la Iglesia.

El curso Matrimonios para toda vida consta de 13 lecciones. Las clases de desarrollan en grupos de matrimonios, con una pareja de instructores, que se reunen semanalmente. Además de este curso, la Fundación “Principios de Vida” ofrece muchos otros, entre los que se pueden mencionar: Padres para toda la vida, Educando a los hijos a la manera de Dios, Bendiciendo generaciones, Conceptos Financieros Crown, La mujer que prospera, UNO Curso para novios. Mas informes al teléfono 595.21.220-190.
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