El siglo segundo no ha producido un cristiano más eminente que Irineo (130-202). Su actividad misionera, su celo por la causa de la verdad...
El siglo segundo no ha producido un cristiano más eminente que Irineo (130-202). Su actividad misionera, su celo por la causa de la verdad, su talento de escritor, sus admirables dotes pastorales y su martirio, le han hecho pasar a la posteridad como una apologista y defensor de la sana doctrina.
Nació en Asia Menor en el año 130, y tuvo el privilegio de ser discípulo de Policarpo. Toda su vida recordó Irineo con gran satisfacción que había aprendido la doctrina cristiana de los labios de aquellos que estuvieron en contacto
inmediato con los apóstoles. Escribiendo a Florino, quien se había desencaminado de la enseñanza que aprendiera en Esmirna, al mismo tiempo que él, le dice:"Estas doctrinas (las de Florino) no te las enseñaron los ancianos que nos precedieron, y que estuvieron en trato con los apóstoles; porque siendo aún muchacho yo te vi en compañía de Policarpo, en Asia Menor, porque tengo presente en mi memoria lo que pasaba entonces, mejor que lo que pasa hoy. Lo que hemos oído en la niñez crece juntamente con el alma y se identifica con ella; a tal punto que puedo describir el sitio donde el bienaventurado Policarpo se sentaba y hablaba; sus entradas y sus salidas; sus modales y su fisonomía; sus discursos que dirigía a la congregación; cómo hablaba de sus relaciones con San Juan y con los otros que vieron al Señor, sus milagros y sus enseñanzas. Cómo había recibido todo de los que fueron testigos oculares de su vida, lo narraba de acuerdo con la Escritura. Estas cosas, por la virtud de la gracia de Dios, me impartió a mí, y yo las escuchaba con ansiedad, y las escribí, no sobre papel, sino en mi corazón; y por la gracia de Dios, las recuerdo constantemente con memoria fresca y despierta. Y puedo testificar delante de Dios, que si el bienaventurado presbítero apostólico hubiese oído tales cosas, hubiera gritado, se hubiera tapado los oídos, y, conforme a su costumbre, hubiera dicho: «¡Oh mi Dios! ¡a qué tiempos me has traído, para tener que sufrir esto!», huyendo del lugar, donde sentado o en pie, hubiese oído tales palabras".
Como obispo, Irineo se ocupó de pastorear a su grey y de evangelizar a sus vecinos celtas; pero sobre todo le preocupaban las herejías que parecían cobrar cada vez más auge. En respuesta a ellas escribió su obra principal “Denuncia y refutación de la supuesta Gnosis”, en general conocido como “Contra la Herejía”. Esta obra se compone de 5 libros. En estos escritos explicó que no existe un Pléroma (la unidad primordial de la que surgen el resto de los elementos) sobre el Dios Creador. La Regla de la Verdad, se resume en lo siguiente: hay un solo Dios Soberano universal que creó todas las cosas por medio de su Verbo, que ha organizado y hecho de la nada todas las cosas para que existan. El Dios del Antiguo Testamento es el mismo y único Dios del Nuevo Testamento, al contrario de lo que afirmó Marción.
Otra obra importante de Irineo es su “Demonstración de la predicación Apostólica”, conocida también como Epideixis. Esta es una obra mucho más breve, de carácter más bien didáctico, pues su propósito no era servir a los candidatos al bautismo, sino alcanzar una mayor profundidad en quienes ya son bautizados, ayudándoles a ver nuevas dimensiones de su fe y fortaleciéndoles en ella.
Irineo no parece haber sido, ni haber querido ser, un pensador original. Su propósito es más bien reafirmar lo que ha recibido de sus antepasados en la fe, particularmente de Poliarpo y, a través de él, de “Juan”. Precisamente por esta actitud tradicionalista que Irineo resulta particularmente interesante, pues si escribe aproximadamente en el año 170 ellos implica que está expresando lo que fue ya doctrina y práctica de la iglesia temprana. Según algunos historiadores, Irineo sufrió el martirio en el año 197, pero la antigüedad cristiana no ha dejado ningún detalle sobre las circunstancias y pormenores de su muerte.
