Por Dr. Andrés O. Ayala, restauracionnt@gmail.com Serie: El método bíblico para el crecimiento de la Iglesia - parte 3/4. Nadie pondría ...
Por Dr. Andrés O. Ayala, restauracionnt@gmail.com
Serie: El método bíblico para el crecimiento de la Iglesia - parte 3/4.
Nadie pondría en duda la importancia que tiene la alimentación adecuada para el crecimiento, salud y actividad del cuerpo. Es más que evidente que una deficiencia nutricional,
o la total falta de alimento, acarrea serios inconvenientes, hasta la misma muerte por inanición.
El Cuerpo de Cristo, como organismo vivo que es, necesita también ser nutrido adecuadamente para crecer saludable. Cada célula (cada creyente) del Cuerpo debe ser alimentada con las ricas vitaminas de la palabra de Dios. El Señor ha proporcionado un maravilloso manjar para su pueblo, y nada puede sustituir esa fuente inagotable.
Siglos de disputas, malentendidos y, ¿por qué no decirlo?, mezquinos intereses han hecho que los creyentes se acercasen a las Escrituras buscando principalmente respaldo para sus respectivas preferencias sectarias. Ha habido mayor interés en encontrar “verdades” para fustigar a otros que “palabras de vida eterna” para gozar de comunión con el Señor.
No estamos proponiendo una innovación, o una manera alternativa de acercarnos a la Biblia, sino volviendo al propósito principal de las Sagradas Escrituras. “Pero Jesús le contestó: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que salga de los labios de Dios.” (Mateo 4.4 DHH)
Muchos, por no decir la mayoría, de los creyentes de hoy en día sufren de desnutrición crónica. Es probable que desde antes de su conversión hayan realizado estudios bíblicos, y después continúen con clases de discipulado, seminarios y capacitaciones. Pero nunca han nutrido su espíritu con la voluntad del Señor. Conocen innumerables datos, pero no tienen vida.
Los nuevos discípulos deben ser acostumbrados a buscar comunión con el Señor en la palabra, a alimentarse de esas palabras, para crecer y madurar en la fe. La información es buena pero no alimenta. “Como niños recién nacidos, busquen con ansia la leche espiritual pura, para que por medio de ella crezcan y tengan salvación.” (1Pedro 2.2 DHH)
Cuando comemos alimentos físicos, éstos se hacen parte de nuestro cuerpo, se hacen vida. Así debería ser la nutrición espiritual del cristiano. Un niño bien alimentado será un adulto vigoroso. Los adultos también precisan alimentarse todos los días, pero ellos están aptos (¡y necesitan!) alimentos más sólidos: “La comida sólida es para los adultos, para los que ya saben juzgar, porque están acostumbrados a distinguir lo bueno y lo malo.” (Hebreos 5.14 DHH)
¿Queremos crecer fuertes y sanos? Entonces, debemos alimentarnos con esmero: “Cuando me hablabas, yo devoraba tus palabras; ellas eran la dicha y la alegría de mi corazón, porque yo te pertenezco, Señor y Dios todopoderoso.” (Jeremías 15.16 DHH).
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Nadie pondría en duda la importancia que tiene la alimentación adecuada para el crecimiento, salud y actividad del cuerpo. Es más que evidente que una deficiencia nutricional,
o la total falta de alimento, acarrea serios inconvenientes, hasta la misma muerte por inanición.
El Cuerpo de Cristo, como organismo vivo que es, necesita también ser nutrido adecuadamente para crecer saludable. Cada célula (cada creyente) del Cuerpo debe ser alimentada con las ricas vitaminas de la palabra de Dios. El Señor ha proporcionado un maravilloso manjar para su pueblo, y nada puede sustituir esa fuente inagotable.
Siglos de disputas, malentendidos y, ¿por qué no decirlo?, mezquinos intereses han hecho que los creyentes se acercasen a las Escrituras buscando principalmente respaldo para sus respectivas preferencias sectarias. Ha habido mayor interés en encontrar “verdades” para fustigar a otros que “palabras de vida eterna” para gozar de comunión con el Señor.
No estamos proponiendo una innovación, o una manera alternativa de acercarnos a la Biblia, sino volviendo al propósito principal de las Sagradas Escrituras. “Pero Jesús le contestó: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que salga de los labios de Dios.” (Mateo 4.4 DHH)
Muchos, por no decir la mayoría, de los creyentes de hoy en día sufren de desnutrición crónica. Es probable que desde antes de su conversión hayan realizado estudios bíblicos, y después continúen con clases de discipulado, seminarios y capacitaciones. Pero nunca han nutrido su espíritu con la voluntad del Señor. Conocen innumerables datos, pero no tienen vida.
Los nuevos discípulos deben ser acostumbrados a buscar comunión con el Señor en la palabra, a alimentarse de esas palabras, para crecer y madurar en la fe. La información es buena pero no alimenta. “Como niños recién nacidos, busquen con ansia la leche espiritual pura, para que por medio de ella crezcan y tengan salvación.” (1Pedro 2.2 DHH)
Cuando comemos alimentos físicos, éstos se hacen parte de nuestro cuerpo, se hacen vida. Así debería ser la nutrición espiritual del cristiano. Un niño bien alimentado será un adulto vigoroso. Los adultos también precisan alimentarse todos los días, pero ellos están aptos (¡y necesitan!) alimentos más sólidos: “La comida sólida es para los adultos, para los que ya saben juzgar, porque están acostumbrados a distinguir lo bueno y lo malo.” (Hebreos 5.14 DHH)
¿Queremos crecer fuertes y sanos? Entonces, debemos alimentarnos con esmero: “Cuando me hablabas, yo devoraba tus palabras; ellas eran la dicha y la alegría de mi corazón, porque yo te pertenezco, Señor y Dios todopoderoso.” (Jeremías 15.16 DHH).
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