Un peligro sutil y siempre latente para cada iglesia local es enfocarse demasiado «hacia adentro».
En el afán de cuidar la vida interna de la iglesia, podemos correr el riesgo de volvernos ensimismados, desconectados de lo que ocurre alrededor, y en consecuencia impedidos de ejercer una influencia real en nuestro entorno.
¡Tengamos mucho cuidado con la mentalidad de isla! Es un asesino de oportunidades para el reino de Dios.
Con la misma fuerza con que enfatizamos la necesidad de cuidar la vida interna de la iglesia, necesitamos enfatizar que la iglesia no fue pensada para vivir para sí misma.
Debemos ocuparnos en levantar iglesias saludables y vigorosas, sí, pero no para atrincherarse en sus paredes y llenarse de actividades autocomplacientes, sino para servir al mundo en el nombre de Jesús y bendecir a su comunidad.
Somos la ciudad asentada sobre un monte, que no se puede esconder, la ciudad a cuya luz andarán las naciones (Mt. 5:14; Ap. 21:24). Necesitamos inculcar activamente a la iglesia esta parte de su identidad bíblica.
Este consejo bíblico es un extracto del artículo «La iglesia crece saludable cuando tiene ojos para su entorno», publicado en la edición de febrero 2022 y escrito por el pastor Fredi Sosa, de Paraguay.
Lea el artículo completo en las páginas 20 y 21 de la edición nro. 192: