Cada familia, actúa de manera singular. Las acciones, al repetirlas de manera constante, se vuelven hábitos; y con el paso del tiempo se c...
Cada familia, actúa de manera singular. Las acciones, al repetirlas de manera constante, se vuelven hábitos; y con el paso del tiempo se convierten en patrones de conducta. Un hábito es una «costumbre, facilidad adquirida en cualquier cosa por repetirla muchas veces».
Seguramente al observar de una manera consiente, lograremos ir descubriendo cuáles son esas acciones que se fueron convirtiendo en hábitos y patrones familiares. Durante la indagación, podríamos empezar a detectar algunas acciones que nos resulten no muy agradables, y otras, que nos llenen de satisfacción al descubrirlas. Evaluémonos a nosotros mismos:
De este principio, podemos deducir que las semillas no se deben mezclar, pues habrá algunas que al germinar perjudiquen a otras que tendrán diferentes características; si quiero cosechar manzanas, no debería sembrar cizaña entre mis semillas; con esa misma lógica debemos entender que si yo quiero cosechar respeto dentro de la familia, no debo sembrar ni aplaudir acciones de descortesía, burlas, comparaciones o desaire, ya que como la cizaña «cuya principal particularidad es que sus semillas resultan tóxicas», así también nuestras relaciones se verían intoxicadas por la mezcla de semillas en la siembra realizada.
Como padres debemos ser coherentes en nuestra siembra, igualmente como esposos; ya que somos el ejemplo primero en la casa y frente a nuestros hijos. Ellos estarán observando y repitiendo nuestros gestos, tono de voz, acciones; y es probable que vayan a usar las mismas palabras, emplear los mismos gestos y realizar de igual manera, las acciones que fueron observadas.
La autora de este artículo es Roxana Mainero
Roxana (roxanamainero@yahoo.com) es argentina, vive en Paraguay, y está felizmente casada con el Arq. Carlos Alderete. Son padres de tres hijos y ambos son maestros y líderes en Casa de Gracia y conferencistas de la Asociación Familias de Impacto. Posee una maestría en Metodología de la Investigación Científica, con énfasis en Ciencias Sociales, es especialista en Pedagogía y Didáctica Superior Universitaria, y cursa un doctorado en Educación.
Miremos hacia adentro
A partir de esta definición, podemos entender que un hábito o rutina se forma por repetición en el tiempo. Por lo que sería útil preguntarnos: ¿Qué tipos de hábitos estamos formando en nuestra familia? Para responderla deberíamos observar con atención, la conducta familiar que vamos repitiendo en el transcurso de los días, semanas, meses y años.Seguramente al observar de una manera consiente, lograremos ir descubriendo cuáles son esas acciones que se fueron convirtiendo en hábitos y patrones familiares. Durante la indagación, podríamos empezar a detectar algunas acciones que nos resulten no muy agradables, y otras, que nos llenen de satisfacción al descubrirlas. Evaluémonos a nosotros mismos:
- ¿Hemos sembrado hábitos de respeto entre esposos, hijos, hermanos?
- ¿Podemos contar el uno con el otro, cuando necesitamos un amigo?
- ¿Disfrutamos estando juntos y fomentamos actividades para compartir en familia?
- ¿El tono de voz con que nos comunicamos es amenazante?
- ¿Existe un clima de confianza y seguridad dentro de mi hogar?
- ¿Podemos expresar con libertad lo que pensamos o sentimos?
Miremos hacia adelante
En Deuteronomio 22.9, encontramos un principio muy interesante que expresa: «No sembrarás tu viña con semillas diversas, no sea que se pierda todo, tanto la semilla que sembraste como el fruto de la viña» (RV60, énfasis mío).De este principio, podemos deducir que las semillas no se deben mezclar, pues habrá algunas que al germinar perjudiquen a otras que tendrán diferentes características; si quiero cosechar manzanas, no debería sembrar cizaña entre mis semillas; con esa misma lógica debemos entender que si yo quiero cosechar respeto dentro de la familia, no debo sembrar ni aplaudir acciones de descortesía, burlas, comparaciones o desaire, ya que como la cizaña «cuya principal particularidad es que sus semillas resultan tóxicas», así también nuestras relaciones se verían intoxicadas por la mezcla de semillas en la siembra realizada.
Como padres debemos ser coherentes en nuestra siembra, igualmente como esposos; ya que somos el ejemplo primero en la casa y frente a nuestros hijos. Ellos estarán observando y repitiendo nuestros gestos, tono de voz, acciones; y es probable que vayan a usar las mismas palabras, emplear los mismos gestos y realizar de igual manera, las acciones que fueron observadas.
Mi hogar es mi viña
Decido no mezclar las semillas y me comprometo a sembrar con responsabilidad, a fin de cosechar lo que anhelo.La autora de este artículo es Roxana Mainero
Roxana (roxanamainero@yahoo.com) es argentina, vive en Paraguay, y está felizmente casada con el Arq. Carlos Alderete. Son padres de tres hijos y ambos son maestros y líderes en Casa de Gracia y conferencistas de la Asociación Familias de Impacto. Posee una maestría en Metodología de la Investigación Científica, con énfasis en Ciencias Sociales, es especialista en Pedagogía y Didáctica Superior Universitaria, y cursa un doctorado en Educación.