Liliana está casada hace 18 años con Héctor Stete, con quien tiene dos hijas: Verónica (16 años) y Karen (10). Realizan tareas pastorales ha...
Liliana está casada hace 18 años con Héctor Stete, con quien tiene dos hijas: Verónica (16 años) y Karen (10). Realizan tareas pastorales hace casi 16 años, pero fueron ordenados al pastorado 11 años atrás. Actualmente pastorean la Iglesia Hermanos Menonitas Concordia, en Luque, Paraguay. Para ella, resulta difícil ser esposa de pastor cuando una desempeña varios roles y no logra congeniarlos, no obstante, si existe una buena comunicación con el esposo, todo se hace más llevadero.
Lo más desafiante sería, según considera, “poner en orden las prioridades que como familia uno pone, y respetarlo, aunque muchas veces te duela hacerlo”.
Cuando se casaron, Héctor era todavía estudiante de Teología, y mientras él concluía su licenciatura, ella obtuvo un diploma en Educación Cristiana. A partir de 1995 colaboraron con distintas congregaciones hasta que en el 2000 se dio la ordenación, mientras pastoreaban una iglesia local. “Al principio fue difícil, porque el tiempo que anteriormente dedicábamos a salir o hacer una actividad juntos, se redujo. Además ya teníamos una hija y luego la segunda, y teníamos que ver cómo congeniar todo eso, de tal forma que nadie salga insatisfecho”, recuerda Liliana.
Ella está convencida de que su llamado es el mismo que el de su esposo, pero se desarrolla en una manera distinta: “Mi esposo es el que ejecuta y yo la que está a su lado apoyándolo en todo lo que sea necesario, ya sea en la casa o el ministerio (iglesia)”, explica. “Además siento una inclinación hacia la docencia, actividad que desempeño actualmente”.
En cuanto a la formación teológica, ella opina que cada esposa de pastor debería capacitarse, “especialmente en el área de consejería, para ser un apoyo al ministerio del esposo”.
Dice que algunas esposas de pastor son pastoras de nombre, ya que fueron parte de la ordenación pastoral, pero que en lo que al trabajo pastoral se refiere (visitas, consejería, etc.), no acompañan a su esposo.
Liliana siente que los miembros de su congregación esperan que ella acompañe a su esposo en su tarea y les brinde tiempo, cuando así lo requieran. Así como que su esposo espera su apoyo y acompañamiento.
Además de las cosas mencionadas previamente, considera que el rol de la esposa del pastor incluye: “Alentar y orar por el esposo, especialmente en los momentos difíciles. Orientarlo cuando sea necesario y él así lo requiera. Comprenderlo si lo vemos un poco distante y creemos que no está llenando nuestra expectativa de ese momento. Asumir eventualmente un ministerio para apoyar a la iglesia. Ayudarlo con la crianza de los hijos, manteniendo la armonía en el hogar a través de una buena relación con ellos. La esposa de pastor debe tener una especial relación con Dios día a día porque es necesario obrar con sabiduría y eso solo lo tenemos si estamos en conexión con Dios.”
Lo más desafiante sería, según considera, “poner en orden las prioridades que como familia uno pone, y respetarlo, aunque muchas veces te duela hacerlo”.
Cuando se casaron, Héctor era todavía estudiante de Teología, y mientras él concluía su licenciatura, ella obtuvo un diploma en Educación Cristiana. A partir de 1995 colaboraron con distintas congregaciones hasta que en el 2000 se dio la ordenación, mientras pastoreaban una iglesia local. “Al principio fue difícil, porque el tiempo que anteriormente dedicábamos a salir o hacer una actividad juntos, se redujo. Además ya teníamos una hija y luego la segunda, y teníamos que ver cómo congeniar todo eso, de tal forma que nadie salga insatisfecho”, recuerda Liliana.
Ella está convencida de que su llamado es el mismo que el de su esposo, pero se desarrolla en una manera distinta: “Mi esposo es el que ejecuta y yo la que está a su lado apoyándolo en todo lo que sea necesario, ya sea en la casa o el ministerio (iglesia)”, explica. “Además siento una inclinación hacia la docencia, actividad que desempeño actualmente”.
En cuanto a la formación teológica, ella opina que cada esposa de pastor debería capacitarse, “especialmente en el área de consejería, para ser un apoyo al ministerio del esposo”.
Dice que algunas esposas de pastor son pastoras de nombre, ya que fueron parte de la ordenación pastoral, pero que en lo que al trabajo pastoral se refiere (visitas, consejería, etc.), no acompañan a su esposo.
Liliana siente que los miembros de su congregación esperan que ella acompañe a su esposo en su tarea y les brinde tiempo, cuando así lo requieran. Así como que su esposo espera su apoyo y acompañamiento.
Además de las cosas mencionadas previamente, considera que el rol de la esposa del pastor incluye: “Alentar y orar por el esposo, especialmente en los momentos difíciles. Orientarlo cuando sea necesario y él así lo requiera. Comprenderlo si lo vemos un poco distante y creemos que no está llenando nuestra expectativa de ese momento. Asumir eventualmente un ministerio para apoyar a la iglesia. Ayudarlo con la crianza de los hijos, manteniendo la armonía en el hogar a través de una buena relación con ellos. La esposa de pastor debe tener una especial relación con Dios día a día porque es necesario obrar con sabiduría y eso solo lo tenemos si estamos en conexión con Dios.”