Nació en Asia Menor en el año 130, y tuvo el privilegio de ser discípulo de Policarpo. Toda su vida recordó Irineo con gran satisfacción que había aprendido la doctrina cristiana de los labios de aquellos que estuvieron en contacto
inmediato con los apóstoles. Escribiendo a Florino, quien se había desencaminado de la enseñanza que aprendiera en Esmirna, al mismo tiempo que él, le dice:"Estas doctrinas (las de Florino) no te las enseñaron los ancianos que nos precedieron, y que estuvieron en trato con los apóstoles; porque siendo aún muchacho yo te vi en compañía de Policarpo, en Asia Menor, porque tengo presente en mi memoria lo que pasaba entonces, mejor que lo que pasa hoy. Lo que hemos oído en la niñez crece juntamente con el alma y se identifica con ella; a tal punto que puedo describir el sitio donde el bienaventurado Policarpo se sentaba y hablaba; sus entradas y sus salidas; sus modales y su fisonomía; sus discursos que dirigía a la congregación; cómo hablaba de sus relaciones con San Juan y con los otros que vieron al Señor, sus milagros y sus enseñanzas. Cómo había recibido todo de los que fueron testigos oculares de su vida, lo narraba de acuerdo con la Escritura. Estas cosas, por la virtud de la gracia de Dios, me impartió a mí, y yo las escuchaba con ansiedad, y las escribí, no sobre papel, sino en mi corazón; y por la gracia de Dios, las recuerdo constantemente con memoria fresca y despierta. Y puedo testificar delante de Dios, que si el bienaventurado presbítero apostólico hubiese oído tales cosas, hubiera gritado, se hubiera tapado los oídos, y, conforme a su costumbre, hubiera dicho: «¡Oh mi Dios! ¡a qué tiempos me has traído, para tener que sufrir esto!», huyendo del lugar, donde sentado o en pie, hubiese oído tales palabras".
Como obispo, Irineo se ocupó de pastorear a su grey y de evangelizar a sus vecinos celtas; pero sobre todo le preocupaban las herejías que parecían cobrar cada vez más auge. En respuesta a ellas escribió su obra principal “Denuncia y refutación de la supuesta Gnosis”, en general conocido como “Contra la Herejía”. Esta obra se compone de 5 libros. En estos escritos explicó que no existe un Pléroma (la unidad primordial de la que surgen el resto de los elementos) sobre el Dios Creador. La Regla de la Verdad, se resume en lo siguiente: hay un solo Dios Soberano universal que creó todas las cosas por medio de su Verbo, que ha organizado y hecho de la nada todas las cosas para que existan. El Dios del Antiguo Testamento es el mismo y único Dios del Nuevo Testamento, al contrario de lo que afirmó Marción.
Otra obra importante de Irineo es su “Demonstración de la predicación Apostólica”, conocida también como Epideixis. Esta es una obra mucho más breve, de carácter más bien didáctico, pues su propósito no era servir a los candidatos al bautismo, sino alcanzar una mayor profundidad en quienes ya son bautizados, ayudándoles a ver nuevas dimensiones de su fe y fortaleciéndoles en ella.
Irineo no parece haber sido, ni haber querido ser, un pensador original. Su propósito es más bien reafirmar lo que ha recibido de sus antepasados en la fe, particularmente de Poliarpo y, a través de él, de “Juan”. Precisamente por esta actitud tradicionalista que Irineo resulta particularmente interesante, pues si escribe aproximadamente en el año 170 ellos implica que está expresando lo que fue ya doctrina y práctica de la iglesia temprana. Según algunos historiadores, Irineo sufrió el martirio en el año 197, pero la antigüedad cristiana no ha dejado ningún detalle sobre las circunstancias y pormenores de su muerte.