El pastor debe ser un buen administrador. Esto implica disciplina, visión, equilibrio, orden y eficiencia. Aunque la mayoría de las iglesias tienen sus oficiales encargados de los recursos materiales: diáconos, comisión de finanzas, de construcciones y mantenimiento y otros, sin embargo, toca al pastor como supervisor o apoderado, para usar un término más actualizado de la administración científica, mantener un control preciso sobre esos recursos y conducir a la iglesia a lograr sus objetivos con el menor esfuerzo y gastos. El mayor recurso con que cuenta el pastor son las personas; por tal motivo, la relación con su grey es de vital importancia. Además debe conocer a los que le rodean para que pueda delegar confidentemente funciones y labores que el solo no haría favorablemente.
Ahora bien, se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel. Aparte de ser administradores de los misterios de Dios, fieles en la entidad que están administrando, o sea, la Iglesia de Jesucristo.
En lo referente a los diezmos, por ejemplo vemos en Mal. 3:8. Y cuando Dios dice: “Me habéis robado”, se refiere a los fondos de la iglesia, compuestos por diezmos, ofrendas y otros, entregados por los miembros. Es la parte que pertenece al Señor. Dios no quiere o no espera que todos den la misma suma de dinero cada semana o cada mes, sino que den alegremente y abundantemente (2 Cor. 9:6-7).
Al diezmar, demostramos que Dios es el dueño de todo y que nosotros somos simplemente administradores y contadores, que un día rendiremos cuentas, y, debemos practicarlo individualmente. Entendemos que es una poderosa razón para solicitar a los administradores, fidelidad en su manejo.
2. Durante el éxodo del pueblo de Israel, también se aprecian ejemplos de una excelente administración, Moisés trataba de atender solo los problemas de todo el pueblo de Israel, su suegro Jetro le recomienda “selecciona hombres de virtud” para delegarlos y compartir con ellos las responsabilidad. (Éxodo 18:13-22) Cuántos pastores y líderes enfrentan hoy, solos, las responsabilidades de la iglesia, Si utilizasen principios administrativos, podrían delegar gran parte de su trabajo, trabajarían mejor y la iglesia prosperaría.
3. En la organización del campamento y del tabernáculo cada tribu se ubicaba en su lugar correspondiente, tanto al reposar como al movilizarse se observa en el campamento un orden asombroso.
Nadie podía hacer lo que no le había sido indicado y los que tenían que hacer algo, lo hacían con excelencia. El tabernáculo fue diseñado y amueblado de acuerdo con el plan ordenado, el servicio sacerdotal se realizaba por turnos y de acuerdo con un manual, El levítico. En la adoración, en la marcha o en la guerra el pueblo se movía como un solo hombre.
Aquí se observa un hecho de trascendental importancia; que para ser administrador de los misterios de Dios, primero hay que ser servidor de Cristo.
Larry Burkett, en su libro Dar y Diezmar dice:“Nuestras iglesias modernas son los alfolíes descritos en el Antiguo Testamento, de modo que nuestros diezmos deben ser dados sencillamente a la iglesia, pero pocas Iglesias hoy en día funcionan como alfolíes, proveyendo para las necesidades de los enfermos, ancianos, huérfanos, e igualmente sosteniendo a los inspirados maestros de la Palabra, fuera de la iglesia organizada”.
En el libro de los Hechos tenemos el ejemplo de buscar hermanos de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos este trabajo (la administración) y nosotros (los apóstoles), persistiremos en la oración. Nos indica claramente la postura a ser asumida ante la necesidad de la elección de administradores y los motivos de dicha necesidad. No solo se refiere a la administración de dinero propiamente, sino a todo elemento administrable.
